LO MEJOR: Habría que preguntarse porque gozando de la fama que sin duda goza como creador del género literario del terror, tiene tan pocas adaptaciones cinematográficas de sus obras. Otros escritores de terror han sido adaptados innumerables veces, cómo Stephen King o Clive Barker. La respuesta es que la obra de Lovecraft es inadaptable. Y si no que se lo digan a al Guillermo del Toro y su anhelo por llevar “Las montañas de la locura” a la gran pantalla. Es por eso que le doy el mérito a esta película y especialmente a su director, porque debía ser alguien bastante valiente en su determinación, alguien sin nada que perder, como Richard Stanley, cuya última experiencia tras la cámara fue haber sido despedido de “La isla del doctor Moreau”. Stanley ha comprendido, porque también ha estado al guion, que de Lovecraft no hay que ser tan fiel sino coger su esencia, y es justo lo que ha hecho. Con ello ha hecho una de esas películas que, más allá de su calidad, tienen ese regusto de ser diferentes, todo un viaje, con una estética ochentera en su cine fantástico de serie B pero con algo delas películas de ovnis de los años cincuenta. Su deslumbrante fotografía, sus efectos especiales artesanales basados en el maquillaje, aunque también tira del CGI para algunos efectos de luz, la hace muy atractiva visualmente, muy bizarra (tiene algunas imágenes perturbadoras) e hipnótica, en esa metáfora de la transformación que pretende mostrar.
Interpretación: No entiendo porque hace tantas películas tan malas, como una metralleta, Nicholas Cage, cuando siendo un poco más selectivo saldría mejor considerado. De hecho, Richard Stanley esperó a que tuviera un hueco en su agenda pues necesitaba a un actor capaz de desatarse cómo lo hace Cage y que pudiera dar ecos de Bruce Campbell ("Posesión infernal") o Jeffrey Combs (“Reanimator”). Me sorprende más la inclusión de una actriz como Joely Richarson.
Escena (SPOILERS!!): Ya desde la llegada del propio meteorito empiezan a lanzar una serie de imágenes a cada cual más perturbadora. Desde lo visto en el pozo que da al preludio a unas transformaciones tanto en el entorno como en los propios personajes, físicas, sobre todo. Pero sin duda, de las más impactantes es la del “fundido” del ganado, que recuerda a “La cosa” o el de la madre con el hijo, que es perturbadora. Así como cuando el padre (Cage) decide sacrificarlos ante tal engendro. Todo para llegar a ese final con todo cubierto por el color del espacio.
LO PEOR: No busquemos un guion demasiado elaborado porque no lo hay. Es una película puramente sensorial, qué pretende transmitir sensaciones, algunas de ellas no precisamente agradables. Y si se pone uno estricto con la historia, le va a encontrar algunas incongruencias pues son bastantes las licencias que se toma. Además no hay explicaciones, va en la línea de ese terror de lo desconocido en otras épocas en el que muchas preguntas quedaban sin respuesta.
CITAS: “Tantos años en la gran ciudad y al fin estamos aquí, viviendo el sueño”. “No sé de que color era. No era un color que hubiese visto antes”. “Los meteoritos no suelen ser más peligrosos que una roca común”. “¿Como puede algo tan grande desaparecer?”. “Lo que está aquí, está afuera. Y lo que está afuera ahora está aquí”. “Esa cosa que llegó en el meteorito cambia todo lo que hay a su alrededor”. “Solo es un color pero quema”.
REFERENCIAS: El tema de la fotografía, con un color tan omnipresente recuerda precisamente a otra película de Nicholas Cage, “Mandy”. Pero la historia hace más referencia a películas de los cincuenta como “Invasores de Marte” o de los ochenta como “El terror no tiene forma”.
CONCLUSIÓN: 6’5. Puede que una de las mejores adaptaciones de la inadaptable literatura de Lovecraft, comprendiendo que es mejor tomar la esencia que ser demasiado fiel, con un viaje a la serie B fantástica de los ochenta.
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