Otra de esas películas judiciales muy populares, aunque en
este caso el peso como drama sea más notorio que como thriller. Y como en otros
ejemplos de cine de juicios, y por ello nos estamos centrando este tipo, sirve como
cine de denuncia. De hecho. Justo en “Philadelphia”, seguramente sea la que más se
empeña en dar ese sentido a la película.
Han pasado más de treinta años y resulta que hoy en día está
de actualidad, por desgracia, incluso más, que en el momento de su estreno. En España
especialmente, justo ahora se ha aprobado una Ley feminista con el objetivo de
proteger a las mujeres del acoso y de las agresiones sexuales. Al margen de sí
se está de acuerdo o no, supone la confirmación del fracaso que somos como
sociedad igualitaria.
Porque sí resulta necesaria una ley para dejar claros
conceptos como que el sexo siempre debe ser consentido, apaga y vámonos, así que
en estos treinta años y desde luego en todos los anteriores, hemos evolucionado
socialmente entre poco y nada. Sobre todo, si atendemos a las críticas que se está
llevando la nueva Ley con comentarios que suenan (porque son) auténticas
barbaridades. Así estamos, aún. Aún después de mandas calificadas como simples agresiones.
La película está inspirada, que no basada, en un caso real,
el de Charyl Araujo, que sufrió una violación en grupo, que fue agredida por lo
que inicialmente se creyó que habían sido cuatro hombres, aunque luego se
demostró que fueron seis. Pero se enjuició de tal manera que unos ejercieron de agresores físicos y otros vitoreadores y jaleadores.
Los paralelismos son bastante claros en la película,
cambiando la mesa de billar de la taberna de News Bedford por la máquina del
millón del film. Y si ese caso generó un sonoro debate sobre los delitos de
violación en Estados Unidos, la película lo reavivó. Porque ahondaba en lo
mismo que sufrió la víctima, Cheryl Araujo, el juicio social.
Ese en el que la víctima es juzgada por la sociedad,
sacando a relucir su modo de vida, su comportamiento con los hombres, su forma
de vestir, sus anteriores relaciones, como queriendo justificar la agresión que
recibe. Y en “Acusados” no solo se deja claro que ningún ánimo, incitación o
provocación justifica una violación y por tanto es una acción execrable sino que no lo
es menos tampoco el de animar e inducir a ello.
La interpretación de Jodie Foster por la que ganó su primer
Oscar (luego vendría el del “El silencio de los corderos”) no catapultó su
carrera, pues a sus 27 años de entonces ya llevaba 15 en la industria, con 21 películas
a sus espaldas. Pero sí que fue su relanzamiento como actriz, siendo elogiada
por todas partes por si actuación, la cual preparó asistiendo a reuniones de víctimas
reales de violación.
Aunque inicialmente se dudaba de su elección pues no se
pensaba que fuera suficientemente atractiva (otra vez machismo). Varias actrices
se ofrecieron al papel; Jennifer Grey, Joan Cusack, Jennifer Beals, Ally Sheedy (que ya había protagonizado una en "Bad boys" y nuevalemente lo haría, mucho más dura, en "Macon County Jail"),
y Kelly Preston, pero al conocer los detalles de la escena de la violación tan explícita
que debían de interpretar, rechazaron el papel. La propia Kelly McGillis que venía
de protagonizar “Único testigo” y “Top Gun”, también rehusó. Pero se le ofreció
el de abogada por el que pugnaba también Sigourney Weaver. El motivo fue que la
propia McGillis sufrió una agresión en su propia casa.
La película era la típica independiente que se cuela en los
Oscars por la interpretación de algunos de sus actores. Porque al margen de ésto,
tampoco es que el nivel de dirección fuera muy destacado, por parte de Jonathan
Kaplan que venía del mundo de la televisión, aspecto que impregna la película.
De hecho, salvo ésta y algún thriller resultón como “Falsa seducción”, poco más ha hecho. Tuvo
buenas críticas. Recaudó 32 millones, habiendo invertido solo 6, y tiene una de
las escenas más incomodas que se hayan visto en el cine comercial.
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