Se
nota y mucho que está basada en una novela, con esa estructura de
contar la historia como un gran flashback y un estilo de narración
muy literario, por cierto, que en realidad se titula “Donde cantan
las langostas” y está escrito por Delia Owens. Aunque a mí me ha
recordado a “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, la cual
también se adaptó pero a miniserie, por la temática de entorno
rural y misterio en medio de una trama romántica. De hecho, pivota
entre el drama rural y el thriller de intriga pues si algo sabemos
desde el principio es que alguien ha muerto (no se sabe si por
accidente o asesinato) y quizá alguien se encontraba con la víctima
(responsable o no). La cuestión es que sirve como excusa para contar
la historia de una muchacha que apodan “la chica salvaje”,
interpretada por una magnífica Daisy Edgar-Jones, y ya no puede ser
casualidad que las tres o cuatro veces que he visto a esta actriz,
haya estado muy bien en todas, así que apunta a tener un futuro
artístico muy prometedor. Por tanto, hay gran parte de la película
en la que se impone el drama, pero la intriga por resolverse el caso
se irá incrementando según se vaya acercando al final, incluso con
parte de thriller judicial. Final sorpresivo, o no tanto, porque
sinceramente se me había pasado por la cabeza, pero que cierra
bastante bien. Además la fotografía es excelente y le saca un gran
partido al paisaje. 6’5.
Película
danesa con una propuesta inicial bastante sencilla pero que según va
avanzando va descubriéndose que tiene más aristas de lo que cabía
esperar. Un asesino en serie secuestra a una psicóloga en su propia
consulta para que le analice en la hora que ha pagado. Así que tres
cuartas partes de la película son en ese mismo escenario, lo que en
cierto aspecto le da un toque hitchcockiano. Y la gran mayoría de
ese tiempo corresponde al diálogo entre los dos protagonistas, Signe
Egholm Olsen y Anton Hjijle
(vaya tela) que
mantienen un buen duelo interpretativo. La cuestión es que la trama
esconde algunos giros realmente sorprendentes. Al menos a mí me han
pillado descolocado. Pero no son tramposos. Los giros sorpresa son
tramposos cuando se los sacan de la manga, cuando no dan la
posibilidad al espectador de adivinarlos y, sobre todo, cuando no han
sido sembrados durante la narración. Pero no es el caso del guion de
esta película, que aunque tenga alguna situación un poco forzada,
en general encaja bastante bien las piezas y termina en todo lo alto.
Es cierto que hay que tener un poco de paciencia, que a algunos les
resultará un poco pesado todo el tramo de diálogo sin que aparentemente
esté pasando nada, pero al final merece la pena. 6’5.
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