jueves, 14 de mayo de 2020

Escenas Míticas: Claustrofobia - 127 horas




   Aunque ya parecen relajarse las medidas del estado de alarma, y esperemos que no haya motivo para dar pasos atrás, una de las palabras más pronunciadas, si no la que más, en estos últimos dos meses, es confinamiento. Bien pues este mes hablaremos de películas en las que sus personajes se ven obligados a estar confinados. Claro que veremos casos muchos más extremos y el lugares mucho más pequeños que un piso.




   Porque la sensación predominante será la de claustrofobia. Durante el ciclo anterior, el de pandemias, estuve investigando por qué a la gente le daba por ver precisamente películas de epidemias, contra más apocalípticas mejor. En varios artículos, psicólogos resaltaban que ver películas en las que la situación era más extrema que la propia y al final era superada, creaba una sensación de alivio y esperanza en el espectador.



   Pues veamos si ocurre lo mismo con películas cuyos personajes están encerrados a la fuerza. Repasarlas quizá crea una sensación de claustrofobia pero al terminar confío en que produzca una de liberación. Junto a la de desconocimiento y vuelta a la nueva “normalidad” por fases, espero que surta un efecto terapéutico. 



   Cómo le ocurrió al protagonista de esta historia real, Aron Ralston, un excursionista que quedó atrapado durante cinco días, más en concreto, 127 horas que dan título a la película, en una gruta del Parque Robbers Roost de Utah, cuando una enorme roca le aprisionó el brazo contra la pared de la gruta. 



   De hecho, el libro en el que está basada la película, escrito por el propio Ralston, aunque aquí lo conozcamos como “Entre la espada y la pared”, el título original es “Between the rock and a hard place”, o lo que es su traducción literal “Entre la roca y un lugar duro”. Queda mejor el otro, la verdad sea dicha.



   Un libro que describía con todo lujo de detalles su desesperante experiencia en el Cañón Blue John, del que escapó tras amputarse el brazo con una navaja multiusos. Escena perfectamente recreada en el film, qué levanto ampollas, y algunos desmayos en su proyección en cines, y ciertamente no me extraña. De todos modos el libro alterna el relato con episodios de excursiones anteriores de Ralston, lo que le da cierto carácter autobiográfico.



   La película se encuadra en la segunda etapa de la carrera cinematográfica de Danny Boyle, que venía de arrasar con su anterior película, y de ganar el Oscar como director, entre otros, por “Slumdog millonaire”. Y que tras “127 horas”, “Trance”, “Jobs”, “Trainspotting 2” y “Yesterday”. Boyle, que llevaba cuatro años tras el proyecto, consiguió que una película con un solo personaje y un solo escenario resultara tremendamente entretenida. 



   Para el papel se postularon Cillian Murphy (con quien Boyle ya había trabajado en “28 días después” y Ryan Gosling. Pero finalmente recayó en James Franco, quien hizo tal interpretación que le valió la nominación al Oscar. En el film también intervienen Kate Mara, Amber Amblyn Clemence Poesy y Lizzy Caplan, pero sus participaciones son brevísimas. Casi tanto como la aparición final del verdadero Aron Ralston. 



   Esa no fue la única nominación, también tuvo la de mejor película, guion, banda sonora, canción y montaje. No consiguió traducirlas en premios pero económicamente si logró transformar sus 18 millones de presupuesto en 60 de recaudación y el reconocimiento de la crítica. Boyle logró transmitir la desesperación, la soledad y la claustrofobia (a pesar de desarrollarse en un lugar natural). Además de concienciar a un montón de senderistas y excursionistas con afán de aventura. La historia es tan fiel a la realidad que casi es un documental.

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