Al finales de este mes se
estrena la tercera y, al parecer, última parte de la casi fortuita saga de
“John Wick” porque el éxito de la primera parte fue inesperado, lo que propició
una inevitable secuela con, ya si, bastante expectación, fue incluso más de los
que el público esperaba y dio lugar a otra película más para completar la
trilogía que se llamará “John Wick: Parabellum".
“John Wick” venía a poner de nuevo la moda el tipo de películas
de justicieros nacido mayormente en los setenta y al que ya hacia referencia
“The equailizer”. Y fue precisamente “El justiciero de la noche” quien dio el
pistoletazo de salida (nunca mejor dicho) para considerarse en sí mismo un
subgénero. Fórmula que rápidamente fue copiada por otros directores y ensalzó a
varios de los actores considerados duros de la época.
¿Había habido justicieros
antes de Paul Kersey de Charles Bronson?
Desde luego. ¿Y las películas de venganzas? Todas las que quieras. El tema de la venganza ha estado presente en todas
las décadas desde que se creó el cine. Es uno de los temas más recurrentes en
el western, ya no digamos en su vertiente italiana, el “spaguetti”. Y ha ido evolucionando
e incluso ramificándose en subgéneros específicos como el “rape and revenge”.
Y es que la violación
como motivo de venganza es uno de los más repetidos en las películas de este
tipo. Por ello, iniciándose principalmente con “I spit on your grave”, y creó
una corriente de películas donde una mujer era violada de forma brutal y
siempre de forma múltiple, mostrando una insoportablemente extensa escena de
manera de lo más explícita posible. Para que, tras darla por muerta, y tras una
dura recuperación, ella fuera matándolos con la más extrema crueldad y
violencia, hasta situar este género en las puertas del terror.
Incido tanto en este tema
porque el delito de violación está presente, si no consumada como intento, en
todas las películas que forman parte de la saga que descendió de “El justiciero
de la noche”. De hecho, la propia hija
del protagonista sufría serios abusos
sexuales, aunque en todas las sinopsis se diga que fue brutalmente violada, no
llega a consumarse, al menos si la comparamos con una de las escenas que más
traumatizó a un servidor, la salvaje y explícita violación múltiple de una
criada en “Yo soy la justicia” (la segunda parte). Y para colmo, su hija, ya
con las facultades mentales trastornadas es nuevamente abusada en la secuela,
provocando su suicidio.
Explico esto, porque es
importante señalar que el justiciero no nace sino que se hace y para que ésto
ocurra debe cometerse un agravio de gran magnitud, que provoque su venganza
personal donde se produzca una transformación interna que deriva en la justicia
al azar y convertirse en un asesino en serie.
Ésto llevaba al
espectador a empatizar de una forma directa con el protagonista, siendo
partícipes de su deseo de venganza. Si le sumamos que esta película se estrenó
en una época de inseguridad ciudadana más que manifiesta en Estados Unidos y
que las víctimas de Kersey correspondían al delincuente común, al maleante,
carterista, drogadicto, navajero y violador, justo lo que denunciaba el
ciudadano medio como amenaza, y lo relacionamos con la facilidad de obtener
armas de fuego en ese país. Más la queja popular de la inacción o incompetencia
policial y judicial, tenemos el caldo de cultivo para la creación de la figura
de un justiciero.
Es por eso que Charles
Bronson se convirtió en el prototipo de héroe nacional, que en el ocaso de su
carrera fue resucitado por este personaje y su colaboración con Michael Winner
como director de las tres primeras partes de la saga y de otros títulos como
“América violenta” o “Fríamente, sin motivos personales”, pero que tiene otras
películas mucho más recomendables como “La centinela” o “Cita con la muerte”
(una adaptación de una novela de Agatha Christie con Peter Ustinov). Señalar
como curiosidad que aparecía como delincuente juvenil Jeff Goldblum. Y el la
segunda parte, con el mismo tipo de rol,
Lawrence Fishburne.
Personalmente las
considero películas de bastante baja calidad artística e incluso interpretativa
pero que cumplían su función icónica como buena prueba de ello fue una saga con
cinco partes. Estaba basada en la novela de Brian Garfield, “Death Wish” (que
significa “Deseo de muerte” y que era el título original del film) y que a
España llegó como “El vengador”. También tuvo un innecesario y muy inferior
remake de Eli Roth con Bruce Willis como Kersey. Costó 3 millones de dolares y
recaudó 22 en taquilla.