Cada
vez que alguien pide recomendaciones de películas coreanas, sea en
redes sociales o donde sea, esta película está entre las más
repetidas. No es para menos porque desde luego es un estupendo
thriller y es inevitable quedar impactado tras su visionado. Ahora,
¿Es tan bueno? ¿Ese impacto tiene que ver con la calidad del film o
con la violencia de sus imágenes?
Siendo
sinceros creo que lo segundo. Lo dice uno que tiene este título
entre sus preferidos del cine coreano, y la prueba es que la estoy
incluyendo en esta selección. Precisamente por su alto nivel, hay
que exigirle la comparación con lo mejor de este cine. En esa
premisa, “Encontré al diablo” no es perfecta. Por ejemplo,
“Parásitos” llegaba a la excelencia por el equilibrio entre los
factores que hacen sobresaliente a una película.
De
donde más adolece es del guion. Por mostrar algunas de sus
debilidades, no se entiende como la película tiene una lista de
sospechosos a los que no les hace ninguna clase de seguimiento. Pero
que el protagonista encuentra con una facilidad clarividente. Tampoco
que éste deje constantemente libre al culpable de la muerte de su
novia, permitiéndole sembrar el país de cadáveres. Porque si
quieres vengarte de alguien, le coges, te lo llevas a un lugar
apartado y ahí le haces lo que quieras.
Por
cierto, que no sé si es que Corea tiene el mayor porcentaje de
asesinos en serie del planeta pero en la película da la impresión
que das una patada y salen por todas partes. Pero bueno, se le
acepta. La otra debilidad es el metraje excesivo, una característica
muy habitual en el cine coreano. Con un recorte de veinte minutos habría
mejorado ostensiblemente el ritmo, qué es bastante irregular.
Pero
hasta ahí, lo demás es sumamente admirable. Otra de las constantes
del cine de este país es la mezcla de géneros. No es extraño que
algunos la calificaran en su momento como una mezcla de “Seven” o
“Saw”. Porque aunque tiene evidentes toques del policiaco y la
acción, gran parte de la película transita en el psicokiller y tiene
evidentes toques del cine de terror, en su vertiente de horror.
Porque
ese impacto del que hablamos que produce su visionado es por su
extrema violencia y sobre todo de como la muestra. Toda la narración
está impregnada de sangre y hasta gore, pues nos deleitan con
descuartizamientos, decapitaciones y canibalismo, y no hay
prácticamente ni una de esas escenas que sea fuera de plano. Es más,
incide tanto en esos momentos de brutalidad que resulta desagradable,
e incluso redundante.
El tema de la venganza es otro de los predominantes en el cine coreano. Aquí, en esa variante de género de terror, podría incluirse este título en uno de sus subgéneros, el de “violación y venganza”, salvo que el castigo no es llevado a cabo por la propia víctima, como ya ocurría en una de las máximas representantes de ese tipo de películas, “La última casa a la izquierda”. Pero realmente el tema central del film es el concepto de monstruo.
Dirige
Kim Jee-woon, de quién nos puede sonar “Dos hermanas”, “A
bittersweet life” y esa especie de remake qué es “El bueno, el
malo y el raro”, y que incluso ha dirigido a Arnold Schwarzenegger
en “El último desafío”. La película tuvo muy mayoritariamente
críticas positivas, llegando a ser nominada a la Concha de Oro en el
Festival de San Sebastián. Costó 6 millones de dólares y recaudó
12 en taquilla.
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