Otro
de los títulos más vistos durante estos días de cuarentena, sino el que más.
Tuvo gran popularidad durante la década de los noventa tras ser lanzada con la distribución
de toda una superproducción y con el atractivo que suponía tener un director
bastante valorado en aquel momento y todo un reparto plagado de estrellas. Sin
embargo, conviene aclarar cuál es su origen.
Inicialmente
podría confundirse, así me ha pasado a mí con la novela de Robin Cook
(escritor de novelas relacionadas con la medicina tales como “Coma”, adaptada
al cine por Michael Crichton), llamada “Epidemia”. El motivo es que la película
se estrenó en algunos países, como los sudamericanos, con ese título. Sin
embargo, la verdadera inspiración fue el libro de Richard Preston, “La zona
caliente”.
La
particularidad de esta obra era que no era de ficción sino que retrataba los
hechos reales acaecidos durante una alerta sanitaria ocurrida en un laboratorio
de Reston (Virginia) (a unos 25 km de Washington D.C), cuando, un descendiente del
virus ébola apareció en casi una treintena de monos que tenían en experimentación, llegados de África.
Lo
que podría haber sido una catástrofe quedó en nada, pero sirvió para que la OMS
se convenciera del enorme peligro que suponen ciertos virus africanos similares
al ébola. No obstante, la película vagamente se inspira en los hechos reales y
salvo el origen del mono como paciente cero, no tiene mucho más que ver con lo
que ocurría en la novela de Preston.
Pero
igualmente planteaba ideas interesantes. Como plantea un brote de ébola (en la
película se denomina “Motaba” pero claramente sus síntomas y características
corresponden, e incluso se utiliza una imagen a microscopio del verdadero ébola)
como amenaza potencialmente catastrófica para la población civil. Aunque ya
quisiéramos poder tener tan contenida como el film, la pandemia de coronavirus
que estamos sufriendo en estos momentos.
Pero
también planteaba la posibilidad de que los gobiernos, concretamente el de
Estados Unidos, haga acopio de los virus más peligrosos del planeta para una
posible guerra bacteriológica. Además de dejar caer las posibles ideas
expeditivas militares como la destrucción de núcleos de población contaminada,
lo que por mucho que no ponga la mano en el fuego, cuesta bastante de creer que
fuera posible, sobre todo en suelo propio.
El
director alemán Wolgang Petersen, que había filmado joyas en su país natal como
“El submarino” o “La historia interminable”, fue el elegido tras dar el salto a
EE.UU con títulos como “Enemigo mío”, “La noche de los cristales rotos” y,
sobre todo, “En la línea de fuego” con Clint Eastwood de protagonista. Tras “Estallido”,
se abonó a las super producciones como muestran sus siguientes proyectos “Air
Force One”, “La tormenta perfecta”, “Troya” y “Poseidón”. Curiosamente, una
trayectoria similar a la de su compatriota Roland Emerich.
Como
decía, con un reparto de auténticas campanillas encabezado por Dustn Hoffman,
que recogía el testigo del papel rechazado por Harrison Ford. Pero es que la nómina
de secundarios era brutal, con Renee Russo, Morgan Freeman, Kevin Spacey, Donald Sutherland,
J.T.Walsh y unos jóvenes Cuba Gooding Jr. y Patrick Dempsey.
En
general, está bien considerada, aunque la crítica señaló que funcionaba muy
bien, especialmente en su primera mitad como película de terror, pero en la
segunda se entregaba al mas puro estilo del genero de acción. Costó 50 millones
de dólares y recaudó 190 en taquilla. Hubo un proyecto paralelo, basado en la
misma novela, con Robert Redford, Jodie Foster y Ridley Scott en la dirección
que finalmente se desestimó por el enorme parecido.
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