Me llama poderosamente la atención como un director de las características creativas de John Carpenter, solo haya adaptado una novela de Stephen King, cuyas temáticas y estilo narrativo se asemejan tanto a las del maestro de la serie B de los 70/80, Carpenter. Sin embargo, cuando finalmente lo hizo, se consideró una obra menor del director, aunque con el tiempo, como casi toda su filmografía, ha ido adquiriendo valor.
Y el caso es que la colaboración entre estos dos grandes genios fue meramente casual. Carpenter había firmado una de las obras cumbre de su carrera y probablemente una de las mejores y más icónicas del género de terror y ciencia-ficción, “La cosa”. Pero, paradójicamente, fue un fracaso de taquilla o, al menos, no respondió, ni mucho menos, a las expectativas. Aunque con el tiempo se convirtiera en un título de culto.
Fue por eso por lo que decidió apostar sobre seguro con la adaptación de una novela de un director que estaba de moda y que le había supuesto un gran éxito a Brian De Palma con “Carrie”. Pero el bueno de Carpenter volvió a sufrir otro nuevo varapalo, pues la película solo consiguió 21 millones, cubriendo los gastos y un poco más. Eso sí, las críticas no la trataron mal.
Vayamos a la historia. Son bastante frecuentes en las historias de Stephen King, los personajes víctimas de burlas generalizadas, especialmente sufridas en la escuela. El escritor, o bien sufrió bullying (más que probable) o bien es uno de los temas sociales que más le preocupan. Pero King ofrecía otra segunda lectura, pues contrariamente a lo que se cree, es un autor de mayor profundidad de la que parece. Y aquí nos habla de excesivo apego a cosas materiales que llegan a sustituir a las personas.
Y nuevamente tenemos como protagonista a un personaje poco agraciado, tímido y apocado, blanco de abusones y otros sectores. Se diría que es la versión masculina de Carrie. Y comparte más similitudes, porque Arnie, también tiene la posibilidad de vengarse mediante un medio sobrenatural, esta vez en forma de coche, un desvencijado Plymouth Fury del 58 que parece destinado a él, que le estaba esperando.
Un coche que le da todo lo que quiere, todo lo que siempre ha querido. Le completa, le hace comportarse de forma que ya no tolera las burlas y los abusos. Incluso hay un paralelismo como pareja (la primera vez que le ve es la más gráfica recreación de un flechazo). De hecho, tiene nombre de mujer. En la película se llega a decir la frase: “los coches son como las chicas”.
Porque ese es el gran cambio respecto a la novela de Stephen King, donde el protagonista estaba poseído por el anterior dueño de Christine. Y en el film, es el propio coche quien le posee. Lo que es más acertado. Porque al fin y al cabo es Christine quien ha poseído a todos sus “dueños”. Y es por eso que manifiesta celos cuando lleva una chica en ella. Christine le da lo que quiere a Arnie, a condición de que él sea suyo.
Pero como adaptación es bastante fiel en cuanto a extraer la esencia de la novela. La primera parte de ésta es bastante densa y está muy bien sintetizada en el guión. Tengamos en cuenta que es una obra extensa. Los asesinatos de Christine son diferentes en la película, pero aquí es donde Carpenter da juego a su magia y a su toque visual, que no está presente en el resto.
A
mí me encantó esta película. Quizá porque me seducía ese Plymouth del
58 color cereza con una franja blanca. Una preciosidad de coche con nombre de
mujer que me creí que tenía vida y hasta sentimiento y que sufría cuando
era destruido. Por cierto, los efectos especiales eran bastante
resultones para la época. Como en la icónica secuencia de la
reconstrucción, sin duda, la mejor de la película.
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