martes, 20 de noviembre de 2012

Escenas Míticas: Psicópatas - Max Cady (El cabo del miedo)




   Max Cady no responde al perfil de los psicópatas mostrados hasta ahora en la sección. No tiene un modus operandi determinado, no utiliza armas específicas y no tiene un tipo de víctima en concreto. De hecho, su único objetivo es Sam Bowden, el abogado que se aseguró de que pasara catorce años a la sombra. Claro que por extensión, la familia y amigos del letrado pasan a ser posibles damnificados. Y vaya que si lo serán.




    Y precisamente la primera agraviada es una amiga, también abogada, de Bowden. Mostrando una simpatía y un encanto arrebatador, la seduce en un bar y se la lleva a la cama. Pero allí la somete a una brutal paliza (mordisco facial incluído) y con ello le manda un recadito al bueno de Sam, diciéndole lo que es capaz de hacerle a sus seres queridos.




   Bowden intenta solucionar el problema por las bravas y contrata unos esbirros para que le den una lección a Cady. Y en principio se la dan pero en un momento dado Max se rehace y consigue darle la vuelta a la tortilla, siendo él el que le da una lección a esos tipos. Impagable el discurso que se marca comparándose con Dios. ¿Abogado?




   Max Cady pasa a la ofensiva haciéndole más daño a su enemigo donde más le duele: en su casa y poniendo en peligro a su familia. Bowden cuenta con ex-policia que pasa la noche en su casa esperando la llegada de Cady y tendiéndole así una trampa. Pero Max vuelve a darle la vuelta al asunto.




   La interpretación de Robert De Niro es de matrícula de honor. Aquí su personaje decide ajecutar por fin su venganza. Bowden se lleva a su familia lejos y cogen un barquito para esperar a salvo a que todo pase. Pero Cady no va cejar en su empeño. Esta escena es intensísima, gracias mayormente a De Niro.




    Momento culminante en la película. Tras chocar accidentalmente, el barco se va a pique y todos salen despedidos. Pero Cady queda esposado a una de las barras del interior del barco y se ve abocado a hundirse con él. Impresionante los instantes finales de Max Cady, farfullando en un lenguaje ininteligible y cantando mientras las aguas, literalmente, se lo tragan.



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