Suponía
la confirmación de que Ari Aster es un director diferente, con un
sentido visual especial. Si es verdad que se advierte que se empieza
a gustar mucho a sí mismo. Muchos le tachan de cineasta pretencioso.
Tampoco es que haya sabido nunca que significa que un director
de cine sea pretencioso. Stanley Kubrick lo era, ¿Y que?. ¿Cuál es
el problema? Personalmente me gustan los directores que no se
achican. Me gusta Ari Aster.
La
película se inspira en una fiesta tradicional sueca llamada como el
título, “Midsommar”, una especie de noche de San Juan nórdica,
pero celebrada durante todo un fin de semana, todos los años, y
dónde se enaltecen una serie de tradiciones culturales suecas,
haciendo gala de unos atuendos ancestrales, una decoración donde las
flores son elementos imprescindibles y la danza la práctica
predominante.
No
obstante, Aster quiso recrear un Midsommar especial, mezclando el
folklore clásico sueco con el británico y el alemán, incluso
desplazándose personalmente a esos países, haciendo un profundo
estudio de sus tradiciones y extrayendo lo que le interesaba de ellas
para la historia que iba a plasmar en su guion.
Con
todo ello retrató una especie de secta cuya cultura rechaza la
individualidad, que lo comparte todo, desde el lugar para dormir, la
mesa para comer y lo más importante, las sensaciones y los
sentimientos, lo cual es vital para la historia. Pues en realidad la
película representa una metáfora sobre la superación del dolor,
sea por una perdida o por la ruptura de una pareja. Tema del dolor
que comparte con la película anterior del director, “Hereditary”.
No
es lo único que comparte con esa película, lo que va haciendo un
retrato del estilo y preocupaciones de Ari Aster cómo director. De
tal manera, que la carga dramática es altísima y la superación de
un trauma familiar vuelve a ser central. Pero además, el cineasta
continúa adelantándonos detalles de lo que va a ocurrir más tarde,
cómo son varias de las ilustraciones que se nos muestran.
El
más claro es el mural que vemos nada más empezar la película que
nos enseña todos las fases, representadas en las cuatro estaciones,
por las que va a pasar la historia. Además, nuevamente prescinde de
los sustos efectistas y para colmo rompe con la idea de que el terror
debe ambientarse en la oscuridad, pues salvo el principio, toda la
película es bajo un sol radiante.
Varios
de los rituales que vemos tienen su base real tradicional, como el
“águila de sangre”, una práctica especialmente impactante
procedente de la cultura vikinga, o la de colocar un bello púbico en
la comida de un hombre como hechizo para atraer al amado en el medievo.
Además, el director se recrea en mostrarnos todas las prácticas de
la secta, haciéndonos partícipes del viaje y las sensaciones de los
extranjeros, nuestros protagonistas. Algunas parecen ridículas y
causaban risa en los espectadores pero se explica más por el choque
de nuestras culturas.
Florence
Pugh me había llamado mucho la atención en “Lady Macbeth” pero
me había ofrecido dudas en la miniserie “La chica del tambor”
fue aquí donde terminó de convencerme totalmente y hoy estoy
encantado de que sea la nueva Viuda Negra. El problema es que se come
crudos a sus compañeros, Jack Reynor, Vilhem Blomgreen y el resto
del reparto sueco.
Aunque
personalmente le veo reminiscencias de películas como “El hombre
de mimbre”, o “El bosque”, Ari Aster señala títulos como
“Narciso negro”, “Macbeth” o “Tess”. Tuvo buenas críticas
en general pero dividió al público entre quiénes salían
indignados de verla y los que salían fascinados. Aún así, habiendo
invertido solo 9 millones de dólares, consiguió 48 en taquilla. Una
película que como la anterior de Aster, fue producida por a A24.
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