martes, 28 de noviembre de 2023

Escenas Míticas: Especial Épicas - El último samurái

 

   No figura en los primeros puestos de películas épicas pero es una de mis favoritas. Ya sea por el interés que me suscita la cultura japonesa, más en concreto, la de los samuráis, o por la confianza en su protagonista, pues no tengo esa animadversión absurda que tienen algunos, sino todo lo contrario. Porque más allá de sus peripecias de acción con la saga “Misión imposible”, Tom Cruise ha querido tocar todos los géneros; bélico, ciencia ficción, incluso terror, y con esto ya tenía su película de historia épica.



   Historia más inspirada que basada, y no, no es lo mismo. Para basarse hay que tener un alto porcentaje de fidelidad a los hechos reales. Si bien es cierto que la trama se centra en un momento muy concreto que hace referencia a el ocaso de los samuráis, se toma tantas licencias históricas como le es necesario para, a su juicio, hacerlo lo más atractivo posible a la película. Y no pasa nada, no es un documental.



   No obstante, es necesario situarla en el tiempo y en el periodo histórico. Esto es alrededor de 1876, cuando se dio el enfrentamiento entre los que se le llamó la Restauración Meiji, que proponía una modernización de Japón a través de su occidentalización. Esto chocaba con la llamada Rebelión Satsuma, formada por varios clanes, en los que se encontraban los samuráis, que apostaban por los valores tradicionales y se oponían a la entrada de las potencias extranjeras, como la norteamericana o las europeas, a Japón.



   Encabezando esa rebelión estaba Saijo Takamori, que corresponde al personaje de Katsumoto, interpretado por Ken Watanabe. Sin embargo, el de Nathan Algren, interpretado por Tom Cruise, está basado en la mezcla de dos personajes reales, y no uno solo como dicen algunas fuentes. Uno fue Frederick Towsend Ward, mercenario contratado al servicio de la China Imperial durante la rebelión de Taiping.



   Y el otro en el que se reconoce más claramente el Algren de la película, Jules Brunet, que era francés en realidad y que aunque inicialmente ayudó al Japón Imperial, se sintió tan sumamente cautivado por la cultura clásica japonesa que llegó a combatir con los mismísimos samuráis y efectivamente asistió a su ocaso, aunque no de una forma tan directa como se ve en el film.



   Un Tom Cruise que descartó trabajar en “Cold Mountain” papel que terminaría a cargo de Jude Law, para poder meterse en la piel de Algren . Para ello, entregado al máximo como suele ser habitual en este actor, pasó ocho meses aprendiendo karate y kendo, y estudiando el Bushido, el código samurái. Además de estar casi dos años practicando el uso de la espada. Su afán de no utilizar dobles en las escenas de riesgo casi le jugó una mala pasada al estar a punto de morir decapitado tras el fallo de un caballo mecánico.



   Lo cual evitó otro de los intérpretes del reparto, Hiroyuki Sanada. A estos, Cruise y Sanada, les acompañaron en el reparto el mencionado Ken Watanabe (qué fue nominado al Oscar como actor de reparto), Tony Goldwin, Timothy Spall, Billy Connolly y Koyuki Kato (que venía de ser uno de los protagonistas de “Kairo” una perturbadora película japonesa de terror que tuvo su correspondiente remake americano con “Pulse”). Por cierto, con motivo de la promoción de la película, fue la primera vez que salía un hombre, Cruise, en la portada de la revista “Marie Claire”.



   Eso delante de la cámara, tras ella un efectivo artesano de la dirección, Edward Zwick, que ya había manifestado un gusto por el cine de corte épico, como en “Tiempos de gloria” o “Leyendas de pasión”. Pero que además tiene otros títulos interesantes en su filmografía en otros géneros, como “Estado de sitio” (terrorismo), “En honor a la verdad” (bélico), “Diamantes de sangre” o “El caso Fischer” (ajedrez). Quizá no es un maestro pero si un cineasta fiable para sentarse en la silla de director.



   Zwick no esconde que su principal inspiración era el cine de Akira Kurosawa, más en concreto “Los siete samuráis”. Aunque utilizando técnicas más modernas, como el programa de Software Massive, creado por Weta Digital para recrear las multitudinarias batallas de “El señor de los anillos”, y que también se utilizó para películas como “Troya” o “Alejandro Magno”.



   Y, por supuesto, cumple a la perfección las características típicas de este cine; romance, batallas, tragedia (de hecho, es de las pocas películas que me han hecho llorar en una sala de cine) y la magnífica música, una vez más, de Hans Zimmer, que no fue ni nominada al Oscar. Si lo fue, como ya he dicho, Ken Watanabe, el diseño de producción, vestuario y sonido. Tuvo mayoritariamente buenas críticas y comercialmente fue un éxito de taquilla. Costó 140 millones de dólares y recaudó 456 en salas. 



1 comentario:

  1. El último Samurai recrea la eterna lucha por el control territorial y la defensa de los valores tradicionales.

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