Podría considerarse como un adelanto de lo que hoy llamamos terror elevado. Es decir, un terror más complejo, de mayor carga dramática y sin los mecanismos comerciales habituales. De hecho, su mezcla con otros géneros como el noir, y abordar temas como el vudú, la brujería y los pactos con el diablo, pero desde un plano más policíaco y de intriga, la alejan del terror puro.
Es más, la trama del pacto con el diablo prácticamente se descubren en su última escena, hasta el momento se la podría considerar más un thriller psicológico de asesinatos. Estaba redefiniendo sin saberlo muchas claves del género que influirían más tarde en otros autores y obras, una de las más claras es “Seven” de David Fincher, si atendemos a su ambientación, fotografía y, sobre todo, a su final sorpresa.
Sin embargo, en su momento no fue muy bien comprendida por la crítica (las tuvo tanto positivas como) o el público (sólo recaudó 17 millones de dólares en taquilla habiendo invertido 18 en la película). No obstante, posteriormente fue adquiriendo un estatus de obra de culto y con el tiempo ha tenido un reconocimiento más acorde a su calidad.
Basada en la novela de William Hjortsberg, “Ángel caído”, en la cual estuvo muy interesado durante un tiempo Robert Redford, finalmente fue a parar a Alan Parker, perteneciente a una generación de cineastas británicos provenientes del mundo de la publicidad (lo cual es notable en la película) junto a otros como Ridley y Tony Scott o Adrian Lyne, que además de dirigir, escribió el guion.
A Alan Parker le debemos grandes títulos como “El expreso de medianoche”, “Fama”, “Birdy” y “Arde Mississippi “. Y, por supuesto, la que nos ocupa ahora. A la cual salpicó de incontables pistas, indicios, símbolos y tratamientos visuales que poniendo mucha atención nos podían orientar sobre el giro al final fantástico. Pistas mucho más reconocibles a posteriori que hacen que la película merezca un segundo visionado.
Por ejemplo, durante la narración vemos una gran cantidad de ventiladores, que prácticamente ejercen de anunciadores de la muerte, pues suelen preceder a un asesinato. También son habituales los ascensores, el más evidente es el de las escenas de los créditos. Algo muy novedoso para la época. Aún no había llegado Marvel a poner de moda las escenas post créditos pero Parker ya introdujo una escena que se desarrollaba de forma intermitente entre los créditos finales de la película mientras veíamos al protagonista bajar de forma interminable en un ascensor, simbolizando su descenso al infierno.
Hay otros más evidentes, como los símbolos que llevan varios personajes. Concretamente, un pentáculo invertido, en el collar del personaje de Charlotte Rampling y en el anillo de Robert de Niro, que indicaban su relación con el diablo. O la escena en la que el segundo se come un huevo duro, simbolizando como devora el alma del protagonista, qué curiosamente se echa sal por encima, gesto supersticioso para cegar al diablo.
Además, los nombres de los personajes son muy clarificadores. Johnny Favorite, Harry Angel, Epiphany (epifanía-revelación) o Louis Cyphere (se pronuncia como Lui-Saifer - Lu-Cifer). Otros detalles más visuales, como la controvertida escena de sexo, donde el director decidió cambiar el agua de las goteras de la habitación por una lluvia de sangre de la que no avisó a los actores. Una escena que tuvo que ser severamente recortada por ser inicialmente calificada como X.
Lo que le supuso el despido a Lisa Bonet de la serie en la que participaba, una de las sitcom más populares del momento, “La hora de Bill Cosby”, que prescindió de ella por mostrar una imagen tan sexualizada en la película, con varis desnudos y escenas mostrando claras transparencias en su vestuario, incluso mojado en ocasiones.
Sin embargo, a Lisa Bonet le supuso una nominación a los Saturn (Premios a la Ciencia-ficción, Fantasía y Terror), al igual que a Robert de Niro y el guion de Alan Parker. Un De Niro que también aportó ideas a la historia, como el progresivo crecimiento de sus uñas, la elección del bastón que lleva o el desmelenamiento final (literal e interpretativo), e incluso la decisión de usar las lentillas amarillas.
De Niro había sido considerado inicialmente para el papel protagonista, junto a otras opciones como Dustin Hoffman o Jack Nicholson, pero él estaba más interesado en el del villano, que llegó a ser ofrecido a Marlon Brando. Finalmente fue para él, al igual que el del protagonista para Mickey Rourke, de moda tras sus papeles en "Manhattan Sur" y, sobre todo, "Nueve semanas y media".
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