No
me creo lo que voy a decir. Me ha gustado esta película. También es
que lo digo teniendo en cuenta que el nivel más habitual de las
películas sobre este subgénero, tiburones, es muy
bajo y en bastantes más casos de lo que a uno le apetecería, con
ejemplos deleznables. Aún así, suelo ver muchas
sobre
estos pececillos y confieso que “Deep blue sea” es una de mis
favoritas, pero tras ver la deplorable secuela no sé ni como me he
atrevido a ver esta, solo basándome en una escena que vi por
casualidad, que me pareció bien
rodada.
Porque acertadamente, aquí han querido volver al camino de la
primera, más que de la segunda. Ojo,
nadie está diciendo que sea buena, de hecho, es mala, pero no muy
mala. Porque son plenamente conscientes que quien se ponga a ver esta
película no es precisamente por el guion, sino para ver muchas
escenas de tiburones, y eso es lo que te ofrecen. Y es que están
bastante decentemente bien hechos y además, hay varias escenas
submarinas rodadas con un suspense muy logrado y buena factura. A
parte de que la idea de desarrollar toda la historia en torno a una
isla flotante a lo “Waterworld”, está chula. Ahora, hay que
perdonarle cosas como que todo el mundo que se meta en el agua vaya
debidamente equipado con su traje de neopreno y demás, menos la
protagonista, Tanya Raymonde (“Perdidos”), que va permanentemente
en bañador, no vaya a perderse alguien el cañón de tía buena que
es. Y si en la primera parte, los escualos sabían latín, aquí se
han sacado dos carreras, un master y se han leído dos veces “El
Quijote”. Pero
bueno, la diversión que ofrece a cambio de esos pecadillos lo
compensa, porque lo reconozco, me ha entretenido e, incluso, me lo he
pasado bien. 5’5.
Estoy
reflexionando sobre si soy de otro planeta o estoy viviendo en una
realidad alternativa. Porque yo no entiendo nada. Me maravillo de
comprobar como se cargaron tanto las tintas con una película de
verdad como era “Prey”, sacándole toda clase de críticas
absurdas, mirándole hasta los empastes y, sin embargo, se le hace la
ola a esta, perdonándole todos sus pecados (que los tiene),
elevándola a los altares como película mejor valorada sobre este
personaje. Que si, que tiene muy buena animación. Que si, que tiene
muy buenas secuencias de acción. Faltaría más, porque es lo único
que tiene. Porque lo que es argumento, no. El guion no creo que
ocupara más de dos folios (por una cara). A ver, que tampoco
esperaba que se pusieran a recitar a Shakespeare, pero es que no
tiene ni diálogos. Básicamente son unos ochenta minutos de peleas,
sin ningún hilo narrativo, divididos en tres cortos (que no
historias) pegados con pegamento. Por cierto, el tercero no tiene ni
puñetero sentido, a no ser que el protagonista fuera Ethan Hunt
disfrazado y clarividente. Sin embargo, y esa es la pena, que bien
hubiera estado la de los vikingos o los samuráis pero bien
desarrolladas, incluso en una película propia. Pero no, esto parece
más un “what if” de acción a matacaballo, cosa que nunca ha
sido la saga de “Predator”, que tanto las buenas como las malas,
eran una mezcla de
aventuras, ciencia ficción, suspense, terror y si, también acción,
pero no solo eso. Es entretenida, hay mucha sangre y gore, y los
combates son tremendos, pero no es una gran película, como la está
poniendo todo Dios. Al menos en mi planeta o en mi realidad
alternativa. 6.
No lo escondo, me chiflan las películas en las que los animales se cargan a los humanos, las que en general se califican como monster movies. He visto literalmente de toda clase de bichos. Tiburones, cocodrilos, murciélagos, leones, lo que sea. Narices que he visto hasta de castores. Pero creo que de unicornios esta es la primera. Porque aquí los van a mostrar muy alejados de la imagen de los cuentos o las fábulas fantásticas, incluso de los sueños de un androide. No, aquí el unicornio es uno de esos monstruos, y precisamente ese es el mayor atractivo de la película. Además, que la cosa se presentaba bien, con la productora A24 volviendo a apostar por una iniciativa arriesgada y y Ari Aster como productor. Pero no les ha terminado de salir, especialmente porque parece que no sabe lo que quiere ser, si una película para todos los públicos o solo para adultos. Porque el tono y el humor es el de una típicamente familiar pero las muertes son para una calificación R. Si, las víctimas pueden ser aplastadas, mordidas, destripadas o empaladas, y la verdad es que son lo mejor de la película y se agradece que no se corten con el gore. Ahora bien, contrasta con la mezcla de comedia. Deberían haber cargado todas las tintas hacia el terror o hacer uso de un humor claramente negro. Y se queda a medio camino. Porque el guion es una mera moralina sobre lo asquerosos que son los ricos, lo irrespetuosos que son los humanos con los animales y la naturaleza y lo que son capaces de hacer los padres por los hijos. Pero, en definitiva, aquí solo importa como van a matar a unos personajes que, aunque estén tras caras tan reconocibles como Jenna Ortega, Paul Ruud, Tea Leoni o Will Poulter, tienen bastante poca chicha. Entretiene pero poco más. 5’5.




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