Con
motivo del estreno de “El hombre del norte” (“The northman") la
interesante epopeya vikinga que es lo nuevo de Robert Eggers, vamos
a realizar un repaso de las aún cortísimas pero muy expectantes
carreras de dos de los mayores representantes, a pesar de solo contar
con un par de títulos por barba, del llamado “nuevo terror”, con
el propio Robert Eggers y Ari Aster, con el que empezamos hoy.
Ambos
encajados en lo que se ha denominado terror elevado. Es decir,
películas de terror con un componente psicológico muy importante y
que no son simples productos para dar miedo sino que encierran un
mensaje y una carga dramática. Por cierto, en la última entrega de
“Scream” se burlan de esta clase de terror, muy alejada de los
términos del más visceral, como el slasher, desde luego.
Pero
aparte de las películas de Aster y Eggers, tenemos títulos como “It
follows”, “Babadook”, “Saint Maud”, o las dos de Jordan
Peele (de él también hablaremos este año), con “Dejame salir”
o “Nosotros”. No obstante, vayamos a la que nos ocupa hoy. Una de esas
que se promocionan diciendo que provocan desmayos y demás. Qué son
eso, pura promoción. Pero en este caso, si me parece una película
realmente perturbadora y la considero una de las mejores películas
de terror de este siglo XXI.
Supone
la ópera prima de Ari Aster que anteriormente solo había rodado
unos cuantos cortos. El director confesaba una retahíla de títulos
que le habían inspirado, pues también es suyo el guion, como “La
semilla del diablo” (más que evidente), “Amenaza en la sombra”,
“Carrie” o “El exorcista”. Aunque concretamente, una de sus
escenas más importantes está basada en un caso real.
Y si,
es la de la decapitación. En 2005, en el estado de Georgia, dos
amigos volvían en coche con una considerable borrachera. Uno de
ellos asomó la cabeza por la ventanilla, el copiloto, para
despejarse con el aire, con tan mala suerte que impactó con un poste
telefónico, separando su cabeza del cuerpo. Pero el conductor no se
dio cuenta hasta el día siguiente. Condujo hasta casa, aparcó y se
fue a dormir, dejando a su amigo decapitado en el coche.
El
caso es que una de las particularidades de este tipo de cine de
terror es que encierran varias metáforas. Literalmente, la
explicación del final de la película sería básicamente que la
difunta abuela era líder de un culto a un demonio, al cual
pretendían invocar. Pero a través de su hijo, el cual se suicida
ahorcándose, y luego pasando a la nieta. Pero ante la necesidad de un
varón también ésta muere porque el objetivo es el hermano mayor.
A
lo que se refiere el título es a la herencia genética de ese culto,
de ese demonio, Peimon (basado en uno de los compañeros de Lucifer).
Pero también podría hacer referencia a la herencia de una
enfermedad psicológica familiar, qué podría explicar que todo lo
que vemos es producto de la paranoia colectiva de la familia, de la
cual estaría exento el marido, al no tener su sangre. Creo que es
solo una metáfora, lo mismo que de la incomunicación familiar.
En
el reparto, una sensacional Toni Collette (ya estuvo en otra icónica
película de terror, “El sexto sentido), Gabriel Byrne, Alex Wild,
Ann Dowd (la tía Lydia de “El cuento de la criada” y la joven
Milly Shapiro. Su extraño aspecto se debe a una enfermedad real de la
actriz, disostosis cleidocraneal, qué afecta al desarrollo óseo del
cráneo.
La
película fue producida por A24, productora especializada en
proyectos de terror muy modestos en presupuesto pero muy rentables.
Costó solo 10 millones de dólares pero recaudó 80 en taquilla.
Además, tuvo excelentes críticas, aunque al público le dividió.
Cómo curiosidad, hubo un incidente relacionado. El tráiler de la
película se proyectó antes de una película familiar “Peter
Rabbit” con el cine lleno de niños, en los cuales creó pánico, se
acusó a la película de aterrorizar a niños.
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