Sin duda,
descendiente de la moda slasher creada por John Carpenter en “La noche de
Halloween”, Wes Craven, ya seis años después del estreno de aquella, introdujo
varias variantes tanto en el perfil de su asesino como en el tono de la
película, metiendo el componente fantástico y paranormal, como renovación de
una fórmula que empezaba a dar síntomas de degaste. Algo similar ocurrió con
los slashers de los noventa como “Scream” (también de Craven) y “Sé lo que
hiciste el último verano”.
Y es que
nadie puede negarle a Freddy Krueger ser un icono del cine de terror de los
ochenta que incluso para muchos está por encima de sus otros “compañeros”
slashers. Pero Freddy ya presentaba importantes diferencias. De primeras, solo
existe en el mundo de los sueños. No es verdaderamente real, aunque si podía
matarte. Pero había más distintivos respecto a Leatherface, Michael Myers o Jason Voorhees. Por ejemplo, no lleva máscara, aunque si tiene la cara
desfigurada, quemaduras para más señas. Su arma es un guante cuyos dedos son
enormes cuchillos. Un manostijeras asesino. Y la más importante, es inteligente
y puede hablar. De hecho, lo hace bastante.
Uno de los
ganchos que siempre me ha parecido más astuto de esta película es trasladar el
riesgo a cualquier lugar. Cualquiera que se durmiera podría sufrir las
cuchillas de Freddy. Para evitar ser víctima de Leatherface, Myers o Jason tan
solo había que evitar por ir cierta ruta de Texas, Haddonfield o Crystal Lake.
Pero Freddy podía atacarte en tu casa, en tu cama, o donde fuera que te
pudieras quedar dormido. Hacía referencia a algo tan antiguo como los terrores
nocturnos.
Pero como
tantos, tuvo su inspiración en una historia real. Resulta que en los años
setenta, un grupo de refugiados camboyanos que huyeron del genocidio que estaba
ocurriendo en su país, a Estados Unidos, comenzaron a tener unas aterradoras
pesadillas que provocaron que muchos de ellos se negaran a dormir. Poco después
varios de los que dormían murieron durante el sueño, no pudiendo nunca llegar a
explicarse la razón. Se determinó como una especie de “muerte súbita” a la que
llamaron “síndrome de muerte asiática”.
Había más
diferencias con las sagas de “La matanza de Texas”, “Halloween” o “Viernes 13”,
que tenían en común que sus creadores; Hooper, Carpenter y Cunningham estaban
en la primera etapa de sus carreras. Sin embargo, Wes Craven llevaba más de
doce años desde su primera película hasta esta “Pesadilla en Elm Street”. Ya
había dirigido “La última casa a la izquierda” y “Las colinas tienen ojos”
varios años antes, y llevaba varias películas sin demasiado éxito.
Curiosamente,
fue el propio Craven quien volvió a renovar el genero slasher en los noventa y precisamente
homenajeado a los clásicos setenteros y ochenteros, pero creando un nuevo icono
de asesino serial con máscara como fue Ghostface. De hecho, la última película
del director norteamericano, que nos dejó en 2015, fue “Scream 4”.
En el
reparto estaba la scream-queen teen del momento, Heather Langenkamp (todas las
recordamos en esa escena en la bañera con las cuchillas de Freddy avanzando
entre sus piernas). En el casting, que fue multitudinario, se llegaron a probar
a unas doscientas actrices, entre las cuales estaba Jennifer Grey ("Dirty
Dancing") y Demi Moore. Completaban el reparto, John Saxon y, como no, Robert
Englund, que a diferencia de los otros asesinos slashers, interpretados por
múltiples actores, solo interpretó él. Salvo en el remake, que correspondió a
Jackie Earle Haley.
Algunas
curiosidades, inicialmente Freddy Krueger iba a ser un pederasta al que los
vecinos de la calle Elm le daban su merecido para proteger a sus hijos. Algo
que plantea el remake. Pero Wes Craven decidió finalmente que fuera un asesino
de niños y no que tuviera que ver con nada sexual. El nombre venía de un tal
Fred Krueger, un abusón que la tenía tomada por Craven en su infancia. Ésta fue
su venganza personal. La escena de la sangre saliendo de la cama, se rodó al
revés. Es decir, en realidad la sangre sale del techo, de ahí la enorme fuerza
con la que sale.
Por cierto,
que la calle Elm está en Postdam, Nueva York, pero existe otra calle Elm, en
los aledaños de la Plaza Dealy, en Dallas, ya sabéis, donde mataron a John F.
Kennedy. Hasta el momento se han hecho ocho películas en relación al personaje
de Freddy Krueger, incluyendo un remake y un crossover donde se enfrentaba a
Jason. Tuvo bastantes buenas críticas y fue bastante rentable. Costó menos de
dos millones de dólares y logró en taquilla 26. De hecho, en general los
slashers son buenos negocios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario