Casi
se podría decir que Christopher Nolan vino a rescatar al personaje
del deplorable estado en que había quedado tras la etapa de Joel
Schumacher. No tengo nada en contra de él, todo lo contrario, me
gustan muchas películas de Schumacher. Y tampoco sé realmente
cuanta responsabilidad fue suya y cuanta de los propios
productores, pero lo cierto es que no supieron respetar la esencia y
el alma de Batman.
Ojo,
tampoco Tim Burton, aunque sus dos películas fueran evidentemente
mucho mejores, pero ya he comentado en diversas ocasiones que Burton
estaba más interesado en los villanos que en el propio Batman y no
digamos en Bruce Wayne. Sin embargo, Nolan tenía muy claro quién
era el rey de la fiesta.
Por
eso, a pesar de tomar como referencias algunos cómics, como “Batman,
el largo Halloween”, “Batman, año uno” o “El hombre que
cae”, tanto él como David S. Goyer tenía muy presente en la
premisa que debían dar una versión menos gótica que la de
Burton y mucho menos comiquera que la de Schumacher. Debían ofrecer
una visión más seria, adulta y realista del personaje.
Para
ello, Nolan confesó que su referencia principal fue el “Superman”
de Richard Donner, en cuanto a desarrollar al personaje desde sus
orígenes, sus motivaciones para convertirse en el símbolo de la
justicia pero también sus dilemas morales. De hecho, es la primera
película y, hasta ahora, la única que lo ha hecho. Y desde luego,
para ello debía contarnos la muerte de los padres de Bruce Wayne y
la transcendencia de ello en su vida.
No
obstante, a pesar de ser una película de indiscutible calidad, en su
momento la mejor película de Batman hasta la fecha, aunque todavía
no teníamos ni idea de que lo mejor estaba por venir, y del gran
desembolso que se hizo para producirla, unos 150 millones de dólares,
tampoco fue el éxito que se pretendía, recaudando 370 en taquilla.
Que
está bien pero apenas dobla lo invertido. Se debió a la descreencia
del público en una película nuevamente de Batman, especialmente
tras “Batman y Robin”. Pero si consiguió convencer a ese público
de que volvieran a creer en el personaje, lo cual demuestra el que
las dos siguientes secuelas superaran los mil millones de dólares
de taquilla.
Nolan
quiso poblar el reparto de muy buenos intérpretes, que no estrellas,
pero si con nombres muy potentes en Hollywood. Como el de su
protagonista, Christian Bale, pero también en los secundarios, como
Gary Oldman, Morgan Freeman, Michael Caine, Liam Neeson, Cillian
Murphy o Tom Willkinson. Quizá Katie Holmes era el eslabón más
débil aunque personalmente creo que cumplió. Aún así, en la
secuela, “El Caballero oscuro”, fue sustituida por Maggie
Gyllenhaal, al parecer por problemas de agenda de Holmes.
Pero
es que hasta en papeles muy cortitos tenía actores como Rutger Hauer
o Ken Watanabe. Y todos bajo la batuta de un Christopher Nolan que
realmente tan solo contaba con tres películas hasta la fecha. Su
debut casi como proyecto estudiantil “The following”, “Memento”
(la que acaparó todas las miradas de los productores) e “Insomnio”,
que era un remake verdaderamente.
Pero
ya tenia una personalidad indiscutible y supo imponer una serie de
características a su versión de Batman. Que fuera más fiel al
origen del personaje en las viñetas, es decir, al Batman detective, que se viera todo el proceso de transformación en superhéroe (incluso en la construcción del traje, los gadgets o el vehículo en el que se desplaza), que hubiera una gran importancia de los villanos pero sin arrinconar al protagonista, y que el uso del CGI fuera mínimo (aquí solo los murciélagos son un efecto digital).
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