Clint Eastwood
se apuntó a la moda noventera de los blockbusters del espacio. Dos años antes
se habían estrenado “Deep impact” y “Armageddon”. Y Clint quiso probar que tal
se le daba un género bastante alejado de su estilo de cine y probó que si
tienes talento puedes con lo que te echen. Aunque, desde luego, se nota
sobradamente su personalidad en el film y se alejó de las claves habituales.
Porque Eastwood
no realiza un simple producto de espectáculo con el deleite visual como máximo
objetivo. Estamos hablando de uno de los mejores directores de las últimas
décadas y eso se hace palpable en la lección que le da a los típicos directores
de acción, demostrando que el entretenimiento no está reñido con una buena
narración y el desarrollo de los personajes, sino todo lo contrario.
No es una de
sus mejores películas ni mucho menos, pero eso se debe a que el listón de un
cineasta de este calibre es muy alto. Pero a una trama bastante entretenida y
muy divertida, Eastwood es capaz de introducir sutilmente una reflexión sobre
la vejez. De hecho, Clint ha ido tocando el tema de hacerse mayor en varias de
sus películas a medida que se ha ido haciendo él, por lo que hay cierto toque
autobiográfico, aunque sea simbólicamente.
Paradójicamente,
aunque venia de realizar varias excelentes películas como “Medianoche en el
jardín de bien y del mal”, “Ejecución inminente” o “Poder absoluto, no lograron
ni mucho menos el éxito que si logró con “Space cowboys”. Lo que son las cosas.
Estamos hablando de un señor que, hasta la fecha ha sido nominado al Oscar en
cinco ocasiones y que al llegar a esta película ya lo había conseguido por la
obra maestra de “Sin perdón”. Y todavía llegaría el de “Million dollar baby”.
Para colmo,
aquí también se ocupa de componer varios temas musicales. Como para quitarse el
sombrero. Muchos sostienen que es bastante mejor director que actor. No voy a
contradecir que sea así, pero eso no quiere decir que no sea un excelente
intérprete y sea un gusto verle en esa faceta. De hecho, me gustan más sus
películas cuando él sale en ellas pues hay pocos actores que llenen la pantalla
como él.
Para esta
película su concurso delante y detrás de la pantalla estaba fuera de toda duda.
Quedaba elegir quien le acompañaría. Se llegó a pensar en Sean Connery y Jack
Nicholson. Sin hacer de menos a los que finalmente participaron, de haber
podido contar con Connery y Nicholson, habría sido un reparto apoteósico.
Pero tampoco es
como para lamentarse en exceso teniendo en cuenta que los que si fueron parte
de ese reparto fueron nombres tan indiscutibles como los también veteranos
Tommy Lee Jones, Donald`+ Sutherland y James Garner, con gran protagonismo coral. Y
James Cromwell y Marcia Gay Garden en los papeles secundarios. Un lujo, vamos.
Y Clint
Eastwood supo explotar al máximo el carisma de sus actores y la enorme química
que logró entre ellos. Especialmente en la primera mitad, el film tiene dos
partes claramente diferenciadas, la del entrenamiento, donde hace gala de un
exquisito sentido del humor, donde parodia (y autoparodia) la edad de los personajes.
Pero es que la segunda parte, la de la misión, por muy inverosímil que sea,
también funciona de maravilla.
Merced a unos
excelentes efectos especiales y a que no deja de ser un western espacial,
donde los astronautas son esos jinetes que dan título al film y le otorgan un toque
nostálgico del género favorito de su director. Se rodaron los exteriores en el
Centro Espacial Lyndon B. Johnson de Houston y en el de J.F.K. de Cabo
Cañaveral. Costó 60 millones de dólares y recaudó en taquilla más del doble,
130. Y con la crítica tampoco le fue mal.
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