De
toda la legión de imitadoras de la película de Steven Spielberg,
“Tiburón”, que salieron tras su atronador éxito, ésta es la
que me parece mejor. Quizá junto a “Piraña” de Joe Dante. Y
aunque tenía evidentes paralelismos con ella, si tenía un giro
bastante importante, y era girarlo todo al punto de vista del animal,
desde el que muestra muchas partes de la película.
Básicamente
porque a pesar del efectista título, la orca protagonista no es una
asesina. De hecho, es un macho vengativo. Sus motivos para sus
ataques no tienen nada que ver con el instinto de matar o las ganas
de comer. Sino el de cobrarse venganza por el asesinato de su
familia. Lo que hace que por primera vez en una película de animales
depredadores del ser humano, nos pongamos de parte de la bestia.
Curiosamente,
la venganza es la motivación del escualo de una de las secuelas de
la película de Spielberg, “Tiburón, la venganza “. Aunque en el
caso de las orcas, este sentimiento es más posible pues está
demostrado que tienen una gran capacidad de inteligencia y poseen
memoria. De hecho, hay conocidos casos de orcas violentas a causa de
desarrollar psicopatías producidas por el maltrato, aislamiento o
depresión. Y si no, recomiendo ver el documental “Black fish”.
Ya
sé lo que van a decir algunos, que lo que es inverosímil es que la
orca trace un plan tan elaborado para provocar el enfrentamiento con el
protagonista en alta mar. Que la orca sabe hasta dónde vive. Es más,
la mayoría de los datos “científicos” que se vierten en el
guion son meras suposiciones, teorías o directamente exageraciones.
Para empezar, las orcas ni siquiera son ballenas. Si es un cetáceo
pero de la familia de los delfines. Pero bueno, es una película.
Para
recrearlas en el film, se utilizaron algunas imágenes de
documentales, perfectamente integrados en la narración. Pero para
casi todas las escenas peligrosas se usaron orcas animatrónicas. Por
cierto, muy bien hechas. Hasta el punto de dar el pego tanto que los
animalistas que fueron a quejarse, llegaron a creer que eran reales.
Y cuando se les dijo que eran mecánicas, se quejaron de que
confundirían a las demás orcas.
Aunque
si se utilizaron dos orcas reales procedentes del Parque acuático
Seaworld de San Diego, llamadas Yaka y Nepo. Pero solo se usaron para
determinadas escenas. Como en la que supuestamente llega una orca
muerta a la costa. Fuera del agua cantaba más que el animal no era
real. Y por eso se tiró de estos dos ejemplares. Pero si uno se fija
bien en esa secuencia, verá que la orca se mueve.
Por
mucho que le molestara a Richard Harris la comparación con
“Tiburón”, lo cierto es que incluso su personaje, el capitán
Nolan, parece una mezcla del trío protagonista de la película de
Spielberg. Al menos pasando por fases que representan a cada uno.
Empezando como una especie de Quint, pasando por Hopper (cuando se
interesa por el comportamiento de las orcas) y terminando como Brody
(por sus sentimientos de responsabilidad).
A
Harris le acompañaban Charlotte Rampling, una Bo Derek que debutaba
como actriz y Will Sampson, que muchos recordarán por su papel en
“Alguien voló sobre el nido del cuco”, junto a Jack Nicholson.
En la dirección estaba Michael Anderson, cuyos mayores logros fueron
la versión de “La vuelta al mundo en 80 días” de 1956, por la
que fue nominado al Oscar, y “La fuga de Logan”, un año antes de
“Orca”, que estaba basada en la novela homónima de Arthur
Herzog.
Además,
la película contó con la bellísima banda sonora de uno de los
maestros de la música de cine, Ennio Morricone. Se rumoreó hacer
una secuela y realizar un extraño crossover con uno de los éxitos
de taquilla de su productor Dino de Laurentiis, “King Kong “.
Al fin y al cabo “Orca” había costado 6 millones de
dólares, y había recaudado catorce en taquilla que eran un
resultado digno pero escueto.
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