Hace
referencia a la figura de los shomer, que en la cultura judía viene
a ser una persona que se encarga de vigilar el cadáver de un
fallecido hasta su entierro, teóricamente protegiéndole de los
malos espíritus y demás. Éste puede ser un familiar o no, como el
de la película, que directamente es contratado para tan selecta
ocupación. Ni que decir tiene que, como no podía ser de otra
manera, al protagonista le pasa de todo durante la noche que le toca
y que igual lo que le han pagado no le compensa del todo. Por ese
lado es interesante, hablando de varias peculiaridades de la religión
judía. Aunque en definitiva no deja de ser una película de
fantasmas. Aunque juegue durante un tiempo con la posibilidad de que
esté todo en su cabeza, y de hecho, podría ser una interpretación.
Pero es que tarda tanto en entrar en faena que
resulta demasiado lenta en un principio y tampoco mucho menos cuando
se pone en marcha. Y algunas escenas están resueltas de forma un
tanto cutre, hablo desde la dirección. Así que tema interesante
pero ejecución regular. 5.
No
sé si decir que me parece mejor o que no está tan mal de lo que me
esperaba. Porque la somanta de palos que se ha llevado no invitaba
demasiado. Tampoco ser la enésima revisión de la novela homónima de Henry
James,
cuya mejor adaptación continúa
siendo, con mucha diferencia, la de 1960, conocida aquí como
“Suspense” y que se convirtió en un referente en el cine de
fantasmas. La serie “La maldición de Bly Manor” tampoco estuvo
mal, aunque era una versión muy libre que se mezclaba con otros
relatos del escritor. El caso es que a pesar de su previsibilidad,
ésta tiene algunos aciertos que la salvan de la quema. El primero es
tener una actriz muy competente como Mackenzie Davis. El segundo es
un diseño de producción absolutamente apabullante que hace que el
escenario, tanto de la casa como de los alrededores, sea un personaje
más. Y el tercero, es su final y como hace que un plano
de unos pocos segundos cambie el sentido de todo lo visto
anteriormente y actualice su mensaje a nuestros tiempos, haciendo
alarde de su título. Y
no es una interpretación evidente.
5’5.
No
es que tuviera unas expectativas demasiado altas pero si tenía
algunos alicientes que poco a poco se me han ido desmoronando a
medida que iba avanzando la película. El primero es el hecho de que
Sam Raimi estuviera en la producción. Me da que lo que ha hecho es
poner el nombre para que el producto sea más atractivo de vender
pero su mano no está por ninguna parte. Por otro lado, era
interesante su argumento por tratar un tema no tan habitual, como el
de los estigmas, las conocidas como apariciones marianas y enfocarlo
desde el mesianismo que encumbra la gente a los teóricos elegidos.
Pero
eso también se va a hacer puñetas porque no tarda mucho en elegir
el camino de la típica historia de fantasmas, espíritus y demonios
vista mil veces y tirar por la vía de los sustos fáciles en lugar
de intentar generar suspense. Y bueno, ya lo de su tercer acto es de
írsele mucho de las manos. Ni Jeffrey Dean Morgan logra salvar el
asunto. 4.
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