Era inevitable, alguna de las “X-Men” tenía que caer. Al fin y al cabo, por muy alejada de la saga principal, por mucho que quieran aproximarla a otros géneros (como el terror), la última película, “Los nuevos mutantes” está en el mismo universo. Y ésta es la que más corresponde al tema del ciclo, los héroes jóvenes, pues se refiere a sus orígenes.
Que precisamente intentaba dar un nuevo enfoque a la franquicia y tomaba como ejemplo de lo practicado y con tanto éxito por Christopher Nolan con Batman, que fue llevarse al superhéroe al género del cine negro, mucho más claramente en la segunda parte de la trilogía, “El caballero oscuro”. Pues Mathew Vaughn, que además de dirigir, co-escribe el guion, realiza una maniobra semejante.
Concretamente situando la historia en plena guerra fría, en medio de la crisis de los misiles de Cuba e integra a los personajes en una trama de espías al más puro estilo de James Bond. También probarían en la secuela de ésta a tocar otros subgéneros como los viajes en el tiempo y las paradojas temporales.
Pero eso ya sería bajo la batuta de Bryan Singer, que volvía a la franquicia tras haber dirigido las dos primeras, dejando la tercera a manos de Brett Rattner y la que hoy comentamos en las de Vaughn, aunque con él ejerciendo de productor. Se ocupó después de “X-Men, los días del futuro pasado” y “X-Men, apocalipsis”. La última, “X-Men, Fénix Oscura” quedaría para el guionista de Singer, Simon Kindberg.
Sin embargo, esta serie de precuelas tuvieron bastantes problemas en cuanto al guion. Porque, aunque probablemente tanto “Primera generación” como “Días del futuro pasado” son las mejores de esta fase, incurrían en numerosos errores de continuidad, cosas contadas en anteriores entregas eran obviadas y caían en constantes contradicciones, lo que fue formando una bola que salpicó a las posteriores, “Apocalipsis” y “Fénix Oscura”.
Ésta es una de las grandes diferencias con la otra franquicia de Marvel, “Vengadores”, un proyecto concebido desde un principio como un saga contada por episodios, con una coherencia global como historia, cosa que no pasaba con “X-Men”.
Aunque esos errores ya aparecían en “X-Men, la batalla final”. Por ejemplo, el villano de la que comentamos hoy es Sebastian Shaw, que en los cómics aparecía por primera vez en uno de los números agrupados en la serie “Fénix Oscura”. Pero en la anterior fase, con la otra Jean Grey (Famke Jenssen) convirtiéndose en Fénix, no había rastro de Shaw.
El reparto fue un acierto total, renovando a todos los personajes con caras jóvenes pero muy contrastadas, como son los casos de Michael Fassbender (Magneto), James McAvoy (Charles Xavier), Jennifer Lawrence (Mística), Nicholas Hoult (Bestia), secundados por Rose Byrne, Zoe Kravitz y los villanos Kevin Bacon (Shaw) y January Jones (sustituyendo a Alice Eve como Emma Frost). Pero también podíamos ver a gente como Oliver Platt, Michael Ironside (“V”) o Ray Wise (“Twin Peaks”).
El resultado fue que si consiguió revitalizar la saga, en gran parte gracias a Mathew Vaughn, que venía de dirigir “Kick Ass” (vista en este mismo ciclo), consiguiendo las mejores críticas de una película de la franquicia, al menos en esta fase de precuelas, junto con “Días del fututo pasado”. Y comportándose bien en taquilla, aunque tampoco espectacular. Costó 160 millones de dólares y recaudó 350.
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