jueves, 2 de julio de 2020

Escenas Míticas: Ansiedad - Un día de furia



   Ya es casualidad que tuviera pensado terminar el ciclo, por ahora, sobre la ansiedad, con este título y justamente la semana pasada fallecer su director, Joel Schumacher, por lo que evidentemente le haremos homenaje con la que más que probablemente sea su mejor película. Y de paso romper una lanza en su favor pues me parece un cineasta muy maltratado por crítica y público.

 

   En muchas ocasiones no es que no se la mereciera, ya comentamos con “Última llamada” que la filmografía de Schumacher se ha caracterizado por la irregularidad, capaz de ofrecer auténticas mediocridades, propuestas correctas y otras bastantes brillantes. Aunque su paso por la franquicia de Batman marcó su carrera.

 

   Tampoco es para menos. Joel Schumacher hizo trizas la línea artística, estilística y gótica marcada por Tim Burton. Sus dos aportaciones, “Batman forever” y “Batman y Robin” son lo peor de toda la saga, dejando ésta al borde del paro cardiorrespiratorio. Tuvo que venir Christopher Nolan primero y Zack Snyder después a rescatar al personaje.

 

   Además, sus dos últimas películas son realmente malas, “La masacre de Town Creek” y “Bajo amenaza”(con Nicholas Cage ya en caída libre). Pero me parece injusto que Schumacher sea recordado solo por sus malas películas. La gente parece no tener memoria porque es el autor de uno de los títulos más icónicos del cine de los ochenta, “Jóvenes ocultos”.

 

   Ya en la década de los noventa aportó tres muy buenas películas, nada menos, cómo son “Línea mortal”, “Asesinato en 8 mm” y la propia “Un día de furia”. Incluso ya empezado el nuevo milenio firmó “Ultima llamada”, ya mencionada, y una aportación más independiente como “Tigerland”. Así que si, lo de Batman es imperdonable pero no quita el mérito de estos ejemplos.

 

   Centrándonos en la película, el gran acierto es la construcción del personaje principal, presentado como un antihéroe, un ciudadano normal como cualquiera de nosotros que simplemente un día (de furia) se harta de aguantar tonterías y decide emprender, casi por casualidad, una escalada de violencia casi planteado desde el punto de vista del justiciero urbano. Incluso le conocemos durante la mayoría del metraje con el alias “D-FENS”, como si fuera su alter-ego.

 

   Más adelante descubriremos que verdaderamente el personaje tenía problemas psicológicos previos y que se emparentaba más con el prototipo de sociópata con tendencia a la violencia. Pero para entonces el espectador ya ha conectado totalmente con él, ya ha empatizado hasta el punto de perdonarle todo, incluso eso, sobre todo tras escenas tan icónicas como la de la tienda del coreano y la de la hamburguesería.

 

   Pero lo que ponía de manifiesto en su recorrido por un barrio marginal de Los Ángeles, era el retrato de una sociedad desestructurada muy lejos del “gran sueño americano”, tocando temas como la inmigración, la ideología racista y homófoba de extrema derecha, la fauna callejera repleta de mangantes y pandilleros, y la violencia.


   Y en eso es muy importante la interpretación de un Michael Douglas en uno de sus mejores papeles. Pero también la de Robert Duvall, precisamente como contrapunto en cuanto a la manera de gestionar la ira y de mantener el control. Les acompaña la siempre espléndida Barbara Hershey y Rachel Ticotin.

 

   Tuvo buenas críticas y, aunque su balance económico fue más bien ajustado, costó 25 millones de dólares y recaudó no más de 40, es recordada como una de las mejores películas de los noventa. Y personalmente, la mejor de Schumacher y una de mis favoritas.


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