Nubes y claros. Tiene lo mejor del cine de Alex de la Iglesia pero también lo peor. De modo que por un lado nos presenta una historia bastante interesante y con un ritmo muy alto, por lo que resulta de lo más entretenida, hasta el punto de perdonarle sus “pecados”, que no son pocos, por cierto. Pero el nivel de producción no es nada habitual para una serie española y se atreve a sacar en pantalla barbaridades que ni por asomo otros siquiera se plantearían. Si lo hubiera dejado en una sola temporada, habría quedado como una serie curiosa, una gamberrada “made in Alex de la Iglesia”, un divertimento televisivo sin complejos, un producto de evasión. Pero resulta que pretende extenderla dos temporadas más, y ya en la primera me han sobrado episodios. Porque le pasa lo que en otras ocasiones, que se le da de maravilla rodar escenas pero no desarrollar una historia, por lo que empieza a amontonar una detrás de la otra, el primer episodio (que es brutal) es una buena muestra de ello, y se convierte en un caos narrativo plagado de excesos. Además, se palpan muchas influencias de su propia filmografía (“Acción mutante”, “El día de la bestia”, “Las brujas de Zugarramurdi”) y de la de otros como John Carpenter (“La cosa”) o Guillermo del Toro (“Mimic”) y termina por ser, más que un cocktail, un revoltijo. 5’5.
Sinceramente,
me parece que esta serie tiene un nivelazo en cuanto a producción. Y
la historia es muy interesante. Viendo la primera temporada ya uno se
daba cuenta porque no funcionó el primer intento de adaptación de
la trilogía literaria de Philip Pullman con “La brújula dorada”
que iba a ser también una trilogía de películas, aprovechando el
tirón fantástico del éxito de “El señor de los anillos” pero
cuyo fracaso de la primera película, les hizo frenar en seco, y eso
que contaba con un repartazo. Pero la serie ha captado todo el
universo de los libros. Encima esta segunda temporada es mejor que la
anterior, pues los personajes han crecido exponencialmente, hay giros
muy importantes, incorporaciones interesantes y unos efectos
especiales muy cinematográficos. Si el final de la primera
temporada fue emocionante, el de la segunda lo es más. Y se perfila
para una tercera ya aprobada pero que será la última. No es una
historia para niños pues la trama tiene un nivel de complejidad
demasiado alto. No entiendo como no se habla más de esta serie, la
verdad. 7’5.
Lo
reconozco, me he llevado una decepción en un principio porque
viniendo de la mano de Ridley Scott, incluso dirigiendo algunos
episodios, esperaba un nivel de producción bastante más alto. Y
para nada, la serie cuenta con unos recursos más bien limitados,
hasta el punto de que los efectos especiales son un tanto precarios.
Para colmo, hasta la mitad de la temporada me ha costado engancharme.
Pero ojo, la segunda mitad se torna más interesante, explotando los
temas que ha venido desarrollando, algunos de ellos muy presentes en
la propia filmografía de Scott, concretamente en títulos como
“Prometheus” (los conceptos creador-creación están muy
presentes), “Blade Runner” (la humanización de las maquinas y la
inteligencia artificial) y “Alien Covenant” (la evolución de los
monstruos). Hasta tiene algún guiño como el color de la sangre de
los androides. Pero básicamente pone a caer de un burro, más que a
la religión, al fanatismo religioso, capaz de destruir la
civilización en si. Por cierto, gran trabajo de Abubakar Salim y
especialmente de Amanda Collin, como los robots, porque Travis Fimmel
está histriónico perdido. 6’5.
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