Aunque
tenga el mismo título no se trata de un remake de la película de
1968, con la que incluso podría complementarse, pues trata de la
investigación paralela que llevó a cabo la prensa de los crímenes
del Estrangulador de Boston, más concretamente el periódico Record
American por medio de dos reporteras, muy bien interpretadas por
Keira Knightley y Carrie Coon aquí, que
pusieron en duda la de la policía, señalando su
falta de rigor por no cotejar las pruebas con los departamentos de
otros distritos, su impaciencia por colocarle los asesinatos a
alguien y en general su incompetencia. Lo que les habría dejado
pasar por alto la teoría que sostiene la película, que es que
podría haber habido varios asesinos, o que al menos, Albert DeSalvo
no fue el único autor material de los estrangulamientos de trece
mujeres. No
obstante, está más cerca del drama periodístico, con cierto toque
de reivindicación feminista, que del thriller policíaco. En cierto
modo, tiene algunas similitudes con “Zodiac”. Ojo, no en la
calidad porque la maestría en la puesta en escena y la narración
de David Fincher en aquella, no la tiene ésta. De hecho, si algo se
le puede achacar es que le falta tensión. Pero tiene algunos
paralelismos argumentales, como que la historia esté llevada por un
periodista y la ambigüedad en cuanto a la identidad del asesino.
6’5.
Esto
si en un psicokiller en toda regla, de
hecho, en mi opinión, uno de los mejores. La película sostiene la
teoría de que Albert DeSalvo si fue el único responsable de los
trece crímenes de los que se le acusaba, aunque deja una puerta
abierta. Porque hay que aclarar, que en la realidad, su autoría solo
se basó en la propia confesión pero no hubo pruebas concluyentes.
Tiene dos mitades más o menos diferenciadas. En la primera asistimos
a los primeros asesinatos y a la investigación policial liderada por
nada menos que Henry Fonda y George Kennedy. En la segunda ya nos
mostraban a DeSalvo, al que podemos seguir, observar su modus operandi y demás. No hay misterio
en ese sentido porque está interpretado por un actor tan famoso como
era Tony Curtis, que está absolutamente magnífico en su
interpretación, de la que hace exhibición en el último tramo de la
película, dejándonos algunas miradas que pueden helar la sangre. Es
justo decir que tampoco es que se haga una reconstrucción de los
hechos exhaustiva pero
si se hace uno una idea bastante clara del pánico que creó este
caso. Como curiosidad, el estilo de dirección que desplegó Richard
Fleischer, con recursos muy modernos por esa época de finales de los
setenta, con el movimiento de la cámara, esos miniplanos secuencia y, sobre todo, el uso de la pantalla partida. Bastante recurrente éste
último y que en ocasiones suponía tener tres, cuatro y cinco
pantallas de forma simultánea. Antes de que Brian De Palma la
incluyera en su abanico de trucos visuales. 8.
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