martes, 21 de noviembre de 2023

Escenas Míticas: Especial Épicas - Gladiator

 


   Ridley vuelva al cine épico con en el estreno de “Napoleón”, lo que ha supuesto su reencuentro precisamente con Joaquín Phoenix. Un género que ha visitado en diversas ocasiones a lo largo de su carrera, con ejemplos tan claros aunque menos exitosos como “El reino de los cielos” o “Robin Hood”. Y volverá a hacerlo pues también se pondrá tras las cámaras para realizar la tan cacareada secuela de la película que hoy vamos a visitar.




   La cual llegaba tras un período, prácticamente una década, en el que el éxito de crítica se le resistía, concretamente desde el último, “Thelma y Louise”, con títulos como “1492, la conquista del paraíso”(para mí una buena película), “Tormenta blanca” (con un perfil más bajo de lo que acostumbra este cineasta), y “La teniente O'Neill” (una película más propia del estilo comercial de su hermano Tony Scott).



   Pero llegó esta “Gladiator” para instalarse como uno de los títulos más representativos del director inglés, junto a otros tan consagrados como “Alien, el octavo pasajero” o “Blade Runner”. Además, le serviría para remontar el vuelo de su carrera porque después vendría “Hannibal” (ya la defendí en su momento) y otra de las mejores películas de su filmografía “Blackhawk derribado”.



   Lo que atrajo  Ridley Scott es poder retratar la Roma antigua recuperando un género tan clásico pero también olvidado como el peplum. Lo que aquí siempre hemos conocido coloquialmente como “una de romanos”. No en vano, el propio cineasta reconocía como influencias títulos como “La caída del Imperio Romano”, “Ben-hur” y “Espartaco” (que recordemos ya había sido un claro referente para el William Wallace de Mel Gibson en “Braveheart”).



   Eso sí, lo recrearon con una libertad que enfureció a varios asesores históricos hasta el punto de que algunos de ellos llegaron a renunciar. Para Scott era importante tomarse las licencias históricas necesarias para hacer más interesante la película. En ese sentido, estaba claro que era una historia de ficción, no una recreación histórica. De hecho, estaba inspirada, que no basada, en un libro sobre gladiadores de Daniel P. Mannix.



   Pero no, Máximo Décimo Meridio no existió y, de hecho, está basado precisamente en la versión joven de un personaje que aparece en la película, Marco Aurelio. Que tampoco murió a manos de Cómodo, ni este de ningún gladiador en la arena del Coliseo Romano. Al mismo tiempo hay numerosas inexactitudes históricas en el vestuario del reparto, como el fantasioso diseño de los cascos, lo cual no le impidió ganar el Oscar al mejor vestuario de ese año, 2000.



   Y es que no pasa nada, las películas no son libros de historia. Es más, los libros de historiadores contienen los puntos de vista subjetivos de sus escritores. No podemos considerarlos la verdad absoluta punto por lo que el cine, con más razón, es lógico que se tome licencias prácticas en favor de la propia historia de la película. Aquello de “no dejes que la verdad te estropee una buena historia”.



   Curiosamente, Scott recurría a uno de los miembros de su reparto para consultar dudas históricas, concretamente a Connie Nielsen, muy aficionada precisamente a la historia antigua. A Nielsen la acompañaba un Russell Crowe que no fue la primera opción para el papel. Lo fue Mel Gibson, que lo rechazó por dos motivos, considerarse mayor para el personaje, lo mismo que adujo con los productores de “Braveheart” aunque igualmente le instaron a interpretarlo, de lo contrario no financiarían la película. Y por ser un personaje con paralelismos con William Wallace.



   Finalmente fue para Crowe y eso le valió el Oscar, así que no fue mal la cosa. Tras los ya nombrados, todo un sensacional elenco de secundarios de lujo, encabezado por un joven Joaquin Phoenix, pero con nombres como Richard Harris, Derek Jacobi u Oliver Reed, que murió durante el rodaje de un infarto, y hubo que rellenar lo que faltaba con un doble digital.



   Porque si hablamos de que "Braveheart" renunciaba a los trucajes digitales, esta hacía todo lo contrario. La entrada multitudinaria de Cómodo a Roma o el público del Coliseo, por poner un par de ejemplos, estaban recreados con efectos visuales generados por ordenador. Lo que también le supuso otro Oscar a la película. La que no lo ganó fue la inolvidable banda sonora de Hans Zimmer y Lisa Gerrard, en favor de "Tigre y dragón". Si consiguió el Globo de Oro.



   Porque tuvo hasta doce nominaciones y aunque consiguió transformar menos de la mitad en premios, cinco, fue la triunfadora de esa edición, ganando como mejor película, sonido, y los mencionados de vestuario, mejor actor y efectos especiales. Por supuesto, las críticas fueron muy positivas. Y al público le encantó. costó 100 millones de dólares y recaudó 457 en taquilla. Por cierto, hay una versión extendida con unos 15 minutos extras.

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