Llegamos a la que es con mucho mi película favorita de hombres lobo. Estrenada tan solo unos meses después de su competidora ese año, 1982, “Aullidos”, de Joe Dante, y que ya pudimos repasar aquí la semana pasada. Juntas contribuyeron al resurgir del subgénero de licántropos, aunque todo lo que vino después fue de muy inferior calidad prácticamente hasta el año 2000, con “Ginger snaps”.
Si ya “Aullidos” tenía una buena porción de sarcasmo en su historia, en “Un hombre los americanos en Londres”, el tono de comedia era más que palpable, lo que contrastaba con varias de sus secuencias, bastante terroríficas. Justo lo que planteaba más dudas a los productores, que consideraban que la película contenía demasiado terror para funcionar como comedia, y demasiado humor para funcionar en el género de terror.
Sin embargo, lo hizo. La película tuvo muy buenas críticas y resultó muy bien comercialmente, tanto en salas de cine, donde recaudó 62 millones de dólares, más del triple que “Aullidos”, habiendo invertido en ella solo 6 millones; sino también en su explotación en el mercado doméstico de alquiler y venta. Además de conseguir lo que muy pocos títulos consiguen, permanecer como una película icónica del género.
John Landis, que inicialmente había sido seleccionado para dirigir “Aullidos”, tenía su propia idea para hacer una película sobre el tema de la licantropía, lo que le hizo decantarse por este proyecto, y que surgió tras presenciar un funeral gitano y sorprenderse por las medidas que tomaban para que el difunto no volviera a levantarse, lo que recordaba más al vampirismo pero que a él le inspiró para los hombres lobo.
Landis ya venía precisamente de triunfar en la comedia con “Desmadre al americana” y “Granujas a todo ritmo” (“The Blues Brothers”). Género en el que siguió tras aplicarla a “Un hombre lobo americano en Londres”, con otros éxitos bastante sonados, asociado al actor Eddie Murphy, en títulos como “Entre pillos anda el juego”, “El príncipe de Zamunda” o “Superdetective en Hollywood”.
Precisamente los productores pensaban que Landis elegiría como protagonista a uno de los dos con los que había trabajado en su anterior película: Dan Aykroid o James Belushi, pero el director quería una cara desconocida y eligió la de David Naughton, al que solo había visto en un anuncio publicitario.
Tampoco sus acompañantes en el reparto eran, ni lo fueron después, estrellas demasiado populares pero tampoco eran desconocidos. La bellísima Jennifer Agutter, conocida por “La fuga de Logan” y que apareció en “El muñeco diabólico 2”. Y Griffin Dunne, que poco después sería el protagonista de “Jo que noche”, de Martin Scorsese, junto a Rosanna Arquette.
Aunque, si por algo es recordada esta película es, sin duda, por su espectacular transformación que incluso a día de hoy sigue envejeciendo bien. Impresionó tanto en Hollywood que prácticamente crearon la categoría de maquillaje, que no existía en los Oscars hasta entonces, para poder premiarla. Que fue a manos de un Rick Baker que precisamente había dejado el mismo cargo en “Aullidos” para dedicarse a esta película.
Curiosamente, Baker volvería a ganar la apreciada estatuilla con otro licántropo, el del “Hombre lobo” de 2010, con Benicio del Toro. Una de las peculiaridades del de 1982, es que es de los pocos que realmente se convierten en un lobo, es decir, cuadrúpedo. Circunstancia que solo se aprecia explícitamente en la parte final de la película. Personalmente es la recreación de hombre lobo que más me gusta incluso actualmente.
Tiene una secuela un tanto tardía, en 1997, que casi parecía más un reboot, "Un hombre lobo americano en París", que no funcionó igual de bien porque tampoco es que fuera muy buena, dicho sea de paso. De la original llegó a hacerse una adaptación radiofónica.
La película gustó tanto a Michael Jackson que le encargó a John Landis la dirección de uno de los mejores, sino el mejor, videoclips de la historia de la música, que era prácticamente un corto de terror, "Thriller".
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