Si
anteriormente fue el cine japonés el que en mayor medida nos llegaba
a Occidente en su vertiente de terror, explotándonos un concepto de
éste distinto al que estábamos acostumbrados, basado en sus propias
leyendas y con un ideal de fantasma muy particular, el cine coreano
nos ha llegado más a través del policíaco y de acción,
sobrepasando en interés al género de terror japonés quizá un tanto
sobrevalorado.
Prueba
de ello son las dos películas anteriores, y las únicas pues Na
Hong-Jin tan solo tiene tres títulos, en su filmografía, al menos
si atendemos a los largometrajes.”The chaser” y “The yellow
sea” van precisamente en esa línea de thrillers de acción y
policiaco. Pero precisamente en su tercer film, aunque comenzando en
un tipo más de psicokiller, paulatinamente va tornando hacia el
terror.
De
hecho, cumple esa premisa que venimos comentando como característica
del cine coreano, la mezcla de géneros. De tal manera que si la
trama se nos presenta como un thriller policíaco de asesinos en
serie, por el camino incluso tocando la comedia, termina situándose
claramente en el terror con toques de fantástico sin perder ocasión
de dar un mensaje social.
Porque
toca el tema de la precaución de los acechadores de las zonas
rurales de Corea, el temor por los depredadores sexuales, la
pederastia y asesinos rituales. Todo también relacionado con una
crítica a la xenofobia. No es casualidad que “El extraño”, el
peligro por la comunidad coreana , este representado en un japonés,
fobia que ya se había visto en el chino.
Pero
básicamente, o más bien predominantemente, es una película de
terror. En ese sentido lo tiene todo. Hay posesiones, brujería,
leyendas e incluso zombis y el mismísimo diablo. No le falta de
nada. Pero en un estilo muy distanciado del terror japonés, más
fundamentalmente basado en el miedo a través de sustos. Aquí ese miedo nos
llega mediante el horror implícito en la historia.
Una
de sus características qué más la aleja de la fórmula habitual es
no desarrollarse prácticamente nada en el interior de las casas. Nos
muestra una Corea rural, haciendo un excelente uso del paisaje, de
sus montañas y sus bosques, de las zonas poco pobladas, y
remarcándolas con una gran fotografía. Además, no se corta en
absoluto en el uso de la violencia, la cual muestra de forma
explícita, con generosas dosis de sangre, incluso algo de gore.
Una
de las bazas que mejor utiliza es el tratamiento del montaje, al que
habría ayudado para ser más equilibrado especialmente con el ritmo,
un recorte de metraje por qué, como a otras tantas películas
coreanas, se le va la mano en este aspecto, aquí hasta las dos horas
y media. Aunque es cierto que viendo la película no hay partes que
descaradamente sobren. Quizá cuando más se acerca a la comedia en
su primer tercio. Pero no hay una sensación de que haya alargado en
demasía.
Otra
característica que cumple con el cine coreano es el de tener un
final trágico. No es casualidad que las cuatro películas de este
ciclo compartan ese rasgo. Dicho ésto, “El extraño” tenía una
escena final, un epílogo que finalmente fue eliminado, en el que el
japonés, sentado en un banco junto a la carretera, ofrecía dulces a
un niño, pero antes de llegar a tocarle, su madre se lo llevaba, y
el japonés sería recogido por su cómplice en coche y se marchaba
ante la mirada de la “mujer de blanco”.
La
película fue premiada en la mayoría de los certámenes asiáticos
de 2016. E incluso fue galardonada como mejor Película Asiática en
el Festival de Sitges. Además de llevarse la fotografía. Obtuvo
generalmente muy buenas críticas, y también funcionó en lo
económico, costó 8 millones de dólares y recaudó 51 en taquilla.
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