En su día fue calificada por Quentin Tarantino como el mejor slasher de todos los tiempos. Bueno, yo no diría tanto. De hecho, no lo diría en absoluto. El bueno de Tarantino también ha llegado a decir que le gusta más “Indiana Jones y la calavera de cristal” que “Indiana Jones y la última cruzada”. Pero en cualquier caso, creo que es un slasher que hay que meter en un ciclo como éste en un momento dado.
De hecho, surgió para aprovechar la moda del slasher iniciada con “La noche de Halloween” en 1978 y continuada por “Viernes 13” en 1980, un año antes que lo que hoy comentamos. Es más, claramente toma elementos de ambas. Por un lado el que el asesino tenga una indumentaria muy identificativa, con máscara incluida, en este caso vestido de minero. Y por otro tirando de sangre y gore.
Porque realmente, “La noche de Halloween” de John Carpenter, no tenía apenas sangre. Era “Viernes 13” quien se decantaba por los asesinatos más brutales y explícitos. De hecho, la segunda parte se estrenaba el mismo año que “San Valentín sangriento” y tuvo los mismos problemas con la censura.
Precisamente, la liebre la levantó “Viernes 13”, la cual se le “coló” a la MPAA (Motion Picture Association América). Pero viendo la repercusión que tuvo la película, subió el listón, lo cual le costó una porción de minutos tanto a “Viernes 13, parte II” como a “San Valentín sangriento”, a la cual se le exigió que recortara nueve minutos si no querían llevarse una calificación X, el lugar de una R.
Porque la película, aunque con medios limitados, no se cortaba con el gore, incluyendo picos clavados en ojos, desmembramientos, decapitaciones y corazones extirpados. Esos nueve minutos que tuvieron que cortar eran minutos sueltos en prácticamente cada uno de los asesinatos, para rebajar la crudeza, que por cierto fueron doce.
Una película que no era estadounidense sino canadiense, sin caras conocidas en el reparto, y con un director, el húngaro George Mihalka, que firmaba aquí su segunda película pero que en el resto de su filmografía lo más destacable sería un telefilm de espionaje con Michael Caine como protagonista, casi por decir algo, “El expreso de Pekín”.
Mihalka visitó varias minas para rodar en su interior, lo cual supuso el mayor reto del rodaje, por las dificultades para montar el equipo y los riesgos de gases con los que se podían intoxicar. Eligió la mina Sidney de Nueva Escocia por su aspecto tétrico. Sin embargo, en el pueblo, al enterarse de que iban a rodar una película allí, decidieron adecentarla. Así que la productora tuvo que gastarse 75.000 dólares en volver a ensuciarla.
El titulo original iba a ser “The secret”. Pero hasta en el título quisieron parecerse a sus antecesoras que tenían nombres de fiestas o fechas señaladas del año, como Navidad (“Navidades negras”), Halloween, o Viernes 13. Así que se lo cambiaron por San Valentín y se le añadió “sangriento”. Trucos de marketing que no sirvieron para que tuvieran demasiada taquilla, tan solo 5,7 millones de dólares, aunque solo habían invertido 2,3.
Por eso, aunque al final queda abierta a una secuela, decidieron no llevarla a cabo. No obstante, con los años se convirtió en un título de culto del género, incluso se llegó a estrenar un remake en 2009, con el mismo título pero con la coletilla de 3D, pues formó parte de un conjunto de películas que querían volver a poner de moda ese formato, sin éxito.
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