Hacía
tiempo que una comedia romántica no tenía tanto éxito en taquilla
(alrededor de 200 millones de dólares de recaudación), aunque en
cuanto a la crítica ha estado más bien dividida. Pero no voy a
mentir, lo que me atrajo es que la protagonista era Sydney Sweeney,
que me parece uno de los talentos actuales en alza. Que además,
exhibe poderío físico sin complejos, al igual que su compañero,
Glen Powell. Su muy buena química es uno de los aciertos de la
película. Otro de ellos es intentar salirse de los tópicos de esta
clase de películas. Digo intentar porque no lo llega a conseguir.
Sigue cumpliendo religiosamente con todos los tópicos del género y
queda demostrado en lo predecible de su resolución. Pero si logra
darle otro tono, uno más gamberro de lo habitual y lo mantiene
durante bastante tiempo, a base de chistes picantes y bastante mala
leche. Y no es nada pastelosa, todo lo contrario diría yo, al menos
hasta su último acto. La pena es que no se haya atrevido a ir hasta
el final con esa propuesta. No obstante tengo que reconocer que me ha
entretenido, gracias a un muy buen ritmo, a ese juego de peleas que
funciona durante la mayoría del tiempo. En resumidas cuentas, me ha
parecido divertida, sin llegar a ser nada nuevo ni lograr ser tan
diferente como pretende, pero entiendo que haya enganchado a mucha
gente. 6’5.
Sorprendentemente
me ha gustado y bastante, algo totalmente inesperado. Porque me ha
resultado muy entretenida y más divertida, manejando el ritmo
perfectamente a pesar de que claramente le sobren canciones. Cambia
el tercio absolutamente respecto a la película de Tim Burton,
“Charlie y la fábrica de chocolate”, de la cual esta es precuela
y a la cual esta supera, en mi opinión. Aunque dudo que Roald Dahl
aprobara esta versión del personaje de Willie Wonka, al cual,
independiente de todo ello, creo que Timothee Chalamet interpreta
magníficamente, superando a Johnny Depp y me atrevería decir que a
Gene Wilder. Porque Chalamet es la película. Aunque tenga un buen reparto, un diseño de producción espectacular, lleno de
colorido, y algunos números musicales bastante buenos, es Chalamet
quien mantiene todo en lo alto. Una película que, como buen producto
navideño, derrocha optimismo por todas partes, que está destinada
al consumo de toda la familia, pero que tiene detalles muy curiosos en
el guion. Como el emparentamiento que hace del chocolate con la
droga, tanto como adicción como por las disputas de su venta.
Además, acierta en cuanto a la inclusión del tema de la magia en la
historia. Eso si, Hugh Grant estaba pidiendo a gritos que se le
sacara más rendimiento. Pero bueno, yo me lo he pasado bien y no lo
esperaba. 7.
Lo
confieso, me gustan las películas de institutos y demás. No sabría
muy bien explicar porque, porque ya hace varias décadas (dejémoslo
ahí) desde que fui estudiante, así que no es por eso. Además es
que me gustan específicamente las americanas. No sé, me parto con
sus topicazos, que no tienen inconveniente en repetir una y otra vez.
Pero es que esta además si se sale de la norma por su poca vergüenza
y su gamberrismo. De hecho, no deja títere con cabeza porque machaca
sin compasión los estereotipos masculinos (jugadores de fútbol como
héroes y tal) a la vez que se burla del falso feminismo. De hecho,
la trama consiste en que las chicas menos populares del instituto
montan un club de autodefensa con la excusa de empoderarse como
mujeres cuando lo que realmente quieren es ligar con las guapas a las
que normalmente no tienen acceso. El caso es que allí se van a darse
de leches en sus ratos libres y sinceramente resulta muy divertido.
Porque además no escatiman en absoluto en cuanto a violencia ni
esconden sus referencias a la película de David Fincher, “El club
de la lucha”. Es comedia pero desde la sátira, aunque en ocasiones
puede llegar a ser delirante. Como la última media hora que ya se
convierte en una ida de olla a la que nadie debería querer buscarle
un atisbo de realismo, solo dejarse llevar por la diversión. 6’5.
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