Siempre
es un buen momento para hablar de una de las películas ya no referencia en
el género de terror, sino una de las mejores películas de terror de
toda la historia del cine, y la favorita indiscutible de un servidor.
Una de las obras por las que nació la afición al cine de quien ésto
escribe. Una película que cambió las reglas de la manera de
estrenar en cines, de la forma de captar la atención de los
espectadores.
Porque
el verano no se consideraba una estación propicia para estrenar
películas porque se pensaba que la gente estaba pensando más en sus
vacaciones que en ir al cine. Por eso, los títulos con los que se
buscaba generar más recaudación en taquilla se reservaban para
después del verano. Sin embargo, Steven Spielberg pretendía
arrastrar al público, estuviera de vacaciones o no, a las salas de
cine. Y lo hizo a través de una ambiciosa campaña publicitaria.
Es
así como nació el “blockbuster veraniego”, promocionado
masivamente mediante un tráiler impactante y siendo muy anunciado en
televisión. Además, Spielberg les ofrecía los espectadores un
terror con el que rápidamente podrían empatizar. De hecho, el
estreno fue en junio de 1975 y ese verano se notó un descenso de
bañistas en Estados Unidos.
Es
más, es posible que todo aquel que haya visto esta película haya
creído escuchar alguna vez la música mítica de John Williams
cuando se haya metido en las aguas de una playa o cuando se ha ido
demasiado lejos a nadar y de repente ha sentido el silencio de estar solo.
De hecho, a Spielberg se le hicieron varias acusaciones, algunas
ciertas, como la de que aterrorizó al público hasta tal punto que
la gente tenía miedo de irse de vacaciones a la costa.
Pero
otras falsas, como la de fomentar el odio hacia los tiburones y con
ello provocar la pesca masiva de estos animales. No, quien cazaba
tiburones ya lo hacía antes. No se mataron más porque Spielberg
hiciera una película. Aunque sí es cierto que contribuyó a
demonizarlos de cara al espectador medio y a visualizarlos como
monstruos en la cultura popular.
No
era la intención del cineasta, que a parte de basarse en la novela
de Peter Benchley, que además colaboró en el guion, tenía como
inspiración películas como “Moby Dick” (de hecho, el personaje
de Quint es una encarnación del Capitán Ahab), “El viejo y el
mar” y “ La criatura de la laguna negra”. De hecho, hizo varios
cambios respecto al guion original de Benchley, para introducir algunos
elementos que aligeraron la historia y para mejorar la simpatía por
los tres protagonistas.
Para
ello, con esas premisas, pidió a Carl Gotlieb que reescribiera el
primer y segundo acto, para ser más fiel a la novela en el tercero.
Leído el libro de Peter Benchley hay que reconocerle a Spielberg que
fue un acierto. Pero es que además contó con la ayuda del mismísimo
John Millius (“Conan, el bárbaro “) para pulir detalles del
guion. A Gotlieb le premió además con un pequeño papel en la
película. Historias como la de USS. Indianápolis, que es totalmente
real, fueron añadiéndose a medida que avanzaba el rodaje.
Se
puede considerar el protagonismo del film como tricéfalo, aunque los
tres personajes principales solo interactúan a la vez en el último
tercio. El más protagonista era Roy Scheider, que además fue el
único que repitió en la secuela. Luego estaban Richard Dreyfus y
Robert Shaw. Entre los secundarios estaban Lorraine Gary, que retomó
el personaje en la cuarta entrega de la saga y Murray Hamilton, que
también salía en la segunda.
Un
Steven Spielberg que por entonces solo tenía veintiséis años y
contaba con una sola película para la gran pantalla, “Loca
evasión”, que para colmo no tuvo demasiado éxito. No fue ese
título el que hizo a los productores decantarse por el director,
sino por uno hecho para televisión anteriormente, “El diablo sobre ruedas”, en
el que ya aterrorizó a los espectadores con otro monstruo, en forma
de camión esa vez.
Después vendrían películas que consagrarían aún más a Spielberg como director, como "Encuentros en la tercera fase", "E.T. el extraterrestre", "Indiana Jones en busca del arca perdida". Y su "Tiburón", aunque en realidad la traducción de "Jaws" significa "Mandíbulas", título que aquí en España se le dio a otra monster movie, esta vez sobre un cocodrilo, y que en realidad se titulaba "Lake Placid". Una de las múltiples copias que le salieron a Spielberg, al igual que "Orca, la ballena asesina" o "Piraña".
La historia podría inspirarse, y de hecho se menciona en la película, en un hecho real. Durante el verano de 1916, un tiburón blanco de unos tres metros causó el terror a los largo de unos cien kilómetros e inmediaciones de un río (lo que hace pensar que quizá no todos los ataques fueron del mismo animal, porque los blancos no pueden sobrevivir en agua dulce, pero los toro si, por ejemplo) en torno a Nueva Jersey, lo que dio lugar a cinco víctimas mortales. El animal fue atrapado en un red y se encontraron restos humanos en su estómago. No se tuvo confirmación de su autoría pero lo cierto es que los ataques cesaron.
El rodaje tuvo muchos problemas, los tiburones mecánicos se averiaban constantemente a causa del agua salada, lo que llevó a Spielberg a minimizar su participación y sustituir su presencia por medio de la música de John Williams. Quien se llevó un Oscar por ella, junto a los Oscars por montaje y sonido. El caso es que el tiempo de rodaje se triplicó y el presupuesto también, llegando a los 9 millones de dólares. Fue un tremendo éxito igualmente, consiguiendo 470 millones en taquilla y colocándose en el número 1 de recaudación hasta la fecha, lugar que mantuvo hasta la llegada de "La guerra de las galaxias".
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