martes, 10 de enero de 2023

Escenas Míticas: Darren Aronofsky - El luchador

 


   Vamos con uno de los títulos más reconocidos de este cineasta. En general, a la crítica y también al público, les gusta más la faceta realista de su filmografía. Quizá solo “Cisne negro” sea más valorado por ambas que ésta, que aunque tiene cierto toque fantástico, su tratamiento es eminentemente psicológico y juega más en el terreno del drama, al igual que la que hoy tratamos.




   Porque su otra tendencia, la fantástica, siempre ha generado división, especialmente entre los espectadores. Veremos ejemplos después en este ciclo. De hecho, su película precedente, “La fuente de la vida”, supuso un fracaso de taquilla, el mayor de su carrera, porque las dos otras películas de esa cuerda “Noe” y “Madre”, no fueron éxitos absolutos pero salvaron los muebles de no perder dinero. Y Aronofsky suele alternar estas dos vertientes.



   Esta vez tocaba la realista y, como digo, una de las que puso de acuerdo a crítica y público. Incluso ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. Además de dos nominaciones a los Oscar, aunque a sus actores, Mickey Rourke y Marisa Tomei, aunque no los ganaran, sucumbiendo ante Sean Penn (vale) y Penélope Cruz (incomprensible). Rourke si consiguió el Globo de Oro y un Bafta.



   No era para menos, Mickey Rourke, un actor con talento pero con una filmografía terriblemente irregular, capaz de grandes interpretaciones y otras mediocres, pero que aquí consiguió la mejor interpretación de su carrera, sin ninguna duda. En gran parte gracias al empeño de Darren Aronofsky en su participación. 



   Un director que ha demostrado saber sacar un gran rendimiento de sus actores, viéndose transformado en nominaciones, como en los casos de Ellen Burnstyn, Mickey Rourke o Marisa Tomei, y premios, como en el Oscar de Natalie Portman con “Cisne negro”. Y tiene toda la pinta que con su última película, “The whale”, Brendan Fraser podrá optar a todo, incluso a la más preciada estatuilla.



   Y sí, Aronofsky se empeñó en que su protagonista fuera Mickey Rourke, en contra de las intenciones del estudio, que dudaban y mucho, de que el actor consiguiera caer bien al público, y preferían otras opciones, como la de Nicholas Cage. Pero Rourke les demostró que la confianza que el director depositaba en él no era infundada. Se volcó en el personaje. Aumentó su peso en catorce kilos, entrenó con auténticos luchadores de wrestling y tuvo que aprender a caer en el ring.



   Porque las escenas de los combates eran completamente reales, rodadas incluso con público real en las gradas. Para ello se utilizaron cámaras Super16 ultraligeras al hombro. Para captar mayor realismo. Hay que decir que Mickey Rourke había hecho sus pinitos en el mundo del boxeo temporalmente, tanto como aficionado como con algunos combates como profesional.



   Por cierto, que su química con Marisa Tomei fue total y eso supuso una de las bases de la película. Les acompañó Evan Rachel Wood, que sustituía a la primera opción, Abbie Cornish. Por cierto, aparecía también Scott Siegel haciendo de traficante el esteroides, que unos meses después del rodaje fue detenido precisamente por traficar con esteroides.



   Ya hemos hablado de la influencia del anime “Perfect blue” en su filmografía, aquí en cuanto a mostrar las distintas caras del éxito, de los sueños y la decadencia. Los personajes de Aronofsky siempre están en una permanente búsqueda de su identidad personal. Aunque esta vez era la primera que dirigía un guion ajeno. Y la película gustó. Roddy Pipper, popular luchador de wrestling profesional, declaró que había llorado tras su visionado. Costó solo 6 millones de dólares y recaudó 44 en taquilla.



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