Hay tres aspectos imprescindibles para que una película musical funcione. Puede parecer una perogrullada pero las canciones tienen que enganchar, tienen que sonar bien y quedarse en la cabeza del espectador. Los números musicales deben ser, como poco, vistosos. Y las letras tienen que ayudar a contar la historia. Todo eso es conveniente que funcione para ser un buen musical incluso por encima de su valor puramente cinematográfico. Y aquí lo hace como un reloj.
Es por lo que, entre otras cosas, la parte musical de “Joker, folie a deux” falla. Porque está impostada, metida con calzador, incluso estorba. Todo lo contrario a “El gran showman”, que se siente un musical desde el minuto uno, de hecho, son sus canciones y sus números musicales lo mejor de la película. Y que sus letras están plenamente integradas en la narración de la historia.
Es por eso como incluso aunque este género no sea tu favorito o que vayas a ver la película sin saber que pertenece a él, cómo fue mi caso (pensaba que iba a ver una sobre el circo, pero nada más), puedes disfrutar de ella. Una sensación similar a la que me dejó “Moulin Rouge”, la cual fui a ver en contra de mi voluntad y de la que salí encantado, convirtiéndose en una de mis películas musicales favoritas.
Mención especial para los compositores de las canciones, Benj Pasek y Justin Paul, que venían de hacer lo propio con la de “La la land”, lo que les valió un Oscar. Y casi repiten con esta película, con la canción “This is me”, que incomprensiblemente, no ganó la estatuilla aunque si el Globo de Oro. Canciones para las que los miembros del reparto aportaron sus propias voces, salvo en el caso de Rebecca Ferguson, para “Never enough” que exigía una potencia de voz superior.
La de la verdadera vocalista, Lorena Allred, que salió del concurso “Got talent” donde deslumbró tanto al jurado como al público. La Ferguson era un personaje secundario donde el protagonista era Hugh Jackman, en el que sería su segundo musical tras “Los miserables”, por el que fue nominado al Oscar. Por cierto, para el personaje de Jenny Lind (Ferguson), optaron Anne Hathaway (que sí sabía cantar), Carey Mulligan y Ellen Page (entonces se llamaba así aún).
Les acompañaban Zac Efron (quinto musical en el que participaba), Michelle Williams, Keala Settle (la que interpreta la canción nominada, “This is me”) y la que por entonces debutaba en una película, Zendaya. Hoy está en todas las salsas y es una de las actrices más cotizadas, pero en ese momento solo se la conocía como cantante. Por cierto, que lo dio todo en la escena de las acrobacias, realizándolas ella misma sin usar doble.
Después vendría la exitosa serie “Euphoria” y su participación en las sagas, aún vigentes, de “Spiderman” y “Dune”. Y el año que viene hará lo propio en la última película de Christopher Nolan, “La odisea”. Además, su nombre sale siempre como opción para casi cualquier papel femenino de relevancia. Lo dicho, en todas las salsas, y merecidamente.
Otro que debutaba era el propio director de la película, Michael Gracey, que hasta el momento sólo había realizado videoclips. Tras esta película solo ha dirigido otra más, también musical, “Better man”, extraño biopic sobre el cantante Robbie Williams. Para “El gran showman”, según sus propias palabras, se inspiró en los musicales clásicos del cine, como “West Side Story”, “Mary Poppins” o “Sonrisas y lágrimas”.
Aunque inicialmente iba a ser un biopic al uso, sin parte musical, inspirado en la figura de Phineas Taylor Barnan, uno de los pioneros del circo, que de hecho fue confundador del Ringling Brothers and Barnum and Bailey Circus. Y que llegó a ser incluso alcalde de Bridgeport, Connecticut. Aunque la visión que se hace de él es bastante libre, muy idealizada y romantizada, demasiado benevolente con el personaje real.
Porque Barnum era considerado un embaucador. Y se omite su lado más oscuro. Por ejemplo, la explotación laboral a la que sometía a sus artistas, acompañado de un trato bastante opresor. Incluso llegó a comprar una esclava para poder exhibirla. Pero ya se sabe, la magia del cine sobredimensiona las figuras públicas y elige el tono que más le puede gustar al espectador.
Y está claro que aquí funcionó, porque aunque las críticas profesionales fueron mixtas, esta mezcla de música de teatro con pop le encantó al público y así lo demostró en la taquilla, haciendo que la película recaudara 420 millones de dólares, habiendo invertido 84 en su producción.

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