domingo, 30 de junio de 2019

El caso Alcasser




   EL DOCUMENTAL

   Es curioso la cantidad de veces que durante su visión me ha recordado al caso del magnicidio de John Fitzgerald Kennedy por los numerosos paralelismos en el proceder de la investigación y en los numerosos agujeros de su conclusión para después de mucho marear la perdiz volver a plegarse a la versión oficial como resultado definitivo, como queriendo dar carpetazo a las posibles teorías alternativas.




   Cuidado que no es que no esté trabajado. A lo largo de sus cinco episodios se realiza una exhaustiva cronología de los hechos y testimonios, se da voz a todas las partes (aunque de forma desigual y desacompasada) y se incluye un generoso volumen de material de archivo. Hace un excelente retrato del caso como fenómeno social de la época, mostrando el impacto mediático de uno de los capítulos más desgarradores de la crónica negra de sucesos de España. Aquí es donde más crítico es este documental, señalando a importantes periodistas como Paco Lobatón y, especialmente, a Nieves Herrero, quien con su vergonzante apología del sufrimiento de las víctimas y seres queridos puso dirección al declive de su carrera. También tiene lo suyo Pepe Navarro, por su seguimiento de la investigación a través de su programa “Esta noche cruzamos el Missisipi” y su alineación con la teoría conspiratoria que dio al traste con dicho programa “late nigth”.




   ¿IMPARCIALIDAD?  

   Hasta ahí todo bien porque como radiografía del caso en sí, me encantaría poder decir que es simplemente flojo, cuando en realidad es nefasto, lo que resulta profundamente decepcionante, indignante e incluso irresponsable, renunciando a una imparcialidad que se le presupone a un documental. Pues es descaradamente partidista, centrándose en todo lo que refuerza la versión oficial y pasando de puntillas sobre lo que lo hace sobre la conspiratoria. Un trabajo periodístico como dios manda explora todas las teorías a fondo, por muy disparatadas que sean, profundiza en todas las lineas de investigación y deja para el espectador la elección de su opinión, sin predisponerle para un camino u otro. Pero durante sus más de cinco horas, vemos  desfilar fiscales, ex policías de renombre, guardias civiles, especialistas de varios campos, que repiten una y otra vez, hasta la saciedad, testimonios que apoyan la versión oficial. Sin embargo, deja premeditada e intencionadamente solos ante el peligro a Fernando García (padre de una de las niñas, Míriam) y el criminólogo Juan Ignacio Blanco, como valedores de la conspiración. No obstante, fueron bastantes más quienes en su momento pusieron en duda la teoría oficial sobre la autoría de los crímenes. Pero el documental no recoge sus testimonios. Ni siquiera menciona su existencia. Incluso presenta a Luis Frontela, catedrático considerado el mejor médico forense del país, relegado en nivel a los forenses que se encargaron de la autopsia.




   LA AUTOPSIA

   Los ilusionistas no hacen magia pero la puesta en escena de sus trucos hacen que lo parezca. De tal manera que el “como” se cuenta puede incidir notablemente en el “que” cuentas. Al igual que un ilusionista lleva la atención del público al lado opuesto al que se va a producir el truco, el documental lleva la atención del espectador al circo mediático, a los tejemanejes de García/Blanco, a una supuesta cinta snuff (para ridiculizarlos) para que se desvíen de lo que realmente es importante: el caso. Incluso el orden de los capítulos, colocando al teoría alternativa en el tercero sólo para rebatirla en los dos siguientes y que lo último que veamos sea precisamente esos temas que nos alejan del caso, incide en la percepción. Pero la realidad es que no explican los puntos mas conflictivos de la autopsia. Como alegar que los cadáveres fueran lavados aún teniendo pendiente una segunda autopsia para la que se le hizo esperar al Doctor Frontela 24 horas, diciendo que era para adecentar los cuerpos para la familia, como era costumbre. Pues sí, pero no cuando debía practicarse una segunda autopsia. Eso es destrucción de pruebas en toda regla, ya que no conformes con ello, también lavaron sus ropas (que no creo que fuera para que los padres los vieran mas bonitas) y no conservaron el barro que estaba impregnado en ambos, para analizarlos en toxicología, lo que habría probado si hubo un doble enterramiento. Tampoco se explica la ausencia de sangre. Si se toca, pero el documental no proporciona la consulta con especialistas que puedan explicar porque en el caserón (y los colchones), el lugar del enterramiento (donde se supone que les dispararon a las tres en la cabeza) ni en el coche, ni en la moqueta, no había ni rastro de sangre. Pero sí se muestra, a uno de los forenses originales diciendo que la mayoría de las lesiones eran hematomas, y no sangraban, incluido un arrancamiento de pezón. Lo que ocultan es que en total las niñas sufrieron 127 lesiones, incluyendo cortes, pérdidas de dientes, puñaladas, mutilaciones, decapitaciones y canibalismo. Yo no soy un experto pero diría que eso dejaría rastro de sangre. También deja en suspenso el hecho de que se encontraran al menos siete pelos púbicos (detalle importante) en los cadáveres. Aquí nuevamente muestran una explicación de un policía que apoya la versión oficial y que alude a que podrían ser de la propia moqueta donde las envolvieron. Sin embargo, no permitieron que el análisis de dicha moqueta de Frontela para comparar los pelos y detectar rastros de semen, fuera validado. Y aquí nuevamente me recordó a JFK. Por cierto, para justificar la falta de partes de los cuerpos, le echaron la culpa a las alimañas. Pero no especificaron que clase de animal desentierra un cadáver, se come algunos trozos y lo vuelve a enterrar.





   LOS CULPABLES

 El documental nos presenta a dos asesinos tan metódicos y minuciosos como para limpiar toda la sangre y sus restos biológicos, sin dejar ni rastro. Ni en la casa ni el coche. Aunque no tanto como para dejar todo un rosario de objetos junto a la fosa de las niñas, que incluía un resguardo de Urgencias usado seis meses antes con el apellido Anglés en él (que fue como si alguien apuntara a que puerta debía llamar la policía). Lo cual hicieron aunque sin demasiada suerte, pues Antonio Anglés escapó por la ventana descolgándose con unas sabanas, las cuales nadie tomó como prueba de la huida para comprobar si había unas sábanas que hubieran sido anudadas y si estaban rasgadas por el balanceo que Anglés debía de haber provocado para saltar al otro edificio. Hablando de huidas, el documental es que ni menciona la teoría de la huida de Anglés, supuestamente avistado en Lisboa, luego en un barco, y del que circuló que podría incluso haberse practicado una cirugía plástica facial. Yo no lo creo, pero que menos que mencionar estas posibilidades, y ya que estamos, investigarlas. Pero lo que me parece más lamentable es que en esas cinco horas de documental no se proporcione ni un solo perfil psicológico ni de Anglés ni de Ricart. Lo suyo habría sido pedir opinión a un par de especialistas para contrastar opiniones pero los responsables del documental no consideraron importante este aspecto. Tal vez porque un perfil psicológico, que en su momento se hicieron varios, revelaría que ambos sujetos no eran ni muchísimo menos inteligentes, y por tanto, no tan metódicos ni minuciosos como para no dejar rastro. Que el sadismo empleado en las víctimas no correspondería al de dos delincuentes comunes por muy violentos que fueran. De hecho, ese sadismo basado en lesiones de los cuerpos, recuerda al de otro psicópata sexual, Ted Bundy, que sí era extremadamente inteligente. Me quieren convencer de que estos dos pelagatos eran unos Bundys?




   CONCLUSIONES

   El documental parece más empeñado en echar por tierra la imagen de Fernando García y Juan Ignacio Blanco, que ojo nadie está justificando sus actos. Aunque habría que considerar que luchar contra ciertos organismos y administraciones puede provocar desesperación y la comisión de errores, incluso de pensar que ya que sus vidas se han ido por el retrete, sacar algún beneficio compensatorio. Sigo sin aprobar ciertos actos pero a mí no me han matado una hija de la forma más depravada y sádica que se le puede aplicar a ser humano. Además el documental nos presenta, si, a nosotros, a la gente común, como una suerte de turba de incultos, paletos y populistas. Pero lo cierto es que el documental obvia varias líneas de investigación, como el “Caso del Bar España”, como posible centro neurálgico de una trama de pederastas, por cierto, cercano a Alcásser. O algunos otros casos de desapariciones y asesinatos en la zona de Levante en años previos al caso de las niñas, como, y por mencionar uno, el crimen de Macastre, con varias similitudes con el de Alcásser. No digo que estén implicados altos cargos políticos, ni que fuera un secta. No lo sé. Lo que sí sé es que seguir pensando que Anglés y Ricart fueron los únicos responsables del crimen, aún cuando no hay ni una sola prueba (sean huellas o rastros biológicos) que los sitúe en la escena, es como seguir pensando que Oswald mató en solitario a Kennedy.



   Y ya como remate lo que me faltaba es ese oportunista alegato antimachista final, poniendo este crimen en el mismo saco que los producidos por maltratadores comunes y delincuentes del tres al cuarto como el "Chicle". Casi tan lamentable como colocar como pseudoheroínas y casi víctimas a las dos reporteras del periódico dándoles un protagonismo inexplicable.

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