Lo sé, los
puristas del musical se llevarán las manos a la cabeza, incluso echarán alguna que
otra carcajada al ver este titulo incluido en el ciclo dedicado a los
musicales. Pero, de alguna manera, siempre pretendo tocar las distintas
variantes y estilos dentro de los géneros, bastante más flexibles de lo que
parece, en estas recopilaciones temáticas. Tranquilos que no voy a incluirla
sin más, sino que daré las correspondientes argumentaciones, que a buen seguro
no satisfarán a los más estrictos.
El musical cinematográfico
se caracteriza por contener una generosa cantidad de números musicales,
literalmente interpretados por los miembros del reparto, que además bailan y
usan su propia voz como si fueran cantantes. En muchas ocasiones estos números
son parte de la narración, incluso, en algunos, toda la película, digamos, es
“cantada”. Pero si nos ciñéramos estrictamente a esa descripción, dejaríamos
fuera a un enorme grupo de títulos que tratan sobre músicos o tienen la música
como tema principal, lo que considero un error.
¿No son
acaso musicales “Amadeus”, “The doors” o las recientes “Ha nacido una estrella”
y “Bohemian rhapsody”? Pues bien, en “Sucker Punch”, la música tiene una
importancia tal que, sin ella, la película no seria para nada lo mismo. Lo más
evidente es que su estética está muy cercana al videoclip, lo que ya es un
acercamiento a la música desde sus claves más básicas.
Pero hay
más. Al menos hay cuatro temas cantados por varios de los actores. Tres de
ellos por su protagonista, Emily Browning, el más evidente y que está
omnipresente durante todo el film, “Where is my mind” y que sirve como melodía
principal de la banda sonora. Otro de ellos, que incluso en la versión
extendida lo interpretan en una escena a dúo Carla Gugino y Oscar Isaacs. Para
colmo, cada minihistoria a modo de corto es lo que se supone una actuación de
baile de Babydoll, aunque nosotros lo que vemos es la coreografía de una
secuencia de acción. Pero el guiño parece bastante claro.
Es por estas
razones que siempre me ha parecido una película muy musical. Pero pasemos a
otros temas. Visualmente es tremendamente potente, una gozada óptica que lleva
al delirio su virtuosismo estético. Ésto prima poderosamente sin ningún
complejo sobre el guión, utilizando esas supuestas actuaciones de baile como
meras excusas para introducir espectaculares y extensas secuencias de acción
donde podemos ver desde samuráis gigantes, pasando por zombis nazis, dragones,
hasta futuristas robots.
Y es que la
influencia de videojuego también es evidente, donde parece que fuéramos
superando pantallas. Pero lo que realmente pretende es incrementar esa
sensación de evasión que necesita experimentar la protagonista y que traslada
al espectador pues si algo es “Sucker Punch” es un film de pura evasión donde
hay que dejarse llevar por esa desmesurada apología de la imagen.
Sin embargo,
Zack Snyder, que venía de éxitos como el remake de “El amanecer de los muertos”
y “300”, no tanto de la incomprendida “Watchmen”, y antes de su aventura con DC
y “La liga de la justicia”, habría sido hoy literalmente destrozado por el
movimiento feminista por su, no sabemos si voluntario, perceptible tono erótico, protagonizado por mujeres pero para deleite masculino, incluso con un
descarado componente fetichista donde las jóvenes actrices llevan uniformes
sumamente escuetos, ajustados, en los que no falta el cuero y el látex. Incluso
Babydoll va de colegiala con dos coletas.
Papel que le
fue ofrecido a Amanda Seyfried, Evan Rachel Wood o Emma Stone, que rechazaron
por diferentes motivos, y que finalmente recayó en Emmily Browning. A la que
acompañaron Jena Malone, Abbie Cornish, Vanessa Hudgens, Jamie Chung y la más
veterana, Carla Gugino. En la vertiente masculina estaba Oscar Isaacs (el
villano), Scott Glen y John Hamm (más en la versión extendida).
Fue
sobradamente machacada por la crítica en su mayoría, lo cual tampoco es que me
sorprendiera. Lo que si lo hizo fue la escasa respuesta del público. A ver,
escasa tampoco fue, tuvo 90 millones de recaudación. Pero es que costó 82, por lo
cual prácticamente quedó comida por servida.
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