Ya
en el final del remake de “Asesinato en el Orient Express”,
Kenneth Branagh anunciaba que la siguiente película apuntaba lo que
claramente era otro remake de las novelas de Agatha Christie,
vinculados por el personaje creado por ésta, uno de los más famosos
de su obra literaria, el detective Hércules Poirot, interpretado por
él mismo, que esta vez se ha rodeado de nombres como Gal Gadot,
Armie Hammer, Annette Bening o Emma Mackey.
Tras
la cámara, un artesano todoterreno pero con gran predominancia de
las películas de aventuras, de carrera irregular pero que venía de
firmar dos películas que me encantan como son “El coloso en
llamas” y el remake de “King Kong” de 1976. Y cuya versión de la
novela de Christie fue bien valorada por la crítica. Sin embargo,
tras ella solo hizo tres películas más y de muy menor calidad, en
un declive inexplicable que terminó con su retirada del cine en 1988,
diez años después de ésta.
Era
la tercera adaptación de una novela de Agatha Christie, en
realidad cuarta, pues “Diez negritos” ya contaba con dos
versiones, a las que habría que sumar la de “Asesinato en el
Orient Express”. No obstante, los productores quisieron cambiar la
línea creativa respecto a aquella para paliar los defectos que los
críticos veían en las propias novelas de la escritora.
A
lo que se refería es que en sus libros los personajes apenas tienen
desarrollo y tan solo ejercen como meras piezas en una partida de
ajedrez. También a que las tramas eran demasiado mecánicas y en
pantalla podrían resultar reiterativas. Además, se consideraba que
caricaturizaba demasiado a los personajes.
Por
lo cual se contrató al guionista Anthony Shaffer, al que se debían
los libretos, nada menos, de películas como “La huella”,
“Frenesí” o “ El hombre de mimbre”, y al que tras el de
ésta, también se ocupó de los de las dos siguientes adaptaciones de
la novela de Christie, “Muerte bajo el sol” y “Cita con la
muerte”.
Shaffer,
dramaturgo de obras teatrales y especialista en el género policiaco
y especialmente el detectivesco, transformó ciertos aspectos del
texto original literario. Concretamente eliminó todo el tratamiento
colonialista que la escritora había imprimido a la trama principal.
Redujo el número de personajes para evitar la repetición de
interrogatorios. Y además introdujo algunos elementos de tensión en
la descripción de éstos.
Aún
con los cambios, Shaffer consiguió ser bastante fiel a la novela
original, conservando su espíritu y manteniendo la trama principal
intacta, consciente que su fuente era el misterio de cómo iban
sucediéndose los asesinatos y su resolución final. Para llevarla a
cabo, el rodaje se llevó a Egipto donde se rodó íntegramente
durante ocho semanas, cuatro de las cuales se dieron en un barco,
donde los personajes están encerrados gran parte de la película,
como mandan los cánones de whodunit.
Por
lo que las localizaciones culturales que vemos, las pirámides, las
Esfinges, o los templos de Abu Simbel y Karnak, son los reales. Por
cierto, las altas temperaturas, en ocasiones llegando a los 54 grados
al mediodía, obligó a maquillar a los actores de cuatro a seis de la
madrugada. Un reparto plagado de estrellas consagradas
del cine.
Como
Hércules Poirot el gran Peter Ustinov (el mejor que ha interpretado
el personaje para mí) acompañado nada menos que de Bette Davis, Mia
Farrow, David Niven, Ángela Lansbury (más tarde encarnaría otro
personaje mítico de Agatha Christie, Mrs. Marple) y luego otro muy
parecido en la serie “Se ha escrito un crimen”, (Jessica
Fletcher), George Kennedy, Jack Warden y Olivia Hussey.
La música la puso Nino Rota, el compositor de la mítica melodía de "El padrino". La película obtuvo el Oscar al mejor vestuario y tuvo buenas críticas. Sin embargo, en taquilla solo recaudó 14 millones de dólares, habiendo costado 8, pero inferior a los 25 de "Asesinato en el Orient Express" y a la parodia del género whodunit, "Un cadáver a los postres", con 32.
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