El estreno de la segunda parte de “Wicked”, esa suerte de precuela de “El mago de Oz” que triunfó previamente en los teatros y que provocó su adaptación cinematográfica como gran superproducción, probablemente la última gran película en ese género, el musical, y que nos sirve para ampliar el repaso, que ya se inició en otro momento, de los musicales en el cine, comenzando con uno de los más exitosos que ha habido.
Porque “West Side Story” es, porque sigue siéndolo, una de las películas más oscarizadas de la historia del cine, llevándose diez de las once estatuillas a las que optaba, es decir, casi haciendo pleno. En su momento, se colocó solo por detrás de “Ben-Hur”, como película más galardonada en los Oscars. Un selecto club al que llegarían, sobrepasando también a la propia “West Side Story”, títulos como “Titanic” y “El Señor de los Anillos: el Retorno del Rey”.
Por tanto, sobra decir que tuvo excelentes críticas. Pero es que también le fue de maravilla en lo económico. Costó sólo 6 millones de dólares y recaudó 43 en taquilla, convirtiéndose en la segunda película más taquillera de 1961, sólo por detrás de “101 dálmatas”. No le fue igual de bien al buen remake que realizó Steven Spielberg en 2021.
Se trataba de la adaptación del musical de Broadway, cuyo libreto fue escrito, y era el primero para un musical, por Arthur Laurents. También participó en el guion de la película, aunque paradójicamente, fue el único Oscar que se le escapó a “West Side Story”. Ya había sido nominado al Tony (los Oscars del teatro) sin conseguirlo. Lo ganaría más tarde por “Hallelujah, baby” y “La jaula de las locas”.
La historia no era otra cosa que una actualización de la obra de William Shakespeare, “Romeo y Julieta”, cambiando las familias de los Montesco y los Capuleto por las bandas callejeras de los Jets y los Sharks. Y la Verona italiana por la neoyorquina Manhattan. Además, tocando un tema que más de sesenta años después está más de rabiosa actualidad en Estados Unidos, por desgracia, el racismo, en concreto hacia los inmigrantes.
Aunque en el reparto había pocos. De hecho, hubo que maquillar, oscureciéndoles la piel, a los actores que hacían de puertorriqueños. Un maquillaje que hoy, incluso, en su momento, se nota demasiado recargado. No en vano llegaron a gastar 45 kg de maquillaje. Más allá de eso a nadie le importó que Natalie Wood no tuviera nada de latina. Suerte que en esa época no había redes sociales, pues hoy la habrían despedazado antes de estrenarse la película.
Pero allá por los sesenta, la gente estaba muy loca e iba al cine a ver la película, no a comentar memeces de lo que hoy conocemos como haters. La que sí era latina, y además puertorriqueña, fue Rita Moreno, que se convirtió en la primera actriz en ganar el Oscar de este origen. La actriz tuvo la dificultad añadida de superar una escena de tentativa de casi violación en grupo, circunstancia que le recordaba a una agresión sexual real sufrida por ella a cargo de su representante.
El papel de Natalie Wood, el de María, fue ofrecido a Audrey Hepburn, pero finalmente no fue para ella por ser demasiado mayor para el personaje. Para el de Tony hubo una terna bastante variopinta de aspirantes; Elvis Presley, Warren Beatty, Robert Redford, Burt Reynolds y Richard Chamberlain. Finalmente fue para el desconocido Richard Beymer.
Por cierto, prácticamente todo el reparto fue doblado, incluida la propia Natalie Wood, cuya voz fue suplantada por la de la soprano Marni Nixon, aunque ella se enteró poco antes del estreno de la película, lo que la molestó bastante. Sólo el actor George Chakiris puso su propia voz. Estas prácticas de doblaje eran muy habituales cuando no se usaban actores que además fueran cantantes.
En la dirección estaba Robert Wise, un especialista del género de ciencia ficción, e incluso terror, con títulos como “Ultimátum a la tierra”, “La amenaza de Andrómeda”, “Star Trek, la película” o “La mansión encantada”. Aunque posteriormente a “West Side Story”, dirigió otro mítico musical, “Sonrisas y lágrimas”. Compartió la batuta con el director del musical original, Jerome Robbins, que se ocupó de todas las coreografías.

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