Como
no podía ser de otra manera, y ya tenía ganas de hacer un repaso de
esta saga, sin duda una de las que más ha marcado la infancia de
muchos, incluido un servidor, con la excusa del estreno de la quinta
y última (Harrison Ford ya tiene 82 años) entrega, “Indiana Jones
y el Dial del Destino”. Y como no, hay que empezar con la que con
toda seguridad es una de las mejores películas de aventuras de todos
los tiempos, si no la mejor.
Porque
el objetivo de “En busca del Arca Perdida” no era otro que
ofrecer un buen entretenimiento al espectador, uno con aroma a los
seriales clásicos de los años treinta y cuarenta, como “Buck
Rogers” (por mencionar alguno) pero con un ritmo mucho más
moderno. Sin embargo, lo que consiguió fue reinventar el género de
aventuras, hasta tal punto que posteriormente fue replicado hasta la
extenuación.
Y
sigue sin pasar de moda porque el modelo de héroe aventurero
recreado con Indiana Jones fue copiado y sigue vigente cuarenta años
después. Un personaje inspirado en científicos y exploradores
reales como Hiram Bingham III (redescubrió el Machu Pichu), Roy
Chapman Andrews (descubrió los fósiles de huevos de dinosaurios) o
Leonard Woolley (encontró evidencias geológicas del diluvio de
Gilgamesh).
Aunque
su guionista, Lawrence Kasdan, a partir de la historia creada por
George Lucas y Philip Kauffman, se fijó más en personajes de
películas como “Río Rojo” o “Los siete samuráis”. Describía
a Indiana Jones como una mezcla de Clint Eastwood, Toshiro Mifune y
James Bond. Y le dio, como si fuera el traje de un superhéroe a su
alter ego, una indumentaria muy característica, con esa chaqueta de
cuero, el látigo, el revólver y un sombrero que para que pareciera
más viejo se sentaron sobre él la directora artística, Deborah
Nadoolman y el propio Harrison Ford.
Además
de dar a la trama algunas claves que luego se mantendrían en las
sucesivas secuelas. Como tener a los nazis como villanos. Enemigos
históricos de los judíos (ya sabemos que Spielberg lo es). A raíz
del consabido interés de Hitler por los objetos religiosos, las
reliquias como posible fuente de poder y el ocultismo. Además de la
temática de fondo de todas las entregas de la saga en la
arqueología. Y el toque sobrenatural y fantástico de sus finales.
Steven
Spielberg lo llevó todo al terreno de la narración clásica, gran
admirador del cine de John Ford, y aún así reinventaba todo lo que
tocaba. De hecho, previamente venía de hacerlo propio con los
monsters movies y el género de terror, con “Tiburón”, y
revolucionar la ciencia-ficción con "Encuentros en la tercera fase”.
El
elegido para hacer de Indiana Jones era Tom Selleck. Pero hubo un
cambio de planes. George Lucas había trabajado recientemente con
Harrison Ford en “La Guerra de las Galaxias”, haciendo de Han
Solo, que era un personaje con diversas similitudes y convenció a
Spielberg de que se decantara por él. Le acompañó Karen Allen (la
mejor chica Indiana, si se puede decir así), John Rhys Davis y Paul
Freeman.
Algunas
curiosidades. Precisamente hay un guiño a “Star Wars”. En el
Pozo de las Almas, hay un jeroglífico que contiene dos figuras muy
familiares, las de los droides R2D2 y C3PO. Por cierto, en esa escena
la mayoría de las serpientes son inofensivas, aunque un miembro del
equipo de rodaje tuvo que ser llevado al hospital tras la mordedura
de una pitón. No fue el único que sufrió algún accidente. De
hecho, todo el equipo cayó enfermo a causa de la comida de Túnez.
Todos menos Spielberg, que solo comía comida venida de Estados
Unidos.
La
célebre escena en la que Indiana se enfrenta a un espadachín y la
solventa disparándole con el revólver fue porque precisamente Harrison Ford estaba enfermo y muy cansado para hacer una secuencia de pelea. Y la probablemente más icónica, la de la bola de piedra, se hizo en una maqueta a escala de un metro y en una sola toma.
Efectos especiales que tuvieron su premio en forma de Oscar, concretamente a los efectos visuales, los sonoros, la edición de sonido, la dirección artística y el montaje. También fue nominada a la mejor película. Económicamente fue un éxito, logrando ser la película más taquillera de 1981, con 390 millones de dólares recaudados, habiendo invertido solo 20.
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