martes, 19 de febrero de 2019

Escenas Míticas: Viajes en el tiempo - Doce monos





   Ésta es de las pocas ocasiones en las que Terry Gilliam se atrevía con una película de género aunque, por supuesto, bajo su peculiar estilo personal. Así que no podemos hablar de ciencia ficción al uso. De hecho, rápidamente quedó como cine de culto; y para mí, de las mejores películas de viajes en el tiempo.




   Porque aquí apuestan por el viaje voluntario a otra época, aunque no vemos en qué consiste el proceso para teletransportarse a otro momento temporal. Simplemente nos presenta un futuro apocalíptico con una humanidad devastada por un virus que, sin embargo, no afecta animales (son icónicas las imágenes de ellos por la ciudad desierta) cómo devolviéndoles el control del planeta a ellos.



   Los pocos supervivientes al Holocausto biológico viven bajo tierra sin saber lo que pasó para llegar a esa situación y cuál fue el origen del desastre. Esa es la razón para mandar a un hombre al pasado en busca de respuestas e información para poder protegerse del virus, pues tienen orden de no intervenir, de no cambiar nada en el pasado. Solo de averiguar lo que pueda del “Ejército de los Doce monos” grupo terrorista que creen responsable de todo.



   Si no has visto la película muy mal pero en todo caso, sáltate este párrafo porque voy a soltar un señor Spoiler (aunque ya van más de veinte años de su estreno). Los “Doce monos” a los que hace alusión el título no es más que un puro señuelo. No son más que un grupo de ecologistas cuyo mayor golpe consiste en liberar a los animales de un zoo justo antes de la hecatombe. Ésta fue llevada a cabo por un solo hombre, interpretado por David Morse.



   Sin embargo, el personaje, James Cole (Willis) decide desobedecer la orden de no interceder y evitar el Apocalipsis. No lo consigue. De lo cual se desprenden varias teorías. Una de ellas es que todos los saltos en el tiempo son producto de la imaginación del protagonista. O que no se puede cambiar el pasado, que sea físicamente imposible. O que simplemente no se quiere evitar. Una especie de purga mundial ante la superpoblación.



   Está basada en un mediometraje, de 29 minutos, de culto francés llamado “La Jetée” de 1962. No obstante, Gilliam lo enfocó más a temas que le interesaban más personalmente como el estudio de la locura, los sueños o la muerte. Al fin y al cabo ¿Qué pensaríamos si alguien se presentara en un hospital diciendo que viene del futuro? Además, muestra la película como símbolo de la decadencia humana, donde el hombre se extingue a sí mismo.



   Terry Gilliam, el alumno más aventajado de los Monty Python habría realizado sus mejores obras antes de esta película, “Los héroes del tiempo”, “El sentido de la vida”, “Brazil”, “ Las aventuras de barón Munchausen” o “El rey pescador”. Tras “Doce monos”, haría otras menores como “Miedo y asco en Las Vegas” o “Tideland”. Todas cargadas de un potente estilo personal donde lo surrealista, lo onírico y la fantasía se dan la mano.



   Gilliam había elegido a Dustin Hoffman y Jeff Bridges como protagonistas pero la productora, Universal, se opuso. Finalmente sus respectivos papeles fueron ocupados por Bruce Willis (quién cambió su imagen de duro) y un Brad Pitt, que venía de éxitos comerciales y de crítica como “Entrevista con el vampiro”, “Leyendas de pasión” y “Seven”, y que sus histriónica interpretación le valió un Globo de Oro como actor de reparto y una nominación al Oscar. Completaban el reparto Madeleine Stowe, Christopher Plummer y David Morse.



   A la de actor de reparto sumó la nominación al vestuario, aunque no tuvo ninguna de las dos. Tuvo muy buenas críticas y es considerada un clásico moderno del género. Costó 30 de dólares y recaudó 170 en taquilla. Además, se realizó una serie en 2015.

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