La recientemente estrenada “The smashing machine”, donde vemos a un Dwayne Johnson casi irreconocible, nos da la oportunidad, o la excusa, de repasar algunas películas en las que sus protagonistas exhiben sendas transformaciones físicas que los alejan de sus aspectos habituales en el resto de sus filmografías.
En este caso, Jeff Goldblum no aparece cambiado de inicio sino que vamos viéndole transformarse, ni más ni menos, que en una mosca tamaño humano. Por tanto, la transformación es progresiva hasta el punto que el monstruo final es una marioneta, porque ya el actor no podía "cambiar" tanto.
Quién mejor que David Cronenberg para llevar a cabo esta transformación. Aunque su participación fue prácticamente una carambola pues el cineasta estaba en conversaciones para dirigir “Desafío total”. La primera opción era un por entonces desconocido Tim Burton, que rechazó el ofrecimiento, lo cual llevó a los productores a probar con Cronenberg, que le pareció más interesante este proyecto que el que acabaría por dirigir Paul Verhoeven.
De haber aceptado Burton la primera elección iba a ser el que se convirtiera en protagonista de sus dos siguientes películas, “Bitelchus” y “Batman”, Michael Keaton, pero esta opción se truncó con la negativa del director. Lo que llevó a decantarse por Jeff Goldblum. A quien la acompañaría a su pareja por aquel tiempo, Geena Davis, antes de “Thelma y Louis”, y John Getz. El propio Cronenberg hacía uno de sus acostumbrados cameos.
Quien con esta película prácticamente cerraba su etapa denominada “la nueva carne”, iniciada con “Vinieron de dentro de…”, “Rabia”, “Cromosoma 3”, “Scanners” y “Videodrome”, para pasar a una más psicológica de la cual ya había hecho “La zona muerta”, incluso antes de “La mosca”, y que ya marcaba el camino a una nueva etapa estilística y estética de su filmografía.
Más que un remake del original de 1958, que adaptaba el relato corto de George Langelaan, qué curiosamente fue publicado por primera vez en la revista Playboy, era una nueva relectura de él, una versión muy distanciada de la primera adaptación. Tuvo una secuela tres años después, en 1989, dirigida por el que fue responsable de los efectos especiales y maquillaje en la primera parte, Chris Walas, trabajo que le reportó un Oscar de la Academia.
Suya fue la idea de crear el vómito de Brundle-mosca mezclando miel, huevos y leche. O de idear una habitación giratoria para hacer que este pareciera que caminaba por las paredes y el techo. O del diseño de las “telecápsulas”, convertidas casi instantáneamente en iconos. Si uno oye la palabra teletransportación inconscientemente piensa en ellas. Para recrear la criatura final consultó a varios genetistas preguntándoles que podría generarse mezclando el ADN humano y el de una mosca.
Un bicho que a pesar de lo grotesco de su imagen, con una marioneta realmente desagradable, fue capaz de conmovernos a todos cuando suplica con la mirada a Verónica (Geena Davis) que acabe con su sufrimiento. Pues Cronenberg quería hacer una metáfora de la degradación física y psicológica, tocando los temas, además, de la enfermedad, la identidad y la ambición científica.
Para ello tomó como referencia “La metamorfosis “, de Frank Kafka, donde un hombre despertaba convertido en un insecto gigante. La película tuvo excelentes críticas y funcionó económicamente. Costó 15 millones de dólares y recaudó 60 en taquilla.
Respecto a las escenas con los babuinos, Cronenberg lo pasó especialmente mal pues les tenía mucho miedo. Sin embargo, Jeff Goldblum no tuvo ningún problema, lo que facilitó las secuencias que compartían. Al parecer, eligieron al actor como macho alfa, quizá por su imponente físico de caso dos metros o porque pasaba mucho tiempo con ellos fuera del rodaje.
Se descartaron dos escenas particularmente desagradables. En una de ellas, Brundle ponía un mono y un gato en una de la cápsulas y aparecían en la otra hibridados. En otra, Brundle atacaba a una anciana que se disponía a tirar la basura, por supuesto, echándole su vómito ácido en la cara.
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