LA PARADOJA ATEMPORAL.
El género de ciencia ficción en su vertiente de viajes en el tiempo ha sido visitado no pocas veces con diferentes resultados. Incluso hay clásicos tan ultra famosos como las sagas de “Terminator” o “Regreso al futuro” que basan sus tramas en estos viajes y especialmente en las paradojas derivadas de éstos. Sin embargo, en los últimos años podría considerarse a la serie “Dark” como el fenómeno de ficción de este subgénero más exitoso. Una propuesta de medios muy modestos, en formato de serie, de nacionalidad no anglosajona, y que nadie esperaba. Que incluso se la presentó como sucedáneo de una serie que triunfaba por aquellos tiempos, y que ahora también acaba, “Stranger things”, con la que no tiene absolutamente nada que ver. Pero ¿Son exagerados los numerosos elogios o por el contrario es tan buena como dicen? Pues desde luego su primera temporada fue brillante, todo un soplo de aire fresco para el género. Su segunda temporada mantuvo el tipo, sin estancarse y reinventando la propuesta inicial. Pero su tercera temporada, aunque bien resuelta en sus dos episodios finales, lo que ya es de agradecer, me temo que sí, en mi humilde opinión, está sobrevalorada en exceso, por muy odioso que me parezca al término.
COMPLICADO, CONFUSO, UNIVERSOS PARALELOS.
Pero distintos. Desde su inicio, la serie ha planteado una trama tremendamente complicada, poblada de numerosísimos personajes, integrantes de varias familias, varias líneas temporales y múltiples giros argumentales derivados de las paradojas producidas por los viajes entre los distintos momentos en el tiempo. Era difícil pero no imposible de seguir. Por una razón, la narración era adecuada, y no digo perfecta porque ya en su segunda temporada se trampeaba a sí misma, pero se le perdonaba. Sin embargo, en la tercera temporada la confusión ha sido lo predominante. La narración de sus primeros seis episodios es farragosa, irregular, un sin Dios de personajes que cambian de rol de buenas a primeras, giros sacados de la manga, personajes que aparecen y desaparecen sin patrón ni mapa ni rumbo. Sé que no voy a ganar muchas simpatías por esta opinión pero objetivamente no creo que nadie supiera que estaba pasando en la pantalla durante los seis episodios que hago referencia. Y no, no es que no me entere, no es que sea tonto y no me dé el cerebro para entenderla. Soy muy aficionado a este subgénero y comprendo perfectamente películas tan difíciles como “Primer” o “Donnie Darko”, pero quien conoce a los dioses no reza a cualquier santo.
EL BUCLE DE LA DICTADURA DIGITAL
Es decir, la de las redes sociales. Alguien debería estudiar como fenómeno social y psicológico las campañas que se desarrollan en este medio, especialmente en Facebook o Twitter, que arrastran a una gran masa de usuarios a opinar dentro de una corriente de pensamiento para ser incluido en el grupo de los “guays” o en el de que llevan la contraria. Campañas de desprestigio contra actores como Robert Pattinson, Kristen Stewart, Ben Affleck, . . . Recogidas de firmas para cambiar finales de series o películas de sagas como “Star Wars”, . . y así hasta el infinito. Pues ahora toca decir que “Dark” es la releche. Y no oses decir lo contrario, no sea que te califiquen de inculto o ignorante. La dictadura digital es no poder contradecir la campaña de turno. Como fue el caso de “Juego de tronos” o “Pérdidos”, series con las que se ha comparado a “Dark”, como ejemplo de como hay que cerrar una serie. Pues bien, las comparaciones son odiosas y muchas veces imposibles, como en este caso. Pero aquí va una en la que se puede establecer una comparación. “Juego de tronos”, ocho temporadas. “Perdidos”, seis temporadas. "Dark", tres. Y sigo, si “Dark” hubiera llegado a seis u ocho temporadas, no la vería ya ni el tato. Veo bastante difícil que llegara a una quinta. Así que un poco de respeto, porque si "Juego de tronos” o “Perdidos” tuvieran ganas de estornudar, “Dark” sería un kleenex donde sonarse. Así que si, “Dark” es buena, de hecho, muy buena. Pero si para rezar a santos hay que insultar a dioses, en fin . . .
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