jueves, 27 de julio de 2017

Escenas Míticas: 2ª Guerra Mundial - Pearl Harbor




    Vaya muy por delante que no la considero ni mucho menos a la altura de los otros títulos que he incluido en este ciclo de la Segunda Guerra Mundial, pero siempre me gusta tocar distintos colores de la paleta con la intención de ver el tema de una forma más global. El motivo de su inclusión se debe a lo que supuso como fenómeno cinematográfico de masas.




    Y para ello tenían al que con el tiempo ha sido considerado otro “rey Midas”, no por comparación por supuesto con Steven Spielberg, sino por su capacidad de emplearse en taquilla que termina en absolutos éxitos de taquilla. Al menos eso hay que reconocérselo a Michael Bay, que venía de conseguirlo con “Dos policías rebeldes”,” Armageddon” y “La roca”.



   Bay es claramente un productor de espectáculo. Su origen del campo de la publicidad le otorgan un especial talento para recrear imágenes impresionantes (en esta película hay planos increíbles) pero que tiene serios problemas en el campo de la narración cuando la cámara esta quieta.



    Pues si de algo se le acusa a Michael Bay es de tener un montaje de imágenes más propio del mundo del videoclip que del cinematográfico. Sin embargo, cuando se baja del burro de los blockbusters, ha conseguido trabajos interesantes sin basarse tanto en los fuegos de artificio, como en “Dolor y dinero” o “13 horas, los soldados secretos de Bengasi”. Algo similar que le ocurre a otro director de catástrofes similares como Roland Emmerich.



     La película se refiere al suceso que provocó la entrada definitiva de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, tras el ataque japonés a la base naval norteamericana de Pearl Harbor situada en Hawái. Las malas lenguas (y puede que fuera así) aseguraban que el ataque era de sobra conocido y que sacaron antes sus mejores buques de guerra, y se dejaron atacar para tener una excusa y así entrar en el conflicto.



    Dichos ataques suponen como unos 40 minutos de puro espectáculo y efectos especiales de una magnitud tremenda. No se quedó ahí la cosa y Bay también nos cuenta la controversia llevada a cabo por los americanos en lo que se llamó “Incursión Doolittle”, una maniobra más típica de japoneses, más bien kamikaze, aviones con combustible justo para llegar y bombardear, pero no poder volver, que lo único que quería es demostrarles a los nipones que eran tocables.



    En mi opinión, la película tenía varios problemas. Aparte claro, de la incapacidad de Bay en la narración cuando no hay escenas de acción. Uno de ellos fue introducir un romance por medio de la historia a modo de “Titanic”, totalmente pasteloso e innecesario. El otro, o el mismo, fue irse hasta los 170 minutos de metraje, de los cuales son fácilmente sacrificables los primeros sesenta, precisamente correspondientes a esa fase amorosa.



     El reparto era de tres pares de narices, aunque cierto es que aparte de lucir sus nombres en los créditos y aparecer en este conjunto coral, no son las mejores interpretaciones de sus carreras. Pero está bien mencionarlos, Ben Affleck, Josh Harnett, Kate Beckinsale, Cuba Gooding Jr. Alec Baldwin, Jon Voight, Tom Sizemore, Jennifer Garner, Dan Aykroid.

  Finalmente, Bay logró lo que pretendía. La inversión de 140 millones de dólares fue contestable en taquilla con 450 recaudados. Así que misión cumplida. Participó en las categorías técnicas de los Oscars, nominada a 4 de ellos y consiguiendo el de mejores efectos sonoros. Hay una versión del director con alguna escena que otra más explícita de la mostrada en la versión editada en la que incompresiblemente casi no hay sangre.

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