Casi
podría decir que es mi western favorito, y sin duda, la obra maestra
de Sergio Leone, con la que cambió el género y que dio paso al
llamado western crepuscular, muy representado en la figura de Sam
Peckinpah. Ésto es así, y punto. Aunque la favorita de todo el mundo
sea, y no me extraña, “El bueno, el feo y el malo”, con la que
uno se lo pasa mejor. Pero objetivamente “Hasta que llegó su hora”
tiene una calidad superior.
Curiosamente
una película que el propio Leone no quería hacer pues consideraba
que ya lo había dicho todo en el género con la “Trilogía de
Dolar”. Sin embargo, los estudios americanos, conscientes de lo que
había sido capaz de hacer con presupuestos muy escuetos, se frotaban
las manos para encargarle hacer uno puramente americano. Leone aceptó
a condición de que le financiarán el que era su proyecto más
deseado, “Erase una vez en América”.
Sergio
Leone aplicó lo desarrollado en el spaghetti western, con sus
primeros planos, sus ángulos de cámara y un tipo de personajes más
duros, más violentos y despiadados, para hacer homenaje al género
en Estados Unidos, utilizando elementos típicos del western clásico
norteamericano creado por John Ford, entre otros. Y en eso se
aplicaron Darío Argento y Bernardo Bertolucci para crear la
historia, y los Sergios, Donati y Leone para escribir el guión.
Un
guion que resumía toda la historia del oeste, mostrado en
películas a las que guiñaba, como “Solo ante el peligro”,
“Centauros del desierto”, “El hombre que mató a Liberty Valance” entre otros. Elementos argumentales como la construcción
del ferrocarril, los pistoleros a sueldo, los bandidos, la bella
mujer de dudoso pasado, los pioneros de la conquista del oeste o el
hombre sin nombre (en este caso “Armónica”), figura ya usada por
Leone en la “Trilogía del Dólar”.
Hay
qué decir que la filmografía de Sergio es muy escueta, de tan solo
siete títulos. La primera fue “El coloso de Rodas”, a la que seguían las
tres de la “Trilogía del Dólar” (“Por un puñado de dólares”,
“La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo”).
Después la que hoy nos ocupa, cuyo título original “Erase una vez
en el oeste”, se parece más a la que realmente quería rodar
“Erase una vez en América” y a las que Tarantino homenajea con
“Erase una vez en Hollywood”. Aunque antes vino “Agáchate
maldito”.
No
obstante, Leone demostraba tener un asombroso dominio de las claves
del cine estadounidense en el género del western. Pero también una
gran capacidad para introducir innovaciones, como la importancia de
la banda sonora en el tono de la película, casi como un personaje
más. Y ahí tenía mucha voz Ennio Morricone, que aquí logró una
de la mejores y más reconocibles composiciones de su carrera.
Leone
quería que el papel de Armónica fuera para Clint Eastwood, pero
ambos habían tenido varios desencuentros en la anterior película
juntos, y a Eastwood le empezaban a ofrecer muchos otros proyectos, y
se negó. Una pena, la verdad. Por lo que eligió a Charles Bronson
por delante de otras opciones que le ofrecía el estudio como James
coburn, Terence Stamp y, sobre todo, Warren Beatty y Rock Hudson. Los
demás papeles estuvieron más claros.
Aunque
le ofrecieron a Kirk Douglas, prefirió a Jason Robards como
Cheyenne. Henry Fonda fue una petición innegociable del director
italiano, quien pretendía mostrar a un actor que siempre había
ejercido de bueno en otros western como el villano más despiadado
que se hubiera visto en el género. Sin embargo, Fonda no estaba tan
convencido y solo accedió al ver en un pase privado las tres
películas anteriores de Leone, las del “dólar” y se dice que
solo dijo “donde hay que firmar”.
La
inclusión de una mujer en la historia fue cosa de Bernardo
Bertolucci, a lo que Leone accedió pero negándose a que hubiera un
romance. La elegida fue la bellísima actriz italiana Claudia
Cardinale, hoy ya inolvidable en el papel. Leone quiso hacer una
gracia, ofreciéndoles un cameo a Clint Eastwood, Lee Van Cleef y
Eli Wallach, como los pistoleros que fueran a recibir a Charles
Bronson en la primera escena. Eastwood de nuevo se negó. Una pena
porque los otros dos estaban encantados. Uno de los que si hicieron
uno de esos papeles, Al Mulock se suicidó tirándose de la ventana
del hotel vestido como en la película
Sergio
Leone demostró no doblegarse ate los productores estadounidenses en
cuanto a la elección del reparto. Pero tampoco en cuanto a donde
rodar. Le fue ofrecido un lugar habitual en los rodajes de los
western norteamericanos, Monument Valley, pero decidió rodar en su
habitual desierto de Las Tabernas en Almería, España. Además de
elegir un tipo específico de arena que levantara el polvo que él
considerara necesario. O estrenar en Europa con sus 165 minutos al
completo, no como en Estados Unidos que le fueron recortados 20. No
fue el éxito que se pretendía, funcionando mucho mejor en Europa. Y
solo consiguió recuperar los 5 millones de dólares invertidos pero
dejando una película que ha influenciado a innumerables directores
posteriores, como el propio Clint Eastwood o Quentin Tarantino. Hasta
Sam Raimi la homenajea en “Rápida y mortal”.
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