A estas
alturas ya había una legión de fans incondicionales, entre los cuales me
cuento, que veían absolutamente
cualquier cosa dirigida por este director, si en sus anteriores trabajos, Tarantino
se había movido en una inclasificable mezcla de géneros pero donde abundaban
los gánsters y toda esa fauna que poblaba el cine negro, y había flirteado con
la serie B y el cine de artes marciales, el manga y el western en “Kill Bill”,
ahora daba el salto a un género más definido.
Pero por supuesto,
a su manera y de forma que no quedara ninguna duda de que su estilo era
innegociable. Al fin y al cabo, y esta película lo corroboraba, da igual de lo
que vayan sus películas, él basa su construcción en una estructura episódica,
en el ingenio de sus diálogos y, sobre todo, en los personajes como columna
vertebral de sus tramas. Es por ello, que sus películas siempre nos brindan
grandes interpretaciones.
Aun así,
muchos se preguntaban que hacía Tarantino en una película bélica encuadrada en
la II Guerra Mundial. Muy sencillo, no lo es. Sí, históricamente está en esa etapa,
pero no es película bélica. Al menos, no lo que entendemos habitualmente como
tal. Es más, casi podríamos hablar de una distopía pues se atreve a cambiar los
hechos reales a su antojo.
Solo así se
explica que, en su particular visón y argumento, sea capaz de acabar con el
mismísimo Hitler y toda su cúpula de altos cargos formada por Goebbels, Göring
y Boorman, poniendo fin a la guerra en una fecha bastante mas pronta que la que
se dio realmente. Se podría decir que ni Hitler sobrevivió a Tarantino. Y no serían
los únicos personajes reales que aparecerían, también hay un pequeño papel para
Winston Churchill, en un cameo de Rod Tayor.
Muchos
también se preguntaban como lidiaría el director con un tema tan peliagudo en
la historia negra americana y, más concretamente, hollywoodiense, como la
masacre de Cielo Drive a cargo de los seguidores de Charles Manson. Algo poco proclive
al humor negro y gusto por la violencia y la sangre de Tarantino. Pero ya en “Malditos
bastardos” parodiaba sin piedad a Hitler y se metía en toda una clase de bromas
con nazis y judíos.
Aunque él
nombra, porque nunca lo ha negado, todo lo contrario, siempre le dice a la
prensa todas las películas que le han servido de referencia, otros títulos,
para mí el más importante sería “Los doce del patíbulo” por el tema de formar un
comando de la muerte y como se plantea la posibilidad de matar a Hitler. Pero insisto,
Tarantino toma referencias, hace guiños y homenajes, pero no copia, es su cine
y esas son sus características.
Nuevamente
contaba con un reparto bien nutrido con caras conocidas y, esta vez, de varias
nacionalidades, destacando bastantes de ellos, de la alemana. Brad Pitt
colaboraría con él por primera vez (“Erase una vez en Hollywood” es la segunda).
Al igual que Christoph Waltz lo que le valió el Oscar al mejor actor
secundario. Lo mismo le ocurriría con su intervención en “Django desencadenado”.
Ambas acompañadas por Diane Kruger, Melanie Laurent, Daniel Bruhl, Michael
Fassbender, Lea Seydoux, y un par de cameos de Mike Myers y Rod Taylor.
Y nuevamente
obtuvo notables críticas y un gran resultado de público. La película costó 70
millones de dólares, el mayor presupuesto de Tarantino hasta la fecha. Pero recaudaron 320 en la taquilla. Y eso con una película otra vez muy larga, que se iba hasta
las dos horas y media. Es que sus estrenos nunca son números uno al final del
año, pero tampoco fallan gracias a tener una legión de fieles seguidores.
Por muchos
detractores que tenga, lo que es indiscutible es que sus películas son habituales
en los premios. Al menos con bastantes nominaciones en los Oscars y otros certámenes.
“Malditos bastardos” tuvo ocho de ellas. Concretamente a mejor película, director,
actor secundario (la única que ganó), guion original, fotografía, montaje,
efectos sonoros y sonido.
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