jueves, 28 de marzo de 2019

Escenas Míticas: Clint Eastwood director - Un mundo perfecto



   Sin duda, una de mis favoritas del Clint Eastwood director y que más infravaloradas me parece. Porque aunque muchos críticos la colocan como una de las mejores películas de los noventa, muy pocas veces la veo mencionada cuando se hace una lista de las mejores películas del director, lo cual me llama poderosamente la atención.



   El caso es que inicialmente iba a ser dirigida por Steven Spielberg, con Denzel Washington como protagonista. La apretada agenda del “Rey Midas” de Hollywood, dejó el proyecto en el aire hasta recogerlo Clint Eastwood. No sería la única vez que recogiera su testigo. Su siguiente película, “Los puentes de Madison” también sería heredada de Spielberg.



   Clint Eastwood estaba embarcado en un posible remake de “Los siete magníficos”, proyecto de demasiada envergadura para producirlo él solo con su “ Malpaso” y que exigía de la unión de varias productoras. Lo que dió al traste con ello y finalmente Clint se quedó con las ganas. Una pena, se me hace la boca agua imaginandolo tras la cámara en semejante proyecto. Años después se llevó a cabo con Antoine Facqua como director, que no salió mal, la verdad. Pero no es ningún secreto que no tiene una décima parte del talento de Eastwood.



   Cuando le ofrecieron “Un mundo perfecto”, Clint Eastwood se encontraba un tanto cansado de su faceta como actor y prefería una historia para dirigir, para quedarse tan solo detrás de la cámara. Estaba en plena carrera de los Oscar, con la que competía por “Sin perdón”, el que fue uno de sus mayores éxitos y una de sus mejores películas. Y rodaba "En la línea de fuego", solo delante de la cámara, bajo las órdenes de Wolfgang Petersen.



   “Un mundo perfecto” le permitía lo que quería. Aunque finalmente fue convencido para desempeñar uno de los papeles, pero al ser secundario, podría dedicar la mayor parte del tiempo a dirigir. A la vez, podría hacer algo de lo que más le gusta, qué es mandar un mensaje a través de un argumento aparentemente no reivindicativo. Y podría mezclar dos de sus géneros, el thriller y el western.



   Para colmo se trataba de un road movie, algo con lo que ya estaba familiarizado pues ya en su día rodaría “Ruta suicida”, aunque es evidente que el tono es completamente diferente. Aquí, Eastwood hace un retrato de la América sureña de la época del asesinato de Kennedy, por esas tierras precisamente.



   Pero sobre todo, se centró en mostrar la importancia de la infancia. El protagonista es un delincuente de buen corazón pero de un pasado infantil no recomendable, dónde se atisba un padre probablemente maltratador que le marcó como un ser violento. Mientras, que el niño procede de una familia testigos de Jehová, que no puede hacer lo que el resto de los niños, ni celebra Halloween, ni montar en una montaña rusa, en definitiva, no puede divertirse. Y que no tiene padre. Función que encarna temporalmente su secuestrador.



   Es por ello que Eastwood explota a la perfección la relación que se va creando entre el delincuente raptor y el niño, ofreciéndonos algunos momentos entrañables. Así como otros sumamente violentos como en la secuencia con la familia negra dónde sale el psicópata que hay en él probablemente por sus secuelas infantiles. Además, nos relata uno de los finales más tristes de su carrera. Y es que Eastwood sabe de eso, cómo demuestran otros títulos como “Mystic River”, “Million dollar baby” o “Los puentes de Madison”.



   Al parecer, se le impuso que el protagonista fuera Kevin Costner, que estaba muy de moda por aquella época. El resultado fue muy provechoso pues realizó una de las mejores interpretaciones de su filmografía, si no, la mejor. Le acompañaron el propio Clint Eastwood, Laura Dern y T.J. Lowther (el niño). Como decía, tuvo buenas críticas. Costó 30 millones de dólares y recaudó 135 en taquilla, una proporción muy habitual de las películas del director.

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