A
pesar de ser masacrada por la crítica en su momento y ser un
absoluto fracaso de taquilla, que solo logró recuperar 30 de sus 40
millones de dólares invertidos, hoy en día se le reconoce su valor
nostálgico y está incluso considerada como un título de culto. Además, en un tercer montaje se le hizo justicia quedando como
resultado la mejor y muy mejorada versión de la película.
Montaje
en el que David Lynch no quiso participar pues se desentendió
totalmente de la película y nunca quiso saber más de ella,
repudiándola hasta el punto de hacerse acreditar con el nombre de
Alan Smithee (cuando un director reniega de su película se hace
llamar así en los créditos). La razón fue su enfrentamiento
continúo con el director Dino de Laurentiis.
Laurentiis
quería algo similar a lo propuesto por George Lucas en “Star
Wars”, una space-opera de aventuras. Lynch quería justo lo
contrario. Ya rechazó dirigir “El retorno del Jedi” diciéndole
a Lucas que eso no era cosa suya para nada. De hecho, su elección
fue decisión de la esposa del productor, también coproductora,
Raffaella de Laurentiis, impresionada por las dos películas
anteriores del Lynch, “Cabeza borradora” y “El hombre
elefante”.
Aunque
no fue la primera elección. El primer intento corrió a cargo del
multidisciplinar artista chileno, Alejandro Jodorowsky, quién
planeaba contar nada menos que con Orson Welles como productor, el
pintor Salvador Dalí, la música de Pink Floyd, y los diseños de
los artistas Moebius y H.R. Higer, creador del xenomorfo de Ridley
Scott, quién supuso precisamente el segundo intento.
La
versión de Jodorowsky se disparaba hasta las diez y doce horas de
metraje, lo que dió al traste con la financiación. Fue cuando el
proyecto cayó en manos de Dino de Laurentiis, quién propuso a
Ridley Scott. El director británico exigió que la historia debía
contarse en dos películas, es decir, lo mismo que después pediría
Lynch. Los retrasos en el inicio de la producción, la muerte de un
familiar directo y la posibilidad de incorporarse al rodaje de “Blade
Runner”, hicieron que Scott saliera del proyecto.
Fue
cuando llegó a él David Lynch. Inicialmente rodó ocho horas de
metraje que él mismo recorto a cinco. Pero Laurentiis lo redujo a la
mitad, dos horas y cuarto. El resultado fue un absoluto desastre de
montaje, en el que claramente se perciben que faltan trozos, con
abruptos saltos en la narración y en el que tuvieron que añadirse
voces en off a los personajes para poder comprender sus pensamientos,
que quedaron de lo más ridículo.
El
fracaso económico truncó dos posibles secuelas, la primera de ellas
en la que Lynch ya estaba trabajando. Pero se realizó un montaje de
tres horas para televisión en forma de miniserie, el cuál es tan o
más desastroso que el original. Pero como decía, hay uno que si le
hace justicia. En 2012, un montador anónimo, que se hacía llamar
Spicedriver y se declaraba fan de la novela de Frank Herbert realizó
“Dune, the alternative Edition Redux”, de tres horas y cinco
minutos, que mezclando la versión de cine con la televisiva y añadiendo escenas eliminadas logró la mejor edición hasta la fecha.
Para
el reparto contó como protagonista a Kyle McLachlan, con quién
contara Lynch para su siguiente película, “Terciopelo azul”, y
años después se convertiría en el mítico Agente Cooper de
su mítica serie “Twin Peaks”. Pero que aquí se me antoja
demasiado mayor para el papel. Le acompañó un reparto de lo más
variopinto, con Francesca Annis, Jurgen Prochnow, Patrick Stewart,
Max von Sydow, Brad Dourif, Sean Young (que venía precisamente de ser la Rachael de "Blade Runner") y el cantante Sting.
Vista hace pocos días como preámbulo antes de ver la versión de Denis Villeneuve (que curiosamente será en dos partes), creo que ha envejecido bastante mal en cuanto a sus efectos especiales. Y eso que no sería por medios, el rodaje duró 6 años, con una plantilla de 1700 personas, la construcción de 80 decorados y 16 platós. Pero no terminan de lucir. Creo que la elección correcta hubiera sido un director del corte de Steven Spielberg, con ese sentido épico en la línea de John Ford y David Lean. Pero sigue teniendo su encanto y valor nostálgico. Además, siempre nos quedarán los gusanos diseñados por Carlo Rambaldi.
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