Sin duda, una de mis favoritas del Clint Eastwood director y
que más infravaloradas me parece. Porque aunque muchos críticos la colocan como
una de las mejores películas de los noventa, muy pocas veces la veo mencionada
cuando se hace una lista de las mejores películas del director, lo cual me
llama poderosamente la atención.
El caso es que inicialmente iba a ser dirigida por Steven Spielberg,
con Denzel Washington como protagonista. La apretada agenda del “Rey Midas” de
Hollywood, dejó el proyecto en el aire hasta recogerlo Clint Eastwood. No sería
la única vez que recogiera su testigo. Su siguiente película, “Los puentes de
Madison” también sería heredada de Spielberg.
Clint Eastwood estaba embarcado en un posible remake de “Los
siete magníficos”, proyecto de demasiada envergadura para producirlo él solo
con su “ Malpaso” y que exigía de la unión de varias productoras. Lo que dió al
traste con ello y finalmente Clint se quedó con las ganas. Una pena, se me
hace la boca agua imaginandolo tras la cámara en semejante proyecto. Años después se
llevó a cabo con Antoine Facqua como director, que no salió mal, la verdad.
Pero no es ningún secreto que no tiene una décima parte del talento de
Eastwood.
Cuando le ofrecieron “Un mundo perfecto”, Clint Eastwood se
encontraba un tanto cansado de su faceta como actor y prefería una historia
para dirigir, para quedarse tan solo detrás de la cámara. Estaba en plena
carrera de los Oscar, con la que competía por “Sin perdón”, el que fue uno de
sus mayores éxitos y una de sus mejores películas. Y rodaba "En la línea de
fuego", solo delante de la cámara, bajo las órdenes de Wolfgang Petersen.
“Un mundo perfecto” le permitía lo que quería. Aunque
finalmente fue convencido para desempeñar uno de los papeles, pero al ser
secundario, podría dedicar la mayor parte del tiempo a dirigir. A la vez, podría hacer
algo de lo que más le gusta, qué es mandar un mensaje a través de un argumento
aparentemente no reivindicativo. Y podría mezclar dos de sus géneros, el
thriller y el western.
Para colmo se trataba de un road movie, algo con lo que ya
estaba familiarizado pues ya en su día rodaría “Ruta suicida”, aunque es
evidente que el tono es completamente diferente. Aquí, Eastwood hace un retrato
de la América sureña de la época del asesinato de Kennedy, por esas tierras
precisamente.
Pero sobre todo, se centró en mostrar la importancia de la
infancia. El protagonista es un delincuente de buen corazón pero de un pasado
infantil no recomendable, dónde se atisba un padre probablemente maltratador
que le marcó como un ser violento. Mientras, que el niño procede de una familia
testigos de Jehová, que no puede hacer lo que el resto de los niños, ni celebra
Halloween, ni montar en una montaña rusa, en definitiva, no puede divertirse. Y
que no tiene padre. Función que encarna temporalmente su secuestrador.
Es por ello que Eastwood explota a la perfección la relación
que se va creando entre el delincuente raptor y el niño, ofreciéndonos algunos
momentos entrañables. Así como otros sumamente violentos como en la secuencia
con la familia negra dónde sale el psicópata que hay en él probablemente por sus secuelas
infantiles. Además, nos relata uno de los finales más tristes de su carrera. Y
es que Eastwood sabe de eso, cómo demuestran otros títulos como “Mystic River”,
“Million dollar baby” o “Los puentes de Madison”.
Al parecer, se le impuso que el protagonista fuera Kevin
Costner, que estaba muy de moda por aquella época. El resultado fue muy
provechoso pues realizó una de las mejores interpretaciones de su filmografía,
si no, la mejor. Le acompañaron el propio Clint Eastwood, Laura Dern y T.J.
Lowther (el niño). Como decía, tuvo buenas críticas. Costó 30 millones de dólares y
recaudó 135 en taquilla, una proporción muy habitual de las películas del
director.
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