Aunque ya se ve la luz al final del túnel y se van a abrir los cines, aún no tenemos estrenos de renombre así que voy a seguir escogiendo temas relacionados con la actualidad. Y cómo se está diciendo, tras la pandemia del coronavirus (que aún queda) seguirá una de ansiedad debido al efecto postraumático.
Tanto los sanitarios como los cuerpos de seguridad que han estado en primera línea de batalla, como los que no han parado de trabajar en ningún momento, o los que han sufrido los efectos del aislamiento derivado del confinamiento social y físico, así como los que sufrían alguna de las afecciones psicológicas, tales como ansiedad o depresión. Todos podemos estar sufriendo de estrés postraumático.
Pues hablemos precisamente de la ansiedad, en sus diferentes expresiones, muchas de ellas representadas en diversas películas. Como en ésta, donde la protagonista sufre ataques de pánico por la ansiedad que le produce el miedo al fracaso, el proyectado por su madre, y que le lleva a la disociación de su personalidad.
Pues la película es una metáfora de la transformación de niña en mujer, que lleva adosado al despertar sexual y la vorágine de sensaciones encontradas, simbolizada en esos dos cisnes, el blanco (la virginal, frágil e inocente imagen inicial) y el negro (la ambiciosa y pasional posterior). Pero ese cambio lejos de ser natural y dosificado, es abrupto, forzado y obsesivo, lo que provoca el enfrentamiento de ambos cisnes.
Darren Aronofsky, que venía de la afamada “Requiem por un sueño” y “La fuente de la vida”, firmó lo que muchos consideran su mejor película. Después vino su etapa “bíblica” con “Noé” y “Madre”. Cómo puede verse todas acompañados de la polémica. No se puede negar que es un director con un marcado estilo personal, qué gusta del riesgo en la propuesta y recurrente la metáfora como mensaje.
Aunque la idea principal era un romance entre un luchador y una bailarina, pero desistió por considerarlo algo demasiado extenso de desarrollar, tal como lo había pensado, para una sola película y decidió separarlo en dos, de ahí que “El luchador”, con Mickey Rourke de protagonista, sea la película inmediatamente anterior.
La elegida desde el principio fue Natalie Portman que, deseosa de interpretar personajes más maduros, aceptó encantada. Tanto ella como Mila Kunis empezaron el entrenamiento físico y después coreográfico seis meses antes del rodaje, unas cinco horas diarias, a las órdenes de Georgina Parkinson, del American Ballet Theatre. En el reparto las acompañaron Vincent Cassel, Barbara Hershey, Winona Ryder y Knesia Solo.
La película tuvo excelentes críticas y funcionó perfectamente en taquilla. Costó 13 millones de dólares y recaudó 330 en taquilla. Además fue nominada a cinco Oscars (película, director, fotografía, montaje y actriz principal). Solo Portman se llevó el gato al agua, haciendo lo propio en los globos de Oro y los Bafta, con su arrolladora interpretación de Nina. Por cierto, su doble, la bailarina profesional Sarah Lane, buscó la atención de los focos afirmando que era ella la que aparecía en todas las escenas de baile. Fue desmentida por el propio Darren Aronofsky, quien dijo que Natalie Portman salía en el 90% de ellas.
Algunos
apuntes respecto a las teorías que surgieron. Una de las más extendidas fue que
Lily (Kunis) es el alter-ego de Nina. No estoy de acuerdo, si es el agente
espoleador y posee rasgos que Nina necesita y quiere pero la versión cisne
negro de Nina no es Lily, sino ella misma disociada. Y otra es saber si al
final muere. Si. Si porque todas las alucinaciones anteriores, ella estaba sola,
pero en el final es contemplada por todos, incluso por el público. Y coincide con
el final de la obra que interpreta, “El lago de los cisnes” donde el blanco se
suicida, con lo cual ella lleva esa versión a la realidad.
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