martes, 20 de noviembre de 2018

Escenas Míticas: Especial Slasher - Viernes 13



   Tan solo dos años tardaron en copiar la fórmula. Aunque luego veremos que hay bastantes diferencias. Pero el modelo de asesino slasher traído por John Carpenter con “La noche de Halloween” había llegado para quedarse y en 1980 se estrenó “Viernes 13”. Y con ella, el que con el tiempo entraría en el olimpo de los slashers junto a Michael Myers, Leatherface (anterior a todos) o Freddy Krueger (posterior); Jason Voorhees. Y confieso que es mi favorito.




   Sin embargo, Jason no aparecía en la primera parte. Al menos no como le conocemos todos. Tan solo un instante en el final, en su versión infante, en el que quizá para mi sea el padre de todos los sustos (estaría en primer lugar en un podio con los finales de “Carrie” y “Vestida para matar” en los siguientes escalones). Saliendo del fango del lago tras la barca. Recordemos que, en la primera parte, era la madre quien ejecutaba los violentos asesinatos. Y no, 38 años después no es un spoiler. Quien no lo haya visto todavía merece tragárselo. Lo dicen en el prólogo de “Scream”.



   De hecho, no es hasta la tercera parte donde Jason se coloca la famosa máscara de hockey, que había robado a una de sus víctimas, concretamente era la de los Detroit Red Wings. El éxito de la máscara casi fue una casualidad y tras la acogida del público se decidió mantener como indumentaria habitual y terminó siendo su rasgo estético más icónico junto con el machete de grandes dimensiones.



   En la primera parte ya decía que solo aparece como niño (deformado) y en la segunda es la mezcla del hombre del saco y del también slasher de “La noche oscura del espantapájaros” (por cierto, estrenada el mismo año). Iba vestido similar a un granjero, con una funda de almohada en la cabeza a la que le había recortado dos ojos.



   “Viernes 13” no hizo más que confirmar el enorme tirón que tenía esta fórmula para el público. Y las productoras no perdieron el tiempo, habida cuenta de lo rentables que salían estas películas. Inversión baja, recaudación alta. Como demuestra ésta, que tuvo un presupuesto de poco más de medio millón de dólares y logró en la taquilla sesenta. El caso es que a estas alturas ya podíamos formarnos un perfil de tópico de este subgénero.



   Cualquiera puede morir en estas películas, pero hay varios prototipos que cuentan con más porcentaje anotador. Mal asunto es ser de una raza que no sea la blanca. Si eres hispano, negro o asiático es casi seguro que vas a morir. Lo mismo que pasa con las “tías buenas”. Cuanto más escultural sea, más probabilidades de que le den matarile tiene. Ya si aparece desnuda y encima es rubia, el porcentaje se acerca al 100%. Los chulos, abusones, machitos, lo tienen también negro. Y cualquiera que no se crea la historia del lugar. Digo cualquiera, escépticos e incrédulos, la muerte está asegurada. Lo mismo que el primer agente de policía que se presente. Ya si es sheriff, no lo cuenta fijo.



   Además, hay comportamientos que multiplican tus posibilidades de muerte. Por ejemplo, tener sexo o tomar drogas, es sinónimo de asesinato. Ducharse, bajar al sótano o subir al desván, ir a mirar los plomos, separarse para investigar o entrar en una casa diciendo, “¿Hola?”, “¿Hay alguien ahí?” o “Muy gracioso Bobby”. Si dices que vuelves enseguida, no vuelves segurísimo. Y si huyes tropezarás varias veces (como si llevases las zapatillas desatadas). Además, da igual que seas plusmarquista mundial en los cien metros lisos, te cogerá, aunque el asesino vaya andando, cojee o le hayan apuñalado veinte veces.



   Porque ellos nunca corren, ni usan armas de fuego. Siempre tienen un arma predilecta, aunque no desdeñan otros modos de asesinato más creativos. No son muy habladores, de hecho, nada. Quizá algún gruñido o respiración más fuerte de lo normal. Y jamás, jamás de los jamases, mueren a la primera. Y encima a veces resucitan. Para colmo cuentan con la ayuda de todo lo que te podría ayudar a ti. Es decir, los coches no arrancan, los teléfonos no funcionan, han sido cortados o no tienen cobertura. Y los llaveros tienen cincuenta llaves y la que abre siempre es la última.




   Volviendo a la película, mientras “La noche de Halloween” se basaba en el suspense y apenas había sangre, “Viernes 13” apostaba por lo explícito, con gran parte de gore. No en vano contaba con el maquillaje de Tom Savini. Aunque comparten que se sitúan en lugares emblemáticos, en la ficción. Aquí era el Campamento Crystal Lake.

   Dirigía Sean Cunningham, que no es que haya tenido una carrera ni muy exitosa ni prolífica. Pero cuenta con una película que me gustó bastante, “Profundidad 6”. En el reparto, en su momento Betsy Palmer y Adrienne King gozaron de cierta popularidad, pero el único que transcendió fue Kevin Bacon.

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