Si
de devoradores de hombres va ésto, qué mejor película que una
inspirada en dos depredadores de humanos reales. Es más, cada vez
que se hace un ranking de animales que han perpetrado masacres a
nuestra especie, los leones del Tsavo están en ellos, muchas veces
en el primer puesto. De hecho, la historia está plasmada en el libro
escrito por su cazador, John Henry Patterson (que a su vez es el
protagonista de esta película) en “Los devoradores de hombres de
Tsavo”.
Aunque
el film no adapta directamente dicho libro, sino que lo toma como
referencia para un guion original escrito por William Goldman, por lo
que el relato que se hace de los hechos contiene tantos datos reales
como licencias artísticas. Una de las más evidentes es que los
leones reales no tenían melena, rasgo identificativo genético de
los leones de esa zona de Kenia. Pero se decidió para la película
que mostrarlos con ella era más impresionante estéticamente.
Y
los hechos fueron que los leones sembraron el terror en los obreros
de la construcción de un puente en Tsavo, Kenia, en 1898. Según el
propio Patterson, las bajas se elevaron hasta 140 víctimas. Hay que
considerar que los censos de población no eran especialmente
fiables. Tras un estudio científico practicado sobre los cuerpos de
los leones, sólo se hallaron restos genéticos de 35 personas.
Quizá
Patterson adornó su relato exagerando la cantidad de víctimas o
quizás se consideraron como tal las numerosas deserciones de obreros
a causa del miedo al ataque de los leones. Pero algo que sí es
cierto es que se encontró una cueva, con una cantidad de restos
óseos humanos tal que dejaba corto el número de 35 muertos, aparte
de que ya el hecho de llevar los cuerpos a una cueva, casi como
trofeos, es un comportamiento extraño en unos leones.
No
era lo único poco común en su forma de operar. De primeras es raro
que dos leones macho adultos cazaran juntos. Pero es que además, lo
hacían con una compenetración totalmente inusual y con una
inteligencia desconcertante. Algo que muestra la película y que fue real es que lograron superar todas las
trampas que le pusieron, como la del vagón de tren, el traslado del
hospital o las vallas de espino. No solo eso, no atacaban dos veces
seguidas por el mismo sitio y parecían coordinarse para distraer la
atención de los vigías.
Varios
motivos pudieron confluir en su obcecamiento con atacar a los hombres
de la obra. Al parecer, uno de los leones tenía una infección en
uno de sus dientes, por lo que la caza de búfalos o cebras le podría
resultar más complicada. Es decir, cazar hombres era más fácil. Hay que
decir que las rutas de esclavos estaban próximas y los leones
pudieron atacarlas y comprobar que la especie humana era una presa muy
asequible.
Aunque
su comportamiento también podría explicarse por otros dos factores.
En esa época hubo una especie de peste bobina que redujo la
población de gacelas y cebras, por lo que su presa natural no
abundaba. Y luego la propia acción del hombre, conocida como
antropízación, es decir, la transformación que ejerce el hombre en
el medio, lo que podría explicar que los leones se acostumbraron a
la presencia humana y la integrarán en su menú.
No
obstante, a parte del tema de las melenas de los leones, se tomaron
más licencias. Los nombres que se les atribuyen en la película,
Fantasma y Oscuridad, fueron inventados para ésta. Además,
Patterson los cazó en solitario, sin ayuda de otro cazador y
necesitó nueve meses para hacerlo. Tampoco colaboraron los masái en
dicha operación. Lo que sí es cierto es que en ambos casos necesitó
varios disparos para abatirlos. De hecho, para el último tuvo que
meterle hasta nueve balazos en el cuerpo pues incluso moribundo intentó
atacarle.
Para
llevar la historia a la pantalla, se consideró a directores como
Stephen Sommers, Rob Cohen o Chuck Russell. Finalmente se eligió a
Stephen Hopkins, director de inicios en el género de terror, con
títulos más bien mediocres como “Pesadilla en Elm Street 5”,
pero con otras posteriores interesantes, como “Depredador 2”,
“Los jueces de la noche”, “Volar por los aires” o “Bajo
sospecha”. Actualmente está más en el campo de la televisión.
Para el papel de John Henry Patterson se pensó en Tom Cruise y para el de Charles Remington en Paul Newman, lo que hubiera vuelto a reunir a los actores tras "El color del dinero". Pero tras sus negativas recayeron en Val Kilmer (quien curiosamente fue nominado al Razzie por su interpretación, lo cual no deja de ser cachondo) y Michael Douglas. Completaban el reparto Tom Wilkinson, Om Puri, Bernard Hill y Emily Mortimer. Y los dos leones, especializados en salir en películas, como "George de la jungla", llamados Bongo y César.
Por cierto, los reales están disecados y expuestos en el Museo de Historia Natural Field, de Chicago. No era la primera vez que la historia era llevada a la pantalla, ya lo hizo en 1953 en "Bwana devil", de forma muy libre. La que hoy comentamos hay que decir que tuvo más bien malas críticas, pero logró dar beneficios aunque no para tirar cohetes. Costó 55 millones de dólares y recaudó 75. Personalmente la considero una película muy reivindicable.
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