Reconocía
el propio Robert Eggers que debería hacer en adelante películas más
accesibles al público. Puesto que sí “La bruja” ya se salía
bastante de los estándares comerciales habituales del género de
terror, “El faro” lo hacía aún más y, si bien, suponía la
confirmación como cineasta del horror. Parece que en su última película, “El
hombre del Norte”, ha cambiado de registro, aunque sea en cuanto a
género.
Como
en su anterior película, aquí también se inspira en un hecho real.
Concretamente en la tragedia ocurrida en 1801 a dos fareros galeses,
que también ambos se llamaban Thomas, como los protagonistas del
film. Igualmente, la relación entre ellos era de gran hostilidad y
cuando uno de ellos falleció a causa de las heridas de un extraño
accidente el otro enloqueció pensando que le echarían la culpa.
Pero
los hechos se tornaron más oscuros. Thomas Howell, el superviviente,
decidió meter a Thomas Griffith, el fallecido, en un ataúd y colgarlo de
una barandilla cercana a la cabaña donde dormía. Sin embargo, una
noche de gran tormenta, el viento y el fuerte oleaje destrozaron el
improvisado ataúd y el cuerpo de Griffith quedó colgado de las
cuerdas y golpeando contra la ventana a Howell.
El
cual llegó a pensar que Griffith aún muerto, quería entrar en la
cabaña. Cuando un bote de socorro llegó a la isla, encontraron a
Howell totalmente fuera de sí y mentalmente perturbado. El hecho
supuso un cambio en las normas para el mantenimiento de los faros,
considerando el aislamiento como un factor de mayor peligro del que
se creía, y a partir de entonces en cada faro debía haber mínimo
tres hombres.
Eggers
solo se inspira en esta historia pero de la misma manera que lo hace
con textos literarios de Herman Melville, Robert Louis Stevenson o
H.P. Lovecraft. Aunque centrándose en un relato no acabado de Edgar
Allan Poe. Y en el folklore, tan importante para su obra precedente,
“La bruja”, como para Ari Aster, el otro director de este ciclo,
para “Hereditary” y “Midsommar”.
Sobre
todo en cuanto a mitología. La parte final recuerda el mito de
Prometeo, que se enfrentó a Zeus para robar la luz y por ello fue
castigado siendo inmovilizado para que un águila lo fuera devorando
poco a poco. Pues bien, el personaje de Robert Pattinson mata a su
superior, que podría considerarse su Dios (de hecho hay una imagen
de Willem Dafoe qué es la viva imagen de Proteo, Dios del mar) para
conseguir la luz del faro. Pero finalmente es devorado por las
gaviotas. Además podemos ver durante sus fantasías, sirenas,
animales con grandes tentáculos, gaviotas agresivas.
La
elección de los actores fue sencilla. Tanto Willem Dafoe como
Robert Pattinson habían manifestado su adoración por la primera
película de Eggers, “La bruja”. Igualmente el director pretendía
que Pattinson formara parte del reparto de alguna de sus próximas
películas. Durante el rodaje contrastaron los estilos de ambos
intérpretes. Dafoe, de formación teatral, quería ensayar
constantemente. Sin embargo, Pattinson quería lanzarse directamente al rodaje para que sus reacciones fueran más naturales.
El
resultado fue un duelo interpretativo titánico, donde Robert
Pattinson fue capaz de mantener el pulso a un grande como Willem
Dafoe, demostrando a todos aquellos que son incapaces de olvidarse
de su concurso en la saga “Crepúsculo” que es un buen actor.
Tan solo les acompañó, y de forma muy fugaz, Valeria Karaman, de
nuevo una modelo, como en su anterior película, para interpretar a un
ser sobrenatural en este caso, la sirena.
A
pesar de estar rodado en blanco y negro y con una relación de
aspecto de 1.19:1, es decir, una pantalla prácticamente cuadrada,
para resaltar el efecto de fotografía antigua, recaudó 18 millones
de dólares, habiendo invertido solo 4. Además tuvo excelentes
críticas y ganó el premio FIPRESCI premio que otorga la prensa) en Cannes.
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