martes, 19 de marzo de 2019

Escenas Míticas: Clint Eastwood director - Los puentes de Madison




   Quién iba a decir que ese actor enmarcado en los personajes de duro, como en la “Trilogía de dólar” y la saga “Harry, el sucio”, iba a ser uno de los directores con mayor sensibilidad y sutileza a la hora de desarrollar precisamente a sus personajes. Aunque en ese camino, Clint Eastwood ha ido trepando por una escalera de evolución personal y artística.



   De hecho, comenzó dirigiendo películas más propias de las que él acostumbraba a protagonizar, es decir, varios thrillers, algunos western, otras policíacas, incluso alguna de acción, que hoy sería impensable. Digamos que en todas ellas siempre había armas de fuego, por lo general, pero se empezaron a dar algunos ejemplos que se salían del guion, cómo "Bird” o “Cazador blanco, corazón negro”.



   Clint Eastwood exploraba otros terrenos y se acercaba más al drama, aunque con sus géneros más característicos. Pero con “Los puentes de Madison” se marcó toda una historia de amor. Quién hubiera pensado que uno de los duros de Hollywood se fuera a marcar una película romanticona, para colmo protagonizada por él mismo.



   Por cierto, qué Eastwood no fue la primera opción. Inicialmente iba a dirigirla Steven Spielberg, que tras retirarse, aunque el proyecto iba a dejarse en manos de Bruce Beresford, Clint manifestó su interés en hacerse con los mandos y la película cayó en sus manos. Curiosamente pasó lo mismo con “Un mundo perfecto”, en la que también cogió el testigo de Spielberg. No se puede decir que desaprovechara las oportunidades.



   Pero claro, el veterano director no iba a conformarse tan solo con traernos una pastelosa historia de amor sino que, como siempre le gusta hacer, pretendía mostrar algunos aspectos sociales. Cómo mostrar a una ama de casa enjaulada en casa, sacrificada por la familia, anulando sus sueños y su pasión y que veía en ese fotógrafo del National Geographic la luz a su vida gris.



   Tampoco perdió ocasión de denunciar cómo era vista la infidelidad en la época, especialmente si era cometida por una mujer, lo que le impedía a él presionarla para cometer tal sacrificio, y conformarse. De ahí la frase: “no quiero necesitarte porque no puedo tenerte”. Es por eso que empatizamos tanto con Francesca en la secuencia final de la lluvia, rodada de forma magistral casi como un duelo de Sergio Leone, manteniéndonos en vilo hasta el final.



   Inicialmente se pensó en Robert Redford para el papel protagonista masculino, lo que hubiera supuesto una reedición teniendo en cuenta lo de representar una infidelidad como por haber formado nuevamente pareja con Meryl Streep, en “Memorias de África”. Finalmente se lo reservó el papel el propio Clint Eastwood teniendo una de las pocas escenas de sexo de su carrera, al igual que la de ella, papel por el que también pugnó Catherine Deneuve.



   Por cierto, Meryl Streep tuvo una más de sus múltiples nominaciones. El único Oscar al que optaba la película. Curiosamente, ese año “Babe, el cerdito valiente” optaba a siete. Quien lo entienda que me lo explique. Pero la triunfadora de esa edición fue “Braveheart” con cinco estatuillas. Por lo demás, la película tuvo excelentes críticas y funcionó muy bien en taquilla lo que ya es extraño tratándose de una película de corte claramente romántico. Costó 22 millones de dólares y recaudó 182 en taquilla.



   Basada en el libro homónimo de Robert James Waller, que terminaría convirtiéndose en best seller, Eastwood se embarcó en una historia de amor desarrollada en tan solo unos días. Sin embargo, no son pocos los que afirman que la película supera ampliamente a la novela que adapta. Por cierto, los puentes a los que hace referencia son reales y están en el condado de Madison, en Iowa.

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