Llegamos
a la que supuso el debut en solitario de uno de mis cineastas
favoritos, porque anteriormente había codirigido otra película, en
este caso directora, Kathryn Bigelow. Y ya daba muestra del talento
que después confirmaría una y otra vez, aunque no siempre bien
reconocido por crítica y público, a pesar de que personalmente lo
considero incuestionable.
Con
una película de vampiros que coexistió con otra bastante conocida,
de hecho, más que ésta, e icónica de la década de los ochenta,
“Jóvenes ocultos”, estrenada tan solo dos meses antes, aunque
inferior a la que hoy nos ocupa. No obstante, el tema vampírico fue casi
anecdótico. Bigelow, tenía la idea inicial de hacer una película
del oeste, de ahí la mezcla de géneros de la cinta; terror, road movie
y western.
Es
más, si extrapolamos la historia, eludiendo los conceptos
vampíricos, sustituyendo los vehículos por caballos, nos queda un
western puro protagonizada por una banda de forajidos, que era la
propuesta original y que la directora trasladó al tema de
chupasangres atraída por la idea de tratar el prototipo de vampiros
en manada, como depredadores que cazan en grupo.
De
hecho, la palabra vampiro no llega a ser mencionada en ningún
momento. Al igual que tópicos de esta clase de cine como los mitos
del ajo, el agua bendita o las cruces como amenaza para ellos.
Tampoco el no reflejarse en los espejos o la regeneración
instantánea. Pero si el sol como elemento destructor. Incluso toma
la poca usual idea de que pueden curarse con una simple transfusión
de sangre, lo cual, dicho sea de paso, es de lo más ridículo visto
en una película de vampiros.
El
film tuvo unas críticas discretas y comercialmente no funcionó.
Costó 5 millones de dólares, de los cuales solo recuperó 3,5.
Pero con el tiempo ganó adeptos y se convirtió en un título de
culto. Además de atraer las miradas en su autora, lo que supuso que
le llegaran propuestas para proyectos más comerciales aunque menos
personales.
Así
vinieron películas como “Acero azul” y la que supuso su primer
gran éxito, “Le llaman Bodhi”. Después vendría la injustamente
infravalorada “Días extraños”. Y la que la consagraría
definitivamente de cara la crítica, “En tierra hostil”, que la
convirtió en la primera mujer de la historia del cine en ser
premiada con el Oscar. Tras lo cual vino la que para mí es su mejor
película, por la que también fue nominada, “La noche más
oscura”. Y la también incomprensiblemente ignorada en los premios, “Detroit”.
En
aquella etapa, Bigelow era pareja de James Cameron, el cual no solo
le cedió parte de su equipo técnico sino también interpretativo.
Hasta tres actores del reparto de su última película, un año
antes, “Aliens, el regreso”, participaron en ésta. Eran Bill
Paxton, Lance Henriksen y Janette Goldstein. Los dos primeros también
habían salido en “Terminator” y ella volvería a hacerlo en
“Terminator 2”. Al igual que el tipo del bar en ésta, que es a
quién le quita la moto Arnold Schwarzenegger. Hasta el propio
Cameron hace un brevísimo cameo.
Curiosamente
los menos conocidos son los dos protagonistas, Adrian Pasdar
(“Heroes”) y la bellísima Jenny Wright. Para el papel del
primero optó Val Kilmer, que fue descartado por la propia Katheryn
Bigelow. Hizo lo mismo para “Le llaman Bodhi” y “Días
extraños”, así que no parece que fuera demasiado de su gusto.
Tampoco Johnny Depp, que también fue rechazado.
La
película fue rodada durante 47 días, de los cuales, 40 fueron de
noche. Cómo curiosidad, hay un guiño en la anterior película de
James Cameron, con el cual se casaría dos años después. En un cine
se ve que se está proyectando “Aliens, el regreso”.
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