EL DOCUMENTAL
Es curioso la cantidad de veces que
durante su visión me ha recordado al caso del magnicidio de John Fitzgerald
Kennedy por los numerosos paralelismos en el proceder de la investigación y en
los numerosos agujeros de su conclusión para después de mucho marear la perdiz
volver a plegarse a la versión oficial como resultado definitivo, como
queriendo dar carpetazo a las posibles teorías alternativas.
Cuidado que
no es que no esté trabajado. A lo largo de sus cinco episodios se realiza una
exhaustiva cronología de los hechos y testimonios, se da voz a todas las partes
(aunque de forma desigual y desacompasada) y se incluye un generoso volumen de
material de archivo. Hace un excelente retrato del caso como fenómeno social de
la época, mostrando el impacto mediático de uno de los capítulos más
desgarradores de la crónica negra de sucesos de España. Aquí es donde más
crítico es este documental, señalando a importantes periodistas como Paco
Lobatón y, especialmente, a Nieves Herrero, quien con su vergonzante apología
del sufrimiento de las víctimas y seres queridos puso dirección al declive de
su carrera. También tiene lo suyo Pepe Navarro, por su seguimiento de la
investigación a través de su programa “Esta noche cruzamos el Missisipi” y su
alineación con la teoría conspiratoria que dio al traste con dicho programa “late
nigth”.
¿IMPARCIALIDAD?
Hasta
ahí todo bien porque como radiografía del caso en sí, me encantaría poder decir
que es simplemente flojo, cuando en realidad es nefasto, lo que resulta
profundamente decepcionante, indignante e incluso irresponsable, renunciando a
una imparcialidad que se le presupone a un documental. Pues es descaradamente
partidista, centrándose en todo lo que refuerza la versión oficial y pasando de
puntillas sobre lo que lo hace sobre la conspiratoria. Un trabajo periodístico como dios
manda explora todas las teorías a fondo, por muy disparatadas que sean,
profundiza en todas las lineas de investigación y deja para el espectador la
elección de su opinión, sin predisponerle para un camino u otro. Pero durante
sus más de cinco horas, vemos desfilar
fiscales, ex policías de renombre, guardias civiles, especialistas de varios
campos, que repiten una y otra vez, hasta la saciedad, testimonios que apoyan
la versión oficial. Sin embargo, deja premeditada e intencionadamente solos
ante el peligro a Fernando García (padre de una de las niñas, Míriam) y el
criminólogo Juan Ignacio Blanco, como valedores de la conspiración. No
obstante, fueron bastantes más quienes en su momento pusieron en duda la teoría
oficial sobre la autoría de los crímenes. Pero el documental no recoge sus
testimonios. Ni siquiera menciona su existencia. Incluso presenta a Luis
Frontela, catedrático considerado el mejor médico forense del país,
relegado en nivel a los forenses que se
encargaron de la autopsia.
LA AUTOPSIA
Los ilusionistas no hacen magia pero la puesta en escena de sus trucos hacen
que lo parezca. De tal manera que el “como” se cuenta puede incidir
notablemente en el “que” cuentas. Al igual que un ilusionista lleva la atención
del público al lado opuesto al que se va a producir el truco, el documental
lleva la atención del espectador al circo mediático, a los tejemanejes de García/Blanco, a una supuesta cinta snuff (para ridiculizarlos) para que se desvíen de
lo que realmente es importante: el caso. Incluso el orden de los capítulos,
colocando al teoría alternativa en el tercero sólo para rebatirla en los dos siguientes y que lo último
que veamos sea precisamente esos temas que nos alejan del caso, incide
en la percepción. Pero la realidad es que no explican los puntos mas
conflictivos de la autopsia. Como alegar que los cadáveres fueran lavados aún
teniendo pendiente una segunda autopsia para la que se le hizo esperar al
Doctor Frontela 24 horas, diciendo que era para adecentar los cuerpos para la
familia, como era costumbre. Pues sí, pero no cuando debía practicarse una
segunda autopsia. Eso es destrucción de pruebas en toda regla, ya que no
conformes con ello, también lavaron sus ropas (que no creo que fuera para que
los padres los vieran mas bonitas) y no conservaron el barro que estaba
impregnado en ambos, para analizarlos en toxicología, lo que habría probado si
hubo un doble enterramiento. Tampoco se explica la ausencia de sangre. Si se
toca, pero el documental no proporciona la consulta con especialistas que
puedan explicar porque en el caserón (y los colchones), el lugar del
enterramiento (donde se supone que les dispararon a las tres en la cabeza) ni
en el coche, ni en la moqueta, no había ni rastro de sangre. Pero sí se muestra,
a uno de los forenses originales diciendo que la mayoría de las lesiones eran
hematomas, y no sangraban, incluido un arrancamiento de pezón. Lo que ocultan
es que en total las niñas sufrieron 127 lesiones, incluyendo cortes, pérdidas
de dientes, puñaladas, mutilaciones, decapitaciones y canibalismo. Yo no soy un
experto pero diría que eso dejaría rastro de sangre. También deja en suspenso el
hecho de que se encontraran al menos siete pelos púbicos (detalle importante) en los
cadáveres. Aquí nuevamente muestran una
explicación de un policía que apoya la versión oficial y que alude a que
podrían ser de la propia moqueta donde las envolvieron. Sin embargo, no permitieron que el análisis de dicha
moqueta de Frontela para comparar los pelos y detectar rastros de semen, fuera
validado. Y aquí nuevamente me recordó a JFK. Por cierto, para justificar la
falta de partes de los cuerpos, le echaron la culpa a las alimañas. Pero no
especificaron que clase de animal desentierra un cadáver, se come algunos
trozos y lo vuelve a enterrar.
LOS CULPABLES
El
documental nos presenta a dos asesinos tan metódicos y minuciosos como para
limpiar toda la sangre y sus restos biológicos, sin dejar ni rastro. Ni en la
casa ni el coche. Aunque no tanto como para dejar todo un rosario de objetos
junto a la fosa de las niñas, que incluía un resguardo de Urgencias usado seis
meses antes con el apellido Anglés en él (que fue como si alguien apuntara a
que puerta debía llamar la policía). Lo cual hicieron aunque sin demasiada
suerte, pues Antonio Anglés escapó por la ventana descolgándose con unas
sabanas, las cuales nadie tomó como prueba de la huida para comprobar si había
unas sábanas que hubieran sido anudadas y si estaban rasgadas por el balanceo
que Anglés debía de haber provocado para saltar al otro edificio. Hablando de
huidas, el documental es que ni menciona la teoría de la huida de Anglés,
supuestamente avistado en Lisboa, luego en un barco, y del que circuló que
podría incluso haberse practicado una cirugía plástica facial. Yo no lo creo,
pero que menos que mencionar estas posibilidades, y ya que estamos,
investigarlas. Pero lo que me parece más lamentable es que en esas cinco horas
de documental no se proporcione ni un solo perfil psicológico ni de Anglés ni
de Ricart. Lo suyo habría sido pedir opinión a un par de especialistas para
contrastar opiniones pero los responsables del documental no consideraron
importante este aspecto. Tal vez porque un perfil psicológico, que en su
momento se hicieron varios, revelaría que ambos sujetos no eran ni muchísimo
menos inteligentes, y por tanto, no tan metódicos ni minuciosos como para no
dejar rastro. Que el sadismo empleado en las víctimas no correspondería al de
dos delincuentes comunes por muy violentos que fueran. De hecho, ese sadismo
basado en lesiones de los cuerpos, recuerda al de otro psicópata sexual, Ted
Bundy, que sí era extremadamente inteligente. Me quieren convencer de que estos
dos pelagatos eran unos Bundys?
CONCLUSIONES
El documental parece más empeñado en echar
por tierra la imagen de Fernando García y Juan Ignacio Blanco, que ojo nadie
está justificando sus actos. Aunque habría que considerar que luchar contra
ciertos organismos y administraciones puede provocar desesperación y la
comisión de errores, incluso de pensar que ya que sus vidas se han ido por el
retrete, sacar algún beneficio compensatorio. Sigo sin aprobar ciertos actos
pero a mí no me han matado una hija de la forma más depravada y sádica que se
le puede aplicar a ser humano. Además el documental nos presenta, si, a
nosotros, a la gente común, como una suerte de turba de incultos, paletos y
populistas. Pero lo cierto es que el documental obvia varias líneas de
investigación, como el “Caso del Bar España”, como posible centro neurálgico de
una trama de pederastas, por cierto, cercano a Alcásser. O algunos otros casos
de desapariciones y asesinatos en la zona de Levante en años previos al caso de
las niñas, como, y por mencionar uno, el
crimen de Macastre, con varias similitudes con el de Alcásser. No digo que
estén implicados altos cargos políticos, ni que fuera un secta. No lo sé. Lo
que sí sé es que seguir pensando que Anglés y Ricart fueron los únicos responsables del crimen, aún cuando no hay ni
una sola prueba (sean huellas o rastros biológicos) que los sitúe en la escena,
es como seguir pensando que Oswald mató en solitario a Kennedy.
Y ya como remate lo que me faltaba es ese oportunista alegato antimachista final, poniendo este crimen en el mismo saco que los producidos por maltratadores comunes y delincuentes del tres al cuarto como el "Chicle". Casi tan lamentable como colocar como pseudoheroínas y casi víctimas a las dos reporteras del periódico dándoles un protagonismo inexplicable.
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